Capítulo 3

Los Rose estaban devastados cuando llegaron a la cocina de aquella casa que una vez fue la más alegre, luego de su visita a los Moore. Eleanor era la más afectada. Parecía que un desalmado le hubiera dado con un palo en la cabeza. Estaba aturdida y no escuchaba a sus hermanos. Como un animal de costumbres, puso la tetera al fuego para tomar un té. Perdida en su mundo interior, trataba de buscar la forma de encontrar tanta cantidad de dinero, pero no podía encontrarla, no había una manera posible de reunir ese dinero en poco tiempo…ni siquiera en un año entero trabajando todos.

Una mano femenina pasó por delante de su cara y la hizo volver a la realidad. Farrah, la miraba preocupada. Había visto una esperanzada Eleanor, ir a la casa de su amigo, y ahora la rubia estaba como dos metros bajo tierra, de lo decaída que se mostraba. Farrah le apoyó una mano en el hombro y le sonrió. Ella sólo la miró, no entendiendo el gesto de su amiga. Farrah, hizo una mueca parecida a una sonrisa y fue hacia la alacena para preparar las tazas. Los otros Rose, se sentaron a la mesa, esperando que alguien los sacuda de semejante desilusión. Pero nadie hablaba. Hasta que el pitido de la tetera, anunciando que el agua estaba hirviendo, los sobresaltó. Se miraron unos a los otros, y bajaron la mirada.

—¿Quieres acompañar el té con algunos bollos Emerson? — Preguntó Farrah. El pelirrojo negó con la cabeza — Te hará bien comer algo…

—Farrah, realmente no me pasaría ni un bocado — Miró a sus hermanos. — estoy seguro que podremos encontrar algo qué hacer. ¿Podríamos juntar ese dinero, no? —

—Si… — dijo Emmanuel. — En diez vidas… — Y sonrió amargado.

—Frederic y Franklin… — dijo Eleanor. — Tal vez ustedes… tienen la tienda ¡y les va bien!

—Eleanor — dijo Frederic — hemos descuidado el negocio… tenemos muchos compromisos que asumir… ya no creamos muchos trucos ni bromas… la gente ya no cae con lo mismo.

—Pero aun así…

—Tenemos deudas — dijo Franklin. — Alguien ha ofrecido comprarnos parte de la tienda, e invertir… por supuesto que si por nosotros fuera, daríamos el dinero… pero casi todo se irá para el banco… tú sabes, saldamos giros en descubierto. A pesar de eso, no llegamos ni al 10 de lo que necesitamos.

—Entiendo — se sentó en la silla. — Tal vez si pedimos un préstamo al banco…

—Eleanor — dijo Ferdinand. — Esos ladrones no te darán un crédito, si no tienes una garantía… ¿qué darás, esta casa? — la miró. — no nos darán ni mil Euros…

—Pero algo podemos hacer… todos trabajamos… podríamos pagar en cuotas…

—Y dime Eleanor ¿de qué viviremos? Cómo harás para mantener la casa, si lo poco que ganamos todos, no alcanzaría para pagar una cuota…

—Si, pero podríamos sacrificarnos… ¡Ferdinand tu trabajas en el banco!

—Eleanor — dijo Ferdinand. — te olvidas que Evana y yo tendremos un bebé. Y que… yo no sabía que esto pasaría — golpeó la mesa, con rabia. — pedí un préstamo para ampliar la casa…

—Podríamos vender… digo ¡algo podemos hacer! ¡Vamos, somos Rose! ¡Tenemos que hacer algo por nuestros padres! —

—No se me ocurre nada… no tenemos nada que poder vender fácilmente… — dijo Emerson tomándose la cara. Farrah, se sentó a su lado y lo abrazó. — odio ser pobre…

—Emerson, cariño… no te pongas mal.

—Farrah, no sirvo para nada… mi trabajo en el Congreso es una porquería. Yo… ni siquiera sé que estás haciendo conm…

—¿Por qué tenías que pedir ese préstamo?, ¿eh? — gritó Eleanor enojada. — ¡Es por esa mujer! — Ferdinand la miró enojado. — Dándose aires de millonaria… ¿sabe que se casó contigo?

—¡Yo tengo una vida Eleanor! ¡Mi esposa tendrá un bebé y tengo derecho a darle algo que se merece!

—¡Claro! Y ustedes… — volcando su rabia a los gemelos. — por andar de farra, han despilfarrado su dinero…

—¡Acaso estás desquiciada! Creo que Sophie tenía razón ¡te tendríamos que internar por loca!

—¿Si, Eleanor, por qué no le pides el dinero a tu hermoso noviecito, ¡A fin de cuentas, por su padre, los nuestros están como están!

