Tú prometida es mía
Tú prometida es mía
Por: Karen Terminel
1: Bajo la lluvia

Por un momento todo lo que estaba a su alrededor se detuvo y lo único en lo que pudo pensar fue en los golpes que Santiago le acababa de dar a la mesa. Habían sido dos fuertes golpes que habían sonado por todo el lugar. Las miradas que había a su alrededor la incomodaban mientras ella solo trataba de mantener la calma. 

Lo que estaba sucediendo, no debería de haberle estado sucediendo, no en ese día, no cuando se supone que debía de ser una noche perfecta.

—Siéntate—fue lo único que pudo susurrar al ver que todas las personas presentes en el restaurante los veían con sorpresa. Permitir que las personas se dieran cuenta de sus problemas era lo que ella más podía odiar en el mundo. Específicamente cuando eso tenía que ver con personas desconocidas.

—No pienso sentarme hasta que me des una respuesta— dijo él con un tono lleno de molestia en la voz.

—¿Qué clase de respuesta quieres que te dé? —le preguntó antes de simplemente levantarse del asiento en el cual se había encontrado sentada por más de una hora—. Si lo que quieres es que acepte que te cases con alguien más, entonces hazlo. No puedo prohibirte hacer algo, mucho menos puedo prohibirte casarte con otra mujer. Ya has tomado la decisión, no esperes una respuesta de mi parte cuando ya lo has decidido todo.—

—¿No te interesa saber con qué mujer quiero casarme? — preguntó Santiago, acomodándose los rulos rojizos que le cubrían discretamente los ojos—. ¿No tienes el más mínimo interés? — susurró—. Eso deja bastante en claro que nunca te importé, que nunca me has amado lo suficiente.

Camila sonrió por un momento, conteniendo todas las lágrimas que había en su interior, amenazando con salir de una manera descontrolada.

¿Qué era lo que tramaba Santiago al preguntarle eso que acababa de preguntarle? ¿Acaso quería que ella se pusiera a llorar en aquel restaurante para pedirle que no la dejara? ¿Acaso quería que le dijera que realmente le interesaba con quien se iba a casar?

Ella no deseaba nada de eso, en realidad ella prefería no saber nada de lo que él estuviera a punto de hacer con su vida a partir de esos momentos.

Los momentos que había pasado a su lado habían sido realmente buenos, por ello prefería dejar de pensar en el futuro y únicamente quedarse con lo bueno.

No iba a fingir que no estaba herida, mucho menos que le importaba un poco lo que estaba sucediendo, pero no estaba dispuesta a dejar su dignidad por él. Mucho menos en un lugar público.

Lo que le acababa de decir, lo que acababa de preguntarle no era mas que una manera de demostrar la poca madurez que tenía por la situación. ¿Cómo podía decirle que ella no lo amaba cuando claramente él era el que había decidido terminar con todo?

Él era la parte de la relación que se había quebrado, él era la parte de la relación que había decidido alejarse. Que había decidido irse con otra persona.

¿Cómo podía estar intentado echarle la culpa a ella cuando ella solo le había entregado su corazón?

—No, no estoy interesada.

—¿Por qué?

—¿Qué es lo que estas esperando de mi parte? — susurró ella con rabia, sintiendo que la voz se le quebraba de dolor—. ¿Estás esperando que me ponga de rodillas y me ponga a gritar? ¿Quieres que te suplique para que te quedes conmigo?

—Yo... realmente esperaba que pelearas un poco más por mi—susurró él.

—No, gracias, pero no estoy interesada. —dijo antes de tomar su bolso blanco de diseñador. Un hermoso bolso que había recibido el año pasado por su cumpleaños. Un bolso que prácticamente Santiago le había regalado por obligación.

—Disculpa, pero ahora que no estamos juntos, estaba pensando en si podías regresarme ese bolso que te regalé el año pasado— susurró, soltando una pequeña sonrisa de vergüenza. Por un momento, había pensado que probablemente podría dárselo a la mujer que en esos momentos realmente amaba.

Camila sonrió ampliamente y por un segundo se atrevió a levantarle el dedo medio de la mano.

