CAPÍTULO 35. Lo quiero hundido lo más pronto posible

No podían dormir, ninguno de los dos podía porque Bells estaba viva, estaba viva y eso significaba demasiado... pero no sabían si estaba bien.

—¿Crees que la haya operado realmente o solo la esté controlando como nosotros intentábamos hacer con ese maldit0 tumor? —preguntó Stefano.

—Para empezar sí la operó, porque de lo contrario no nos hubiera olvidado, Polarcito —susurró Kiryan mirando al techo—. Pero si pudo extraerle o no el tumor ya es otra cosa.

—Quizás ni siquiera había tanto riesgo, Kodiak —gruñó el italiano—. Quizás ese tres por ciento solo lo dijo el infeliz de Karlsson para que esperáramos su muerte.

—Supongo que mañana nos aseguraremos de qué fue lo que sucedió.

Al día siguiente los dos estaban desesperados, pero en cuanto ella tocó a la puerta, fue como si el día se les iluminara.

—Hola, vengo a ver a mi enfermito —sonrió la muchacha.

—¡Ese sería yo! —exclamó Kiryan levantando la mano y ella le regaló una mirada tierna que derritió al ruso.

—Pues ya no pareces muy enferm
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