Capítulo 2: No Puede Ser

MADDISON

Observo la hora en el reloj colgado en una de las paredes de la habitación, a esta hora debe estar en la Universidad, cuando toma clases, Harley siempre apaga el móvil. Me pongo de pie y me tambaleo, las piernas las siento débiles, mi respiración se entrecorta debido a que cada paso es una tortura, me duele. Aun así, logro llegar al baño, me doy una ducha de agua caliente. Cuando el agua caliente cae sobre mi cuerpo, las lágrimas hacen recorrido por mis mejillas, un sollozo imposible de oprimir me abruma y es cuando dejo salir el llanto, dos hombres me han lastimado en una misma noche, uno me ha roto el corazón con el engaño, y el otro ha abusado de mí. Estoy tan dolida, tan rota, que es como si el alma se me desgarrara por dentro, la rabia mezclada burbujea en mi interior, al tomar una esponja y tallar mi cuerpo con jabón una y otra vez, mi piel estaba roja e hinchada por haberme frotado ,pero se que eso no puede borrar cada huella que ha dejado ese hombre en mí, los sollozos hacen eco, los odio, los odio a los dos, me han arrojado a un vacío. Al terminar, salgo de la ducha. Siento el dolor en mi, de dentro afuera.

Necesito saber quién me ha violado, ese hombre, me lo tendrá que pagar. por ello, me dirijo hacia la recepción a buscar ayuda de la chica que me entregó las llaves, solo que al llegar, me encuentro con un tipo que parece muy astuto, me da escalofríos, en cuanto me ve venir, su mirada se oscurece y parece un robot.

—Buenos días —saludo.

El tipo no me responde, detalla mi rostro, cada uno de mis movimientos, es como si ya esperara que viniera. De cualquier manera, frunzo el ceño y carraspeo.

—Quisiera… bueno… saber si puede revisar las grabaciones de las cámaras de seguridad del último piso, a las diez de la noche, más o menos —balbuceo.

Sin respuesta, ladea la cabeza ligeramente, para después negar.

—Lo siento, señorita, me temo que no puedo hacer lo que me pide, está en contra de las políticas del hotel —dice con tanta seguridad que me aterra.

Debe ser una broma.

—Por favor, escuche, anoche… un tipo drogado o ebrio, no sé, entró a mi habitación, necesito saber quién es…

—Me temo que no puedo ayudarle si no tiene por lo menos una orden judicial, estos asuntos debe llevarlos la policía —finaliza con una tenue sonrisa—. Qué tenga un excelente día.

Vuelve a lo suyo, ¿en serio me está tratando así? Le acabo de decir que un tipo entró a mi habitación, y él no hace nada por las tontas reglas del hotel. Al ver que ha dado por finalizado mi tema y que comienza a teclear algo en el ordenador, me doy por vencida, si lo que necesito es una orden, bien, iré con la policía, con el nudo que se atora en mi garganta, las lágrimas empujando por salir, me doy la media vuelta y salgo.

No puedo llorar, no debo hacerlo, tengo que encontrar al responsable, tiene que pagar por lo que me hizo. Para cuando llego a la estación de policía, tengo que esperar cerca de media hora a que me atiendan, y mientras lo hago, trato de recordar el rostro de aquel hombre, estaba un poco oscuro el ambiente, pero estoy segura de que vi por unos segundos su rostro, y esos ojos azul eléctrico.

Había tanta rabia en ellos, tanto odio…

—Muy bien, puede pasar, señorita Cox —me dice la agente recepcionista.

Asiento y paso a la oficina a la que me dirigen, un hombre de tez oscura y mirada amigable, me indica que tome asiento frente a él y su enorme escritorio, termina de rellenar unos papeles hasta que fija sus ojos en mí.

—En qué podemos ayudarla, señorita Cox —me pregunta con cautela.

—Anoche… —mi voz es un manojo de nervios, tomo una larga bocanada de aire y empujo las lágrimas—. Anoche un tipo entró a mi habitación en el hotel Diamon, y me violó.

