Capítulo 4: Escape apresurado

La paciencia es una virtud siempre deseada en casi toda persona, un don demasiado útil en todo momento y en toda clase de vida. Sin embargo, la paciencia no era uno de los puntos fuertes que tenia Héctor Altamira.

Había ya revisado mil veces aquellos documentos que su sirviente le había dejado y recordaba con ansiedad cada una de las palabras pronunciadas por Adara en esa cafetería.

“Tú mismo lo dijiste aquel día, te engañe, ¿No es así?”

Después de soltarle aquello como una bomba, la mujer simplemente se había levantado de su asiento y se había marchado sin darle más opción a replica. Ella había sido firme y clara con lo que le había dicho y le aseguro que el pequeño Nicolás era fruto de aquel engaño que contra él había hecho. Sin embargo, no terminaba de creer esa confirmación. Recordaba las lagrimas de Adara aquel día en que la abandono y como completamente destrozada le había jurado sobre su nombre que ella jamás lo había engañado. Si se era sincero, mas de una vez pensó en buscarl
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