—Púdrete— fue lo único que le dijo antes de finalmente caminar hacia la salida de aquel restaurante donde únicamente había sido el entretenimiento de los comensales. Pero entonces se detuvo y regresó hacia aquella mesa donde él le veía con los ojos bien abiertos.

Con la cara bien en alto dejó el bolso sobre la mesa y comenzó a sacar las pocas cosas que traía en su bolso. Celular, cartera y un labial fue lo que sacó antes de mirarlo a los ojos y suspirar.

—Quédatelo, que con lo que tú ganas al año... puedo comprarme veinte de estos en un mes. Muerto de hambre—soltó antes de escuchar como los comensales comenzaban a reírse de Santiago.

—Camila—soltó él con sorpresa al verla alejarse.

Ella cerró los ojos por un momento al encontrarse con un rostro conocido en medio de aquel lugar, desesperadamente caminó hacia la salida y salió del lugar para encontrarse con una terrible tormenta que únicamente le hizo sentirse comprendida.

“Que cumpleaños tan perfecto” pensó por un momento antes de atreverse a caminar bajo aquella tormenta. Las gordas gotas de agua golpeando su rostro, su maquillaje, su vestido nuevo que había comprado únicamente para él.

Mientras caminaba se preguntaba que era lo que había salido mal, ¿Qué era lo que le había faltado para que él se quedara a su lado? Pero incluso si se preguntaba esa misma pregunta un millón de veces, nunca tendría lo que él había estado buscando. Lo que la otra mujer le había entregado a su prometido.

—¡Al diablo! —gritó con fuerza. Deteniéndose bajo la lluvia para únicamente quitarse aquel anillo de compromiso que le había entregado—. Ni siquiera me dio un diamante...—susurró con tristeza. Permitiéndose finalmente soltar todos aquellos sentimientos que se había estado tragando.

Al lanzar aquel anillo de compromiso soltó un grito con tanta fuerza que probablemente terminó por lastimarse la garganta.

—¡Espero que nunca seas feliz! —volvió a gritar, esta vez tambaleándose por completo en aquella calle llena de agua.

Al caer en el agua se llevó ambas manos al rostro y simplemente se puso a llorar. Sintiéndose como una pequeña niña de cinco años que acababa de ser abandonada.

El conductor del lujoso auto BMW blanco que se detuvo frente a ella suspiró con fuerza. Observando a la vulnerable mujer que no le permitía conducir.

—¿Qué sucede? —preguntó una gruesa voz masculina desde el asiento trasero—. ¿Por qué te has detenido? — soltó con seriedad. Con el típico tono de voz que solía utilizar siempre.

El conductor que por un momento pensó en bajarse del auto, suspiró y volteo para ver a su jefe que lo veía con el rostro lleno de seriedad.

—Hay una mujer, llorando en medio de la calle... por ello no puedo continuar.

—Haga sonar el claxon— fue lo que respondió aquel hombre serio, manteniendo la mirada en la pantalla de su computadora.

Camila levantó la mirada hacia el sonido del claxon, limpiándose las lagrimas al encontrarse con unas grandes luces que la cegaban casi por completo.

—Señor, la mujer no se mueve del camino, ¿Será que esta herida? —preguntó el conductor antes de mirar a su jefe—. ¿Señor quiere que baje?

—No. Estas lastimado de tu pierna, la lluvia no debe de tocar tu herida. Iré a pedirle que se quité del camino.

—¿Esta seguro? — preguntó el chofer con cierta duda. No era la primera vez que su jefe se ofrecía a hacer las cosas por si solo, solo que en esos momentos la tormenta era tan poderosa que sabia que el traje se le empaparía en cuestión de segundos—. Tiene una reunión bastante importante en el bar, no puede ir con el traje totalmente empapado.

—No tienes de que preocuparte— comentó aquel hombre con el rostro serio. Buscando con la mirada el paraguas que había tomado antes de salir de casa. — no creo que, por unos cuantos segundos, el traje terminé echo un desastre. Solo le pediré que se retire de la calle.

