Capítulo 2.

MAIA CARRIZALES.

—Eres mía —se acerca más a mí— ¿En serio creíste que podrías escapar?

—Yo...

Veo un jarrón y en menos de cinco segundos, golpeo a Nicolás con él en la cabeza.

Aprovecho que se agarra la cabeza por el dolor y salgo corriendo de la habitación.

Cuando estoy a punto de llegar a la puerta del departamento, alguien me agarra de la cintura y me tira al suelo.

Veo a Michael asustada.

—Lo siento, aborto mal parido —me dice—. Pero debes de aprender que tu lugar esta al lado de él.

Alguien me agarra por detrás de la cintura y me carga.

Veo a Michael salir de mi departamento y cerrar la puerta antes de que Nicolás me tire sobre la cama.

—¡No, no, no, no, no!

Él se pone arriba mío y empieza a besarme.

Intento apartarlo con todas mis fuerzas pero no funciona.

Y nuevamente, me encuentro en esa situación.

Despierto sobresaltada cuando escucho el despertador y a Camila llorar.

Solo fue una pesadilla, tranquila.

Me levanto de la cama y me dirijo a cargar a la pequeña.

—Shh —le digo mientras la mezo— ¿Tienes hambre?

Camila deja de llorar, pero sigue haciendo pucheros.

Dejo un beso en su frente y agarro una de sus manitas para después decir:

—Vamos a comer.

🌓🌓🌓🌓🌓

Vacío las verduras en el sartén con carne y empiezo a mezclar todo.

Volteo para ver como esta Camila.

La veo dormida en su cochecito y sonrió antes de volver a ver mi comida.

Adoro a esa niña.

Alguien llama a la puerta de mi departamento y yo me tenso un poco.

—¿Quién es?

Me acerco y cargo a Camila cuando escucho que nadie me contesta.

Abrazo la bebé contra mi pecho alejándome lo más que puedo en la sala.

Vuelven a llamar a la puerta.

—¿¡Quién es!?

Y cuando estoy a punto de irme a la habitación para salir por la ventana con la bebé en brazos, alguien habla.

—¡Soy Christa! —me contesta— ¡Ábreme!

Suspiro aliviada y voy a abrir a la puerta.

Christa me ve alegre, pero su alegría aumenta al ver a la bebé que duerme en mi pecho.

—Hola —la saludo—. Me asustaste.

—Me lo imagino —me dice—. Aún no entiendo porque eres tan paranoica con las puertas.

No le tengo miedo a las puertas, tengo miedo a él se encuentre detrás de una de ellas.

—Veo muchas películas de terror —le miento—. No puedo evitarlo.

Ella asiente.

Le doy a Camila y ella la acomoda en sus brazos.

Camila se queja un poco pero sigue durmiendo.

—Gracias por cuidarla —me dice—. Armin y yo en serio necesitábamos una noche de pareja.

—No hay de que —le digo—. Y dime, ¿Camila ya va a ser hermana mayor?

Ella solo ríe.

—Aún no —me contesta—. Anoche acordamos que no me embarazaré hasta que Camila cumpla los seis meses.

Arrugo las cejas confundida.

—¿Y eso?

—Queremos dejar un poco más de un año de diferencia entre Camila y el nuevo bebé —me contesta—. Además, leímos que es mejor hacerle así para que ambos lleven una bonita hermandad.

—¿Aún quieren tener una docena de hijos?

—No son una docena, solo son diez —me corrige—. Y si, todavía queremos tener diez hijos.

—Bueno, te deseo suerte —le digo riendo—. Vas a estar embarazada por lo menos una década.

—Lo sé —ríe—. Pero valdrá la pena.

Camila lloriquea un poco, pero su mamá la mece y vuelve a estar tranquila.

—Bueno, nosotras ya nos vamos —me dice.

Agarra una de las manitas de su hija y la mueve mientras que voz infantil me dice:

—Adiós, Maia —sigue moviendo la mano de Camila—. Gracias por cuidarme.

Me río y agarro la manita de la bebé.

—No hay de qué, princesa hermosa —le digo a la bebé y luego me dirijo a su mamá—. Bye.

—Bye.

Christa se da la vuelta y se va por el pasillo al mismo tiempo que yo cierro la puerta de mi departamento.

Hace dos meses llegué aquí y conocí a Christa y a su esposo Armin e hija Camila.

