Capítulo 3. Juanjo

Tengo que salir de la oficina, me siento agobiado, con mi suegro pasando cada poco por delante de mi oficina. Le digo a Ivanna, que si me llaman, me la pase al móvil del trabajo. Contacto con un colega, para que me lleve el tema de mi divorcio, no quiero que nadie de mi bufete se haga cargo, todos van a ir a favor de la hija del jefe.

Quedamos en una cafetería del centro de la ciudad. Un sitio espacioso, decorado con mucho gusto, música tranquila y relajada. Una amable camarera, me señala una mesa, justo lo que quería, apartada de la gente, para poder hablar tranquilamente.

Me siento mirando hacia la puerta, esperando ver a Fernando entrar, no debe de tardar, siempre es puntual, el problema soy yo, que vine antes de tiempo. Pido un café expresso, saco el móvil para que el tiempo pase más rápido. Oigo abrirse la puerta, levanto la cabeza, pero no es a quien espero, es algo mejor.

Una preciosidad de mujer, camina con paso firme, segura de sí misma, se acerca a una mesa, con una sonrisa increíblemente encantadora. La chica que está sentada, se levanta para saludarla. Se sienta dejando sus pertenencias en la silla que tiene a su lado. Saca de una maleta una agenda, pero la aparta al igual que el móvil.

La camarera que me trae el café se cruza y dejo por unos segundos de mirarla. La joven va a la barra, no sin antes saludarla y preguntar si quería lo de siempre, lo que ella contesta que sí. Voy a tener que venir más a menudo por este sitio.

Me sigo fijando en ella, en su expresión. Se ve, que hay complicidad entre las dos. Algo le está contando, que de repente, esa sonrisa se borra y la veo limpiarse los ojos, seguramente para que no le estropee su perfecto maquillaje. Sigo fascinado mirándola, si estuviera Marcos aquí, diría que me acabo de enamorar. Es guapísima, preciosa, pero tiene mirada triste.

Veo que se levanta, se acerca a la barra a pedir algo, tiene un cuerpo de escándalo. Viste unos vaqueros apretados, una camisola suelta, que junto a esos zapatos de tacón alto, le hacen resaltar esas piernas. Cuando se dirige a su mesa, algo le hace girar la cabeza y nuestras miradas se encuentran. Tímidamente sonríe y se va con su amiga.

Ahí entra Fernando, puntual como siempre. Y se lo agradezco, porque si sigo mirando a esa morena, va a ponerme una denuncia por acoso visual, me río interiormente, porque si supiera lo que estoy pensando en hacerle a ese cuerpo, no me denuncia, directamente me hace desaparecer.

-Buenos días Juanjo. Esperaba esa llamada tuya desde hace tiempo –me dice mi amigo –hay muchas cosas que hilar, para pedir el divorcio. Ella sabe mucho y estoy seguro que no quieres comprometer a nadie.

-Tú lo has dicho amigo. Es muy difícil enfrentarse a ella, sin que salga herido más gente –mientras hablo, la mirada se me va para la morena, de vez en cuando, a ella también se le escapa la mirada y de paso esa sonrisa, que me cautivó en cuanto la vi.

-Los divorcios nunca son fáciles, tienes que saberlo, estás acostumbrado a lidiar con piezas muy duras –que verdad más grande, para encontrar uno que sea firmar y no tener problemas, te encuentras con litigios largos, exasperantes y complicados –lo primero de todo, tienes que acabar con el bufete y te recuerdo que uno de los socios es tu padre…

Llevo una de mis manos a la cara y luego a la frente, como si la cabeza me fuera a explotar en cualquier momento. Mi padre, mi padre es un tema delicado. Y mi madre, ni os cuento, va a ser la reina de los dramas cuando se entere que me quiero divorciar y poner mi propio bufete.

-Lo sé Fernando, tengo que ponerme a buscar piso para mi oficina, pero un día por otro y no lo hago –noto una mirada constante, miro sobre el hombro de mi colega y veo a la morena, que no me quita ojo, pero al ver que fue pillada, baja la mirada como niña buena, como si no hubiera hecho nada. Necesito saber quien és, necesito conocerla, necesito llevarla a Nuevo Paraiso.

Veo que vuelve a la barra, pero esta vez no pide nada, coge un vaso y agarra la jarra de agua, para echarse un poco. Ahí tengo la excusa, para acercarme a ella. Me levanto y me hago como ella, cojo el vaso y estoy esperando a que deje la jarra. No me ha visto, a ver qué tal el efecto sorpresa.

Se gira y no me doy cuenta de que estoy demasiado cerca, tropieza conmigo y con la mala suerte, que el agua cae sobre su blanca y ahora transparente blusa. La cara de ella, es de enfado, sorpresa, no sé bien como definirla.

-Se puede ser más patoso! No sabes que hay que tener una distancia? Joder que m****a de lunes –la camarera se acerca con un trapo para que se seque, la cual me da a mí otro –a él no le hace falta, el chaval está seco completamente –se sigue secando, me quedo mirando para la blusa, mejor dicho para el sujetador que se ve perfectamente debido al agua. Madre mía, no solo tiene un cuerpo perfecto, si no unos… -de verdad vas a seguir ahí, mirándome los pechos? Que educación te dieron, mucho traje, mucha cara bonita, pero eres idiota.

