Capítulo 2. Mónica

Se acabó, se terminó ser la idiota, abrí los ojos tarde, pero por fín lo hice. Camino por la calle, que tantas veces he mirado desde la ventana del piso. No quiero mirar hacia ahí, va a estar asomado y ya no merece la pena girarme. Hoy he decidido dejar atrás diez años junto a Carlos, lleno de mentiras, de promesas incumplidas, de lágrimas, muchísimas lágrimas.

Me casé con la certeza de que había cambiado, con la idea de un matrimonio como el de mis padres. Que tonta. A mi querido marido, se le cayó la máscara a los pocos meses de la boda, le tapaba sus fiestas, sus resacas, sus mujeres. Que tonta. Venía implorando perdón, que me quería, que nunca más me haría daño, estaba tan cegada, que le perdonaba. Que tonta.

Cumplí mi promesa, tarde, pero la cumplí. No quería tener problemas con él, mantuve a Marta al margen de mis problemas matrimoniales. Para ella siempre iban bien las cosas, incluso cuando me quedaba en casa llorando y mi marido estaba de fiesta. Cuando me llegaban fotos de Carlos con sus mujeres en la cama, tampoco se lo decía. Y…cuando me pegaba alguna enfermedad. Le pedía que usara preservativo, pero con decir que era mi marido, lo tenía solucionado.

No estoy segura si era por vergüenza o por el dolor que me causaba, ser tratada de esa manera. Pero me mantuve callada estos cinco odiosos años. La gota que colmó el vaso, fue cuando me pidió tener un hijo. Justo cuando me estaba planteando dejarle, me soltó la bomba. Un hijo lo arreglaría todo, me dice. Me obligó a ir al ginecólogo a quitarme el DIU, pero sin que lo supiera, yo fui a otro para que me lo volviera a colocar, él no se iba a enterar, es algo que no se nota.

La tarde que decidí contarle a Marta…solté todas las lágrimas acumuladas en estos años. Estaba esperando a que me dijera, que ya me lo había dicho, pero no dijo esa m*****a frase. Simplemente, se sentó a mi lado y me abrazó, sin hablar, solo un simple abrazo de mi mejor amiga. Marcos quería saber que pasaba, su esposa le hizo un resumen muy completo, con cada frase le salía un insulto.

Sacó de su cartera una tarjeta de un abogado matrimonialista y me la dio.

-Llámale, cuando estés preparada, tienes que llamarle. Sé que Mónica ahora mismo lo lapidaría, pero tienes que ser tú –me dijo Marcos mirando a mi amiga, sin decírselo le estaba diciendo que no se metiera.

-Tienes una tarjeta de un abogado en tu cartera? En serio…–miro a Mónica y me río –algo que deba de saber…ya que estamos en confidencias.

-No seas tan lista, es un amigo. Mónica, trabajo en la noche, tu marido es conocido y no por buenas causas, era cuestión de tiempo, que llegaras a este momento. Le pedí la tarjeta, para cuando llegara este día.

Se levanta de su sillón y me da un abrazo de amigo. Se acerca a su mujer y le da un beso, pero un beso, de esos que te dan envidia, mucha envidia.

-Me voy a trabajar un poco, si me ven sentado, se me relajan –levanta la mano y avisa a una de las camareras, la hace acercarse –eres nueva, verdad? –la chica con una sonrisa de oreja a oreja, enseñando su dentadura, asiente con la cabeza, mientras sus pechos le sobresalen del top, pero Marcos en ningún momento baja la mirada, siempre a los ojos –a estas dos chicas, que no les falte bebida en la mesa, lo que ellas quieran, lo pones todo a mi cuenta. Esta noche, son mis invitadas. Y con suerte, me las llevo a casa.

La pelirroja nos mira a las dos con cara asombrada, pero sin esa sonrisa que hasta  hace poco tenía en su bonita cara, le dí un codazo a Marta y se empezó a reir. No debe de saber que es su mujer. Para los chismosos os diré, que sí, nos llevó a casa como buen caballero. Esa noche fue de chicas, cuando Marcos llegó de madrugada a casa, nos encontró en el sofá, dormidas y abrazadas. Allí nos dejó, decía que le daba pena despertarnos, pero no le dio pena, sacarnos fotos para luego reírse de nosotras.

Doy gracias a dios, tener a mi amiga al lado. La cuál, me va a matar, porque quedé con ella para desayunar y llego tarde. Me entretuve terminando de hacer mi maleta, abandonando la que fue mi casa.

He llamado a la oficina del abogado, después de dos meses con la tarjeta en mi poder, hoy me decidí, hablé con su secretaria, no había llegado y le dará mi recado.