Ellos tres viven en el piso de arriba y me han ayudado a adaptarme a Berlín, además de que Christa me ha conseguido trabajo en el hospital para traducir documentos, ya que ella es la trabajadora social.

A veces, cuido a Camila para que sus papás salgan a relajarse o simplemente descansen un poco.

La cuido aproximadamente una o dos veces por semana así que la pequeña ya tiene su propia cuna, cochecito, un poco de ropa y biberones en mi departamento para que sus padres no estén preparando una maleta con sus cosas.

Me acerco a la estufa y sigo preparando mi almuerzo.

🌓🌓🌓🌓🌓

Me veo en el espejo de cuerpo completo.

El pantalón blanco de tiro alto, hace resaltar mi ahora pequeña cintura y la blusa corta de tirantes color celeste con un pequeño escote, hace que mis pechos se vean más grandes.

Mi pelo ahora es de un tono más claro y ahora mido 162 cm.

Todos estos cambios ocurrieron debido a que él me marco.

Veo mis ojos en el reflejo del espejo y hago una mueca cuando veo como tienen reflejos grises, los cuales indican solo una cosa.

Los efectos del medicamento se están acabando y en cualquier momento, esa voz volverá a atormentarme, al igual que Nicolás podrá escuchar mis pensamientos en cualquier lugar y también podrá percibir mi olor.

Lo peor de todo no es que vuelva a escuchar a esa voz o que Nicolás lea mis pensamientos o que pueda percibir mi aroma porque todo eso se puede solucionar tomándome una pastilla especial.

Lo peor de todo, es que cada día que pasa, me desconozco a mi misma y eso nadie ni nada me lo puede quitar.

Agarro mi bolso con mis cosas adentro y después de ponerme un abrigo, salgo de mi departamento.

Veo como el departamento de al lado se está ocupando, ya que la puerta está abierta y hay personas entrando con cajas y muebles.

Le resto importancia y me voy de ahí no sin antes ponerle seguro a la puerta.

🌓🌓🌓🌓🌓

—¿Cómo estuvo tu semana?

Veo las cosas que tiene en su librero.

—Bien —le respondo viendo como tiene varios libros que de seguro no ha leído, no lee y que muy seguramente no va a leer.

¿Por qué a las personas les gusta decorar sus libreros con libros que ni les interesa? ¿Acaso es una regla de su trabajo?

—¿Qué hiciste?

Veo la foto en donde sale ella con su mascota.

Quiero una mascota.

—No hice mucho —le respondo—. Solo trabaje, cuide a Camila y salí a pasear un poco por la ciudad.

—¿Camila es la hija de tus vecinos, verdad?

Asiento y me voy a sentar en el sofá enfrente de ella.

—Sí —le respondo—. Es una bebé muy tierna.

—¿Has pensado en lo que hablamos la sección ante pasada?

Mi poco buen humor cae por eso.

—¿Maia?

—No —le respondo—. No lo he pensado.

Ella anota algo en su libreta.

—Según esto, fuiste secuestrada el 15 de mayo del año pasado y lograste escapar el 27 de septiembre de ese mismo año.

—Sí, eso es correcto.

—Maia —me habla la psicóloga— ¿Te has dado cuenta de que ya ha pasado un año de todo eso?

Asiento.

—¿Cómo te sientes con eso?

—Supongo que bien —le respondo—. Digo, no me gusta mi nueva vida, pero es mejor que seguir secuestrada.

Subo mis piernas y las abrazo.

—Él ya no esta —me dice—. Él ya no te va a hacer daño.

—Al menos que me encuentre.

Miriam suspira.

—Maia, ya hemos hablado sobre que no debes de vivir con miedo y tampoco debes de olvidarte de vivir experiencias solo por lo que ocurrió.

—Si lo dice por si no sé si quiero tener una pareja o ser mamá, se equivoca —le digo.

—¿Entonces por qué no quieres tener una relación amorosa y tampoco quieres tener hijos?

Abrazo más mis piernas.

—No quiero tener una pareja porque no tendría sentido.

—¿Por qué no tendría sentido?

Suspiro.

—Me la paso cambiándome de nombre, mudándome de lugar y fingiendo ser alguien que no soy —le respondo—. Sería imposible tener una buena relación con alguien si ni siquiera puedo ser yo misma.

—¿Y por qué no quieres ser mamá?