Decir esas palabras me resulta liberador, y sin poderlo evitar por más tiempo, rompo en llanto.

—Intenté pedirle al hombre en la recepción que me mostrara las grabaciones de las cámaras de seguridad, pero me lo negó, argumentando que…

El hombre serio recibe una llamada en su teléfono fijo, revisa rápido el identificador de llamadas y no responde.

—Lo que usted dice es una acusación grave —musita pensativo—. Recuerda al tipo que la violó, necesitamos todos los detalles para comenzar con las averiguaciones…

Esta vez deja de sonar el teléfono y ahora es su móvil, quien quiera que sea, es demasiado insistente, el agente de policía bufa, y de mala gana responde poniéndose de pie para tomar un poco de distancia entre los dos.

—Un momento, disculpe —me dice.

Asiento, lo observo, en cuanto atiende la llamada palidece, escucha atento y murmura unas cuantas palabras, luego dirige su mirada hacia mí y frunce el ceño, me lanza su lástima, negando con la cabeza, como si se hubiera resignado a algo.

—Entiendo —cuelga.

Vuelve a su asiento, esta vez su aura es oscura. Me hace un par de preguntas, respondo a todo con seguridad, uno de sus compañeros avisa que ya han solicitado la copia de las cámaras de seguridad de la noche, en ese piso y de la habitación, espero lo que es casi una eternidad, hasta que me muestran las grabaciones. Solo aparece la esposa de Dorian, entrando y luego saliendo enfurecida, después de unos minutos sale él y es todo, no hay más

—Lo siento, señorita Cox, como puede ver, no hay imágenes que muestren a un hombre entrar luego de que sus invitados salieran.

Me congelo, debe ser una broma de mal gusto.

—¡Pero… debe haber algo mal, es decir, un hombre me violó, tienen que hacer algo! —estallo de miedo y desesperación.

Los oficiales se miran entre sí.

—Me temo que sin pruebas o un hombre al que pueda reconocer como el culpable, no podemos hacer mucho —responde el agente—. Haremos lo que esté en nuestras manos para seguir con las averiguaciones, pero…

Vuelve a cruzar una extraña mirada con su compañero.

—Si acepta un consejo —se inclina hacia adelante—. Lo mejor será que deje las cosas como están, no es tan malo, ¿cierto?

No puedo creer lo que me está diciendo, sin poder soportar su falta de humanidad, me pongo de pie dispuesta a marcharme. Me piden mis datos de nuevo, me aseguran que van a llamar en cuanto sepan algo. No les creo.

Saliendo, es como si el mundo se hubiera vuelto gris, perdió su color, un hombre destruyó mi vida en tan solo instante, mientras camino rumbo a la estación del metro, mi móvil vibra dentro de mi bolso, es una notificación del banco, reviso y es como si el mundo me diera un nuevo golpe, al parecer, he recibido una transferencia, por parte de la empresa en la que trabajo.

El aliento se me va, enseguida me llega un correo de la empresa, lo abro enseguida, leyendo cada documento, es mi hoja de despido, mi exnovio, tambien es mi exjefe, Dorian, que me ha dado la patada final, me ha dado el suficiente dinero para que sobreviva un mes, y me ha despedido, el que todo este tiempo haya jugado con mis sentimientos y me haya ilusionado de la peor manera cuando tenía esposa...

Ahora no solo me han mentido, violado, despedido, sino, que las deudas que tengo se me vienen encima. Esa cantidad de dinero apenas y me va a alcanzar para pagar lo que debo, la renta… maldición. Con el corazón roto me dirijo a casa, al subir al departamento, me encuentro con Harley, quien viene llegando de la Universidad con cuatro libros entre sus brazos, ella me sonríe pero ese gesto se le borra del rostro al ver el estado en el que me encuentro.

—Maddison —susurra.

Es en ese momento en el que me rompo y lloro en su hombro. Entramos a mi departamento, me obliga a darme una ducha de agua caliente mientras ella me prepara algo de comer, me da un par de analgésicos y termino por contarle cada m*****a cosa.

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