Y aquí estoy, en mitad de la calle arrastrando mis últimas pertenencias que quedaban en ese lugar. Carlos no sabe nada, está durmiendo la borrachera y no se enteró de mi escapada. Intento encontrar la llave de mi coche, que debe de estar jugando al escondite, que por cierto, se le da bien. El sonido de mi teléfono me asustó, justo en el momento que encontraba la llave, pero con mi habilidad matutina, se me cae al suelo junto con el móvil. Lo recojo, sin darme cuenta descuelgo, mientras por mi boca salen cientos de insultos a la llave, a la maleta, a mi vida…

-Mónica? –oigo que me llaman por el otro lado de la línea, no reconozco el número, será algún cliente.

-Buenos días, sí soy Mónica.

-Buenos días, me llamo Juanjo, mi secretaria me ha dicho que me llamó, soy el abogado matrimonialista.

Y en ese momento, es como si mi mundo se viniera abajo. Había sido valiente, pero creo que llegué a mi límite. Me cayeron las lágrimas que no quería que salieran al exterior, me dolía el alma de saber que mi matrimonio era una m****a, es en ese momento…en que me dí cuenta de la verdad, había fracasado en el amor.

-Mónica, sigue ahí? –oí que me decía, pero no podía hablar.

-Lo siento, no puedo, no puedo ahora –le dije lloriqueando.

-Mire, este es mi número privado, guárdelo y cuando se encuentre mejor, me llama y concertamos una cita, le parece bien? –su voz relajada, me da a entender que está acostumbrado a estas escenas.

-Sí, lo siento, de verdad. No quería hacerle perder tiempo. Prometo llamarle, pero ahora mismo…

-No te preocupes, lo entiendo, de verdad. El primer paso, es un poco delicado y difícil. Estaré a su disposición cuando desee. Hasta luego Mónica.

-Gracias por entender, hasta luego Juanjo.

Acto seguido voy a mensajería, había quedado con mi socia, debe de estar desesperada.

YO: Buenos días, me entretuve. Ya te contaré. Voy a mi apartamento a dejar las cosas y te veo en la oficina. Me perdonas el plantón?

MARTA: Buenos días socia. Que remedio me queda perdonarte, si me quiero enterar de lo que te pasó. Jajaja. Te veo en breve. Besos.

Sonrío ante su mensaje, cuando le cuente el ridículo con el abogado, voy a ser la comidilla de la oficina. En el coche voy escuchando la radio, sale el anuncio del nuevo local de moda de la ciudad, a tres días de la inauguración, Dj´s reconocidos, gogo´s, famosos que son la ciudad, serán los invitados especialmente para este evento. Marco sabe montar una fiesta a lo grande.

Hoy va a ser un lunes horrible, lo presiento, el mando del garaje estropeado, creo que alguien se está riendo de mí, y lo está pasando de miedo. Pues nada, abrir el portón a mano, que se le va a hacer. Veo pararse un coche detrás del mío, espero que sea un alma caritativa y me ayude. Estoy empujando el maldito portón rojo, lleno de grasa y de m****a, tan oxidado que le cuesta moverse por los railes.

-Nena, bajaría a empujar contigo, pero ya soy mayor –dice la vecina del primero. Será cabrona y tramposa –más fuerte nena, eres joven y con vitalidad.

-Yo no te veo tan mayor, para que no empujes, el otro día te vi de fiesta y te movías sin problemas –le suelto sin pensar, riéndome interiormente, me tira una mirada desafiante, pero no sale del coche –por cierto, la última en entrar, tiene que cerrar el portón, pero no te preocupes, estás llena de vida y vitalidad, ne-na.

Me subí al coche y entré en el garaje. Aparqué el coche, pero el de mi vecina no hay rastro de ella, saco mis bolsas y enseres, voy camino del ascensor. Oigo como me llama a gritos, pero entro en las zonas comunes y me olvido de ella.

-Haciendo amigos con los vecinos, Mónica? –me pregunto mirándome en el espejo del ascensor. Salgo con una sonrisa, me cruzo con mi vecina de puerta, que me mira como si estuviera loca.

Ya no sé si sonrío, por el encontronazo con la del primero o porque ya estoy en mi hogar, porque esta casa, sí es mi hogar. En mi habitación, saco todo, para luego colocarlo, nadie va a venir aquí, para ver si lo tengo colocado.

Me suena el teléfono, pienso que es Marta, pero no, en la pantalla sale el nombre de Carlos. Dejo que suene, no quiero contestar ahora. En estos momentos, me encuentro feliz y ese imbécil no lo va a estropear.

Voy al baño, me retoco el maquillaje, me atuso el pelo. Me miro en el espejo de la entrada, mientras cojo mi bolso y la maleta del ordenador. Lista para comerme el mundo.

YO: Salgo para la oficina, en cinco minutos estoy ahí.

Ventajas de vivir al lado del trabajo.

MARTA: Cambio de planes, tira para la cafetería, poco trabajo. Así me pones al día tomando un café. Besos.

YO: Ok, jefa. Me gusta ese plan. Te veo.

Capítulos gratis disponibles en la App >

Capítulos relacionados

Último capítulo