—Si tengo un bebé, tendría que hacerlo vivir este estilo de vida y no sería justo—le contesto—. Además, ¿cómo le explicaría que nos tenemos que mudar a cada rato por la culpa de un maldito hombre que está obsesionado conmigo?

La psicóloga ya no dice nada más sobre.

—Veo que tienes ojeras —me comenta— ¿Las pesadillas han vuelto?

Asiento.

—¿Y cómo han sido esta vez?

No contesto.

—Maia, sabes que debes de contestar para poder progresar y así superar todo lo que viviste.

Suspiro.

—Soñé...que él me encontraba y se metía a mi departamento sin que yo me diera cuenta.

—¿Y qué más sucedía?

Bajo la mirada.

—Él me decía que era suya y yo le rompía un jarrón en la cabeza, pero cuando estaba a punto de escapar, Michael aparecía y me tiraba al suelo.

—¿Michael es el amigo de él, verdad?

Asiento.

—¿Qué hizo Michael en el sueño?

—Me tiraba al suelo y me decía que mi lugar esta al lado de él.

Trago saliva cuando siento ganas de llorar.

—Maia, ¿qué más ocurrió en el sueño?

—Él me volvía a violar.

—¿Y Michael?

—Él solo se iba antes de que...

Limpio mis lágrimas.

—Maia, él no te va a encontrar y tampoco te va a volver a hacer daño —me dice—. Sabes que está muy lejos de aquí.

—Lo sé, pero aun así tengo miedo.

—¿Miedo de qué?

—Miedo de que me encuentre y le haga daño a las personas que amo solo por haberme escapado.

—Además del miedo, ¿qué sientes por él?

—Odio, asco y...ese estúpido sentimiento.

—¿Hablas de amor?

Asiento.

—Sabes que ese es un efecto de la marca, no lo puedes evitar.

—Lo sé, pero aun así odio todo esto —le digo—. Odio que me haya arruinado la vida y que me haya marcado para quererlo cuando no quiero hacerlo.

—Maia...

—No me vuelva a decir que esto es culpa de la marca porque ya lo sé —la interrumpo—. Cada día que pasa, ese sentimiento disminuye al igual que mi odio hacia él crece.

—No es bueno vivir con odio.

—Tampoco es bueno secuestrar a tu mate y arruinarle la vida, ¿pero acaso eso le importo a él?

—Debes de aprender a vivir una vida.

—¡Pero yo no quiero una nueva vida! —le digo llorado— ¡Yo quiero mi vida de antes! ¡Quiero volver vivir en Texas con mi hermano, quiero volver a tener el empleo que me encantaba y solo preocuparme por los mellizos o por el dolor de los estúpidos cólicos de cada mes!

La psicóloga me mira triste.

—Sabes que eso no se va a poder.

Limpio mis lágrimas con las manos.

—Lo sé —le digo—. Y eso es lo que más odio de todo esto.

Miriam me sigue haciendo preguntas sobre mis pesadillas y mi semana y yo se las contesto todas.

En un momento, mi vista ve el calendario en la oficina, en donde se muestra la fecha de hoy.

28 de septiembre.

Hace un año, estaba feliz por haberme escapado de él y llevar un día lejos de su lado.

Pero hoy, estoy muy triste, ya que no me había parado a pensar que aunque estuviera lejos de él, él seguiría arruinándome la vida.

Pase navidad, año nuevo y mi cumpleaños sola por su culpa.

No puedo hablar con mi hermano más que una vez cada dos o cuatro meses solo por unos minutos por su culpa.

Tengo que cambiarme de ciudad, de nombre y de apariencia solo para que él no me encuentre.

No puedo estar sin tomarme esa pastilla para que esa voz no regrese y él no pueda escuchar mis pensamientos o rastrear mi olor.

La mayoría de las noches, tengo pesadillas que no me dejan dormir.

Me da miedo cualquier ruido extraño.

Por esas y por más razones, lo odio tanto.

Jamás descubrí su apellido y no me importa saberlo. Lo único que me importa ahora es escapar para que él jamás me encuentre y siga arruinándome la vida como lo ha hecho hasta ahora.

Nicolás.

Ese es el nombre de la persona que hizo que mi vida se convirtiera en una verdadera pesadilla.

Pero sobre todo, ese es el nombre de la persona que espero que se muera para poder vivir tranquila nuevamente.

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