—¡Cállate Emerson! — chilló Eleanor, levantando la voz en gritos desesperados. — Sabes que Kalem perdió todo su dinero a causa de sus padres. Sólo le queda la casa…

—¿Por qué no la vende, si tanto te ama? — bufó Emerson. — ¿o sólo lo dice de la boca para afuera?

—¡No te lo permito! ¡No dudo que Kalem vendiera su casa para ayudarme! ¡No la puede vender, porque sus padres hicieron un hechizo para que no pueda deshacerse de ella, ¡Sabían que era lo primero que haría Kalem cuando tomara posesión de esa casa!

—Si, claro… ¿qué conveniente, no?

—¡BASTA! — gritó Farrah y todos la miraron. La chica estaba roja, con lágrimas en los ojos a punto de salir, y sus cabellos se habían levantado de lo furiosa que estaba. — ¿acaso se van a matar entre ustedes ¡En estos momentos, de nada sirve que se estén reprochando actitudes pasadas! Deben estar unidos, y tratar de encontrar una solución…

—¡Farrah! — dijo Ferdinand. — nuestra solución cuesta treinta mil euros… ¿de dónde crees que los sacaríamos?

—¡No se!¡Pero peleándose entre ustedes, les digo que tampoco los conseguirán!

—Tienes razón Farrah — dijo Emerson. — Lo siento…

—Yo también — dijeron los demás. Eleanor aún estaba en silencio.

—Eleanor — su hermano Ferdinand se acercó. — Ya verás, encontraremos una solución. — Farrah se fue hacia la mesada de la cocina y se dispuso a ordenar un poco. Los demás continuaron sentados en sus sillas.

—Lo siento. Es que… por un momento contemplé la posibilidad de ver a mamá y papá sentados aquí con nosotros como antes… — se abrazó a su hermano mayor y lloró. Fueron muchas desilusiones ese día. Primero despertarse sabiendo que Kalem estaba enfadado con ella, luego esa luz en la oscuridad, y ahora de nuevo la desazón de no poder hacer nada por sus padres. De pronto Farrah pegó un grito. Un grito acompañado de un nombre.

—¡Carlisle! — todos la miraron sin entender. Ella los miró sonriendo y luego levantó el diario, mostrándoles la foto de su amigo.

—Farrah… ¿qué dices? — dijo Emerson levantándose.

—¡Carlisle! El podría ayudarnos…— suspiró y buscó en el diario. — ¡Miren, aquí dice que tiene quince cámaras en el banco repletas de oro!

—¡Ni lo sueñes! — dijo Eleanor seria — Estamos desesperados, pero no para buscar a ese idiota, y pedirle un favor…

—¡Eleanor! — dijo Farrah. — ¿qué posibilidades tienes de tener un amigo tan rico?

—Ninguna Farrah. — dijo Emerson apagado. — si no lo recuerdas… abandonamos a Carlisle…por culpa de esta idiota — miraron a Eleanor.

—Pero deberíamos ir y hablar con él — dijo Farrah entusiasmada. — Estoy seguro de que no se negará…

—Estamos hablando de ese infeliz… — dijo Eleanor con rencor. — Cualquier cosa es posible.

—Cállate Eleanor — dijo Emerson levantándose de golpe. — Nada perdemos con proba, ¿no? —

—Pues yo no iré a pedirle de rodillas, porque de seguro ese nos hará humillar por el dinero…

—Carlisle no es así…

—¡Pues tampoco sabíamos que era asesino!

—¡El no tuvo la culpa de lo que les pasó a nuestros padres! — dijo Emmanuel. — Madura niña idiota, si —

—¡No me dirás que madure! ¡Odio a ese infeliz y no quiero deberle nada!

—¿Tan egoísta eres que no piensas en nuestros padres? — Eleanor se calló. — Bien ¿quién irá? — dijo Ferdinand.

—Bueno… yo estoy dispuesta a ir — dijo Farrah decidida.

—No Farrah — le contestó Emerson — Yo iré. Lo usual sería que un miembro de la familia vaya… si, iré mañana y hablaré con él… no creo que se niegue. — Eleanor se levantó de golpe y tomó su abrigo.

—Bien, bien… ¿Eso es lo que ustedes decidieron? — todos asintieron. — ¡hagan lo que les parezca, pero no cuenten con mi apoyo! Antes de pedirle algo a ese imbécil, me mato… — y salió sin decir mas

—No se preocupen… — dijo Farrah. — ya se le pasará. Ahora debemos buscar las palabras adecuadas para hablar con Carlisle…

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