—¿Esta seguro?

—Lo estoy— comentó, lanzando la laptop al asiento de al lado para después tomar el paraguas negro y bajar del auto. El aire frio lo golpeo repentinamente cuando cerró la puerta del auto y caminó hacia el frente del auto.

La poderosa tormenta por un momento provocó que su paraguas negro se tambaleara sobre él. Provocando que unas cuantas gotas cayeran sobre su elegante traje negro.

Una pequeña grosería se escapó de sus labios antes de finalmente poder caminar hacia la mujer. Al verla sintió un extraño remolino en el estomago que le provocó que el aire se le escapara por completo. Aquellos ojos marrones lo habían cautivado de una extraña manera, los gruesos labios y el cabello oscuro le parecían tan atractivos que no podía apartar la mirada.

—Oye— dijo con el ceño ligeramente fruncido. Manteniendo la expresión seria.

Tratando de ocultar el claro interés que acababa de tener por ella.

Camila cerró los ojos antes de intentar verlo. Aquel hombre que se acababa de detener frente al auto parecía un ángel recién caído del cielo, con su cabello oscuro, con su mirada oscura y su rostro serio parecía que finalmente un ángel de la muerte acababa de ir por ella.

—¿Puedes escucharme? —preguntó al ver que ella no parecía estar dispuesta a contestarle—. ¿Acaso hablamos el mismo idioma, no?

—Lo hacemos— respondió ella, con la voz un poco ronca por culpa del grito que acababa de soltar.

—¿Entonces me puedes explicar por qué estás en medio de la calle?

—¿Acaso no puedo hacerlo?

—No, no cuando estoy tratando de pasar— expresó con calma.

—Puedes pasarme por encima, no hay problema— respondió ella con una sonrisa triste.

—¿Necesitas ayuda? —preguntó él de repente—. Una mujer no debería de estar bajo la lluvia. Mucho menos sola, ¿Dónde está tu novio?

Camila no pudo evitar bajar la mirada por un momento, sintiéndose repentinamente avergonzada por el comentario que acababa de recibir.

Él al ver su reacción se puso de cuclillas y la cubrió con el paraguas negro que mantenía sujetando con fuerza sobre él.

—¿Necesitas ayuda? —volvió a decirle. Esta vez a unos escasos centímetros de su rostro.

Con solo verla sabia que no se encontraba bien, que necesitaba un poco de protección y su frágil corazón no podía negarse a ayudarla cuando la terminaba por encontrar hermosa.

—No— le respondió ella—. Lo que menos necesito es la ayuda de un hombre.

—¿Acaso un hombre te lastimó?

—Estoy bien.— respondió de mala gana.

—¡Lo único que quiero es ayudarte!

—¡Y yo te estoy diciendo que no quiero ayuda! —le gritó en el rostro. Levantándose del suelo con una expresión de molestia en el rostro.

—Bien— fue lo único que dijo él antes de regresar al auto con la misma expresión de molestia que ella le había mostrado.

—Señor, ¿Se encuentra bien? — le preguntó su chofer al verlo con una expresión completamente diferente.

Harry por lo general siempre tenía dos expresiones en su rostro: Seriedad y molestia. Aunque por lo general la expresión de molestia muy raramente se veía en su rostro.

Por ello al verlo con una expresión de molestia en el rostro le pareció extraño.

—¡Esa mujer es una grosera, hermosa, pero grosera! —susurró molesto. Tomando nuevamente su computadora portátil—. Vámonos al bar de una vez por todas.

Camila caminó bajo la lluvia, desviando su mirada hacia aquel auto blanco que se había detenido por ella.

Harry al pasar a su lado, la observó y suspiró molesto. Era la primera vez en su vida que conocía a una mujer tan hermosa que lo hiciera enojar con unas simples palabras. Por lo general mantenía en línea sus sentimientos, pero ella acababa de sacarlo de quicio con tanta facilidad que le intrigaba. Le intrigaba tanto que deseaba poder volver a verla en algún futuro.

Incluso si sabia que eso sería totalmente imposible, quería volver a verla.

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