Enamorado de mi ex esposa
Enamorado de mi ex esposa
Por: J. I. López
Prefacio

A veces el amor, no es suficiente para repáralo todo.

Adara miraba feliz aquella prueba positiva de embarazo. Aquel hijo o hija, era todo lo que una vez tanto ella como su amado Héctor habían esperado, aunque habían tardado un tiempo en conseguirlo, finalmente, aquella prueba, llenaba el corazón de la joven esposa y futura madre de dichas y dulzores, sin embargo, a menudo, nada es lo que uno espera.

Al mismo tiempo, Héctor siente como el corazón se le rompe en mil pedazos, al mirar aquella fotografía que un anónimo a enviado a su correo. Las lagrimas se le resbalan desde los ojos, y el corazón roto le late a mil por hora al ver a la mujer que ama, la única a la que juro amar por siempre, le ha sido infiel y se la ve acostándose con otro hombre. Furioso, con el alma hecha pedazos, va hacia ella quien tambien se dirige hacia él.

—¡Héctor mi amor! ¡No sabes que hermosa noticia tengo que darte! Escucha y mira es…

—¡No quiero escuchar nada que venga de tu sucia boca mentirosa! ¿Cómo pudiste hacerlo Adara? ¿Cómo pudiste engañarme sabiendo lo mucho que yo te amo? —

Héctor no permitió que su esposa, aquella mujer a la que amo desde el primer momento en que la conoció, le dijera aquella noticia tan hermosa y llena de esperanza. Adara no comprendió nada de aquello, ¿De que hablaba su amado Héctor? ¿Engañarlo? No, ella no sería capaz de hacer tal cosa.

—¿De que hablas? Yo no…

—No volveré a buscarte, espero que tu hagas lo mismo —

 No sabía quién había sido, ¿Quién la odiaba tanto para destruir su felicidad al lado del único hombre al que había amado?, la habían calumniado, hablando de amores prohibidos que ella jamás experimento ni busco, hablando de castigos y condena cuando ella era completamente inocente.

—Espera Héctor…no te vayas…no me dejes… ¡Eso es mentira! —

Héctor no había querido escucharla, la había cruelmente mandado a callar, pues no había dudado ni un momento de aquella vil mentirosa que celebraba su triunfo con una sonrisa en su rostro.

—Calla, no vuelvas a hablarme, no quiero volver a verte…para mí, desde este día, estás muerta…

Aquellas eran las últimas palabras que escucho de sus labios, aquellas fueron las palabras que le rompieron por completo el corazón a aquella mujer que sintió como de pronto, su mundo entero le había sido arrebatado. De los labios que una vez beso y le recitaron mil poemas, ahora solo salían desprecios y acusaciones. Y así, viéndolo marcharse cerrando la puerta de aquella casa a la que una vez llamo su dulce hogar, Adara sintió como su corazón se desmoronaba en mil pedazos mientras se acariciaba el vientre y su alma rota dejaba escapar el llanto.

Héctor no escucho, el hombre se negó a escucharla, sintiendo su alma rota y su corazón hecho añicos, salió de aquella casa dejándola sola. Adara miraba a su esposo marcharse, aquel al que amo primero, aquel que creyó, sería su compañero para el resto de sus días…aquel que le prometió permanecer juntos hasta que la muerte los separase una tarde de verano junto a un altar frente al mar.

Adara sollozaba mientras repetía el nombre de aquel que acababa de dejarla con el alma hecha pedazos. Sin embargo, una llamada entraba a su celular, una que le terminaría de romper el espíritu y que la sumergiría en el peor de los sufrimientos…aquella traición de quien no esperaba.

 —Te lo advertí hermanita, si él no podía ser mío, entonces tampoco sería tuyo…

La voz de su hermana, quien, alimentada por el odio y la envidia, había calumniado a su propia sangre.

Aquel hombre al que amaba con toda la fuerza que tenía su ser, se había ido, la había abandonado creyéndola hasta el último momento una infiel y mentirosa gracias a aquella cruel mentira que su perniciosa hermana había arrojado en su contra.

Su hermoso rostro estaba cubierto de lágrimas, su cabello rubio estaba desordenado, y Adara, alzando la vista con sus ojos rojos por el dolor, miraba a su hermana tambien marcharse después de haber logrado destruir su matrimonio.

Sola, completamente sola, Adara Dánae se levantaba del frío suelo en el que se había encontrado, con el corazón roto en la palma de su mano, y un sinfín de promesas que no se cumplirían nunca, se secó las lágrimas que no dejaban de brotar. Acariciando su vientre, miro a su casa casi vacía, aquella en la que había pasado los mejores y más felices días de su vida junto a su amado Héctor Altamira, el que había sido su gran amor desde la escuela secundaria y al que su hermana menor siempre le había envidiado por ser el millonario heredero de su importante familia y aun llorando, aun con el alma pendiendo de un hilo, Adara dejaba atrás aquel hogar dulce hogar, y pronto un letrero de “SE VENDE” podía apreciarse en el jardín de la que una vez fue una casa feliz.

Un hombre solitario miraba aquel letrero, sin poder evitar hacerse la pregunta de a donde fue que aquella mujer se había ido. Poco a poco, el tiempo transcurrió, y tanto Adara como Héctor, habían dejado atrás aquella dolorosa historia de un sueño que una vez compartieron juntos. El sueño que la más cruel de las mentiras envió directamente al olvido.

Seis años pasaron, seis años en los que aquella mujer con el alma rota había dejado su corazón atrás, para aprender a cuidarse ella misma. El destino, muchas veces nos guía hacia donde realmente pertenecemos, o nos lleva de vuelta hacía el sitio que nunca deseamos realmente dejar.

Adara paseaba en el parque mientras admiraba la hermosura de la nieve prístina que comenzaba a caer, sin saber que los ojos de Héctor Altamira, su ex esposo…su ex amor, la miraban con curiosidad…quizás, con algo de anhelo. Deseoso por hablarle a aquella mujer a la que abandono un día y no había vuelto a ver hasta ese momento, se detuvo en seco cuando miro a aquel pequeño que corría hacia ella, y se abrazaba a sus piernas con la ternura típica de la infancia.

—¡Mami! —

Un hombre apuesto y varonil se acercaba a Adara, y luego, sin más, y con una gran sonrisa previa, aquel, la había besado en los labios. Héctor sintió como el corazón le dolía al mirar aquello, Adara había vuelto a hacer su vida y el…el solo era un solitario multimillonario. Retirándose de aquel lugar no soportando ver aquella escena, Héctor pensó en Adara…y en aquel niño que con tanto amor la había abrazado.

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