-Lo siento, pero no me has dejado articular palabra. Todo lo has dicho tú, pareces una sabelotodo –que alguien me llame al móvil, que Fernando me diga que tenemos que irnos, porque ahora mismo, lo único que me apetece es tenerla entre mis brazos. Pero que me pasa, yo no soy así, pero esta morena, me está volviendo loco –no era mi intención mojarte, de verdad. Sólo vine a…beber un poco de agua.

Se me queda mirando durante un momento, sigue secándose la blusa, la airea como si eso, fuera a secarla más rápido.

-Perdona por gritarte, hoy llevo un día malísimo, mejor me hubiera quedado en casa. Me voy a trabajar, a ver si mejora lo que queda de día –se va a girar, para ir hacia su mesa –hasta luego.

-Si te hubieses quedado en casa, no me hubieras conocido –hasta a mí, me parece una frase cursi y nada apropiada, pero quería seguir hablando con ella.

-Pero allí, estaba a salvo no hubiese enseñado mi ropa interior a un desconocido, en la cafetería –me guiña un ojo y se gira. Llega a su mesa, van recogiendo todas sus pertenencias. Lentamente, me acerco hacia el pasillo donde se encuentra mi amigo, al ver que ella se mueve en dirección a la puerta, giro la cabeza para mirarla, aunque sea por última vez, la veo girarse y me sonríe –la próxima vez que nos veamos, intentaré llevar algo que no trasparente, hasta luego desconocido.

-Vamos a tener un segundo encuentro? –le pregunto plantado en mitad de la cafetería, me da igual la gente, me da igual todo.

-Nunca se sabe –dice sin mirarme y saliendo del local. Fernando pone una mano sobre mi hombro, riéndose.

-Puedo saber que fue eso, Juanjo? –me pregunta –cuando le cuente a Marcos lo que acaba de pasar, le va a doler no a ver podido venir a tomar el café.

Pagamos la consumición, dejamos propina. Le pido perdón a la camarera que está limpiando el agua que yo hice que tirara. Me dice que no pasa nada. Se me acerca otra chica, que debe de ser la dueña de la cafetería, me dice que me acerque. Se pone cerca y me susurra al oído.

-Es clienta habitual, trabaja no muy lejos de aquí. No suele ser tan gruñona, es un cielo de chica, pero la pillaste un mal momento. Las cosas de la vida, no son fáciles. Hasta ahí, puedo decir, desconocido –me guiña un ojo se mete a la cocina, como si no me hubiera dado mucha información.

Salimos de la cafetería, miro hacia los lados, pero estamos en el centro de la ciudad, hay gente por todos lados, me va a ser difícil encontrarla, a no ser, que venga todos los días a tomar el café aquí.

-Fernando, esa morena me va a traer de cabeza –le digo riéndome. Nos dirigimos al coche que lo tenemos aparcado en el parking de enfrente. Mientras sacamos el ticket, no dejo de pensar en esa chica –ni siquiera sé su nombre.

-Ni cuando estabas bien con Marge, tenías esa sonrisa de idiota –dice mi abogado, riéndose de mí –me alegro que alguien saque esa parte de ti. Bueno, seguimos en contacto, desconocido.

Y echando unas carcajadas se va hacia su coche, lo veo entrar, arrancar y cuando pasa a mi lado, me tira un beso a lo que yo le contesto, con la señal del pajarito, como Tom Cruise en Top Gun.

El resto de la mañana pasa tranquila. Vuelvo a llamar a Mónica, por si esta vez, quiere hablar, pero no me lo coge. Un rato más tarde me llegó un mensaje de ella, en el que me dice que necesita unos días, que me promete que el próximo lunes, me llama, que lo promete y que siempre cumple las promesas. Soy consciente de que dar ese paso es complicado y algo me dice, que su caso va a ser muy difícil, como el mío.

Me suena el teléfono, veo que el mi amigo y socio Marcos, está a tres días de la inauguración, de nuestro nuevo local y está de los nervios.

-Tienes que relajarte, las aperturas de nuevos locales, acaban con tu vida y si eso ocurre, tu mujer acaba con la mía, entendiste? –le digo sin saludar, sabiendo que es él, claro-

-Sí, te entiendo, desconocido –y se ríe el muy cabrón.

-Ya veo, que hablaste con Fernando. Estoy por apostar, que fue más salir del parking, no perdió tiempo el muy cotilla –oigo como se sigue riendo.

-En serio, te has quedado prendado de una tía, sin conocerla, así sin más…no es tu estilo, aunque llevas fuera de juego unos años, es comprensible –se vuelve a reir –necesito conocer a esa chica, para hacerle la ola. Quedamos para comer y me cuentas.

-Tu mujer no te da de comer? –sabe a que me refiero, a pesar de ser un hombre de la noche, es hogareño, le encanta pasar tiempo con su esposa, a pesar de llevar años casados, yo quiero encontrar algo así. Esa morena, esa morena…

-Mi mujer tiene una comida con su socia y unos constructores, comida de negocios. No quisiera estar en el pellejo de esos tipos, esas dos juntas, en los negocios son dinamita –y tiene razón. He oído hablar de su Agencia Inmobiliaria, es una de las mejores, trabajan con gente muy pudiente, están muy bien preparadas, estudiaron Administración de empresas, tuvieron la oportunidad de negocio y la cogieron, trabajaron duro para hacerse un hueco y ahora, son las mejores –nos vemos donde siempre…desconocido.

-No te aguanto idiota, nos vemos en breve –cuelgo el teléfono, me recuesto en la silla de la oficina y pienso en ella, mientras siga casado con mi arpía personal, no puedo liarme con nadie, nunca lo va a permitir. Necesito verla.

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