CAPÍTULO 01

CIRCE

—¡Permiso!, ¡permiso! ¡señora, muévase! —grité. Iba tarde a mi primer día de trabajo y todo me estaba yendo mal, así es que iniciaba el día y ya todo estaba en mi contra. Mi alarma nunca sonó, a mitad de mi baño el agua caliente se acabó y tuve que terminar con agua fría. «Odiaba el agua fría».

Para continuar con mi mala suerte, se rompió el tacón de uno de mis zapatos, así que tuve que ponerme zapatillas, corrí para tomar el bus, pero a la escuela cerca de mi casa se le había ocurrido tener un desfile con esas criaturas gritonas y chillonas que le llaman niños. Así que estaba empujando a todo el que se me atravesara en el camino. 

Al salir de esa marea de gente, corrí hacia la parada y al parecer el cielo se había empezado a compadecer de mí, ya que alcancé el bus, pero canté victoria desde muy temprano, todos los sillones estaban ocupados, así que tuve que ir de pie. 

Miré mi reloj, si el bus no tenía algún percance llegaría a tiempo. Era un desastre de mujer, por eso era que los hombres siempre me abandonan, siempre estaba distraída y al parecer todos los dioses y seres sobrenaturales del universo estaban en mi contra, ya que las cosas siempre salían peor de lo que me proponía. 

Al fin llegué a mi nuevo lugar de trabajo, Wolf’s Company, un consorcio de cadenas de hoteles y casinos del país. Cuando Ada me mencionó que había encontrado trabajo para mí, esperaba algo más importante, tal vez en el área comercial o de informática. 

—¿Qué es lo que traes puesto? —Cuestionó mi amiga al verme.

—Es el uniforme.

—No, ese no es el uniforme. 

—Bueno tal vez, le bajé un poco a la falda y la camisa un poco sudada, pero se me hizo tarde y tuve que correr. 

—Circe, nunca puedes dejar de ser tu. No he conocido a una mujer con más mala suerte pero como soy tu mejor amiga, estaba preparada, en mi casillero tengo otra blusa para que te la cambies, en esta empresa la presentación es lo más importante.

—Nadie va a notar mi presencia en el sótano.

—No importa, si estás en el sótano o en la planta más alta, aquí siempre debes verte presentable. 

Estudié muchos años como ingeniera en sistemas y terminé como ayudante de seguridad, pasaría todo el día en el sótano, viendo las cámaras de seguridad. 

Sonaba aburrido, lo sé, pero a estar en mi casa acostada en medio de la sala en desesperación, esto podía ser aburrido, quién sabe que podrías encontrar en el estacionamiento de una empresa. 

Entramos al gran edificio, marcamos nuestra entrada y fuimos directo a los casilleros. Mi amiga estaba muy bien vestida, teníamos el mismo uniforme pero el de ella está muy bien planchado, sus cabellos bien peinados, su cara maquillada y tacones altos. Ella era secretaria en el área ejecutiva, así que siempre estaba cerca de los jefes. 

Así que no entendía por qué tenía que verme igual que ella, si a mí nadie me vería. 

—Este será el tuyo. —señaló el casillero mi amiga al lado del suyo. Esto me recordó a la escuela —. Quítate esa camisa, tú olor se siente a cien metros a la redonda. 

Obedecí a mi amiga y me apresuré a cambiarme, antes que ingresara alguien más. Guardé la camisa sudada en mi casillero y lo aseguré. Mi amiga me regaló un poco de desodorante y arreglo mi cabello. 

—Gracias, amiga, no solo por la camisa, por este trabajo y tu apoyo. —Me acerqué y le di un abrazo. 

—Te quiero amiga. Pero por favor arregla esa falda, mañana te espero con tacones y bien peinada y procura levantarte más temprano. Sé que este no es el trabajo que esperabas, pero creo que ya es algo. 

—Es mucho para mí, gracias por recomendarme y prometo que mañana pondré mayor empeño en mi arreglo personal. —Me despedí de mi amiga y me dirigí al sótano. Ada me había explicado en dónde se ubicaba y lo que tenía que hacer. 

Llegué a una pequeña habitación, allí se encontraba varias pantallas en donde podía visualizar varias áreas de la empresa, estacionamiento, entrada y el salón de eventos.

Tomé la enorme silla y me senté, al menos si estaba cómoda. Iba a pasar muchas horas acá sentada.

Empecé a revisar todo, computadora, teclado y enumerar cada una de las cámaras. A pesar de ser una persona distraída, era muy organizada y cuando estaba en algún trabajo me gustaba hacerlo bien.

Las horas pasaron y nada emocionante ocurría; solo autos elegantes que se estacionaban, personas que bajaban y tomaban el ascensor. Vi mi reloj, era hora de una merienda y recordé que mi dinero lo había dejado en mi blusa. 

«Solo serán cinco minutos» pensé. Tenía que ir por dinero y después ordenaría algo a domicilio. Se suponía que no podía dejar mi área de trabajo, pero ¿qué podía pasar en cinco minutos? Nada, en este lugar no pasaba nada emocionante. 

Caminé de prisa para llegar a mi casillero, pero antes de lograrlo noté algo raro. Un hombre estaba en el mismo lugar, en sus manos tenía una blusa y pasaba su nariz por ella.  Miré de manera detenida ¡Era mi blusa! Pero ¿qué le pasaba? 

—¡Oye, deja eso! —ordené. Él me miró, sus ojos era de color rojo, un rojo muy brillante. Caminé hacia él, le arranqué mi blusa y la metí de nuevo a mi casillero.

—¿Eso es suyo? —preguntó. Vi de nuevo sus ojos, el color rojo ya no estaba. 

—Claro que es mío y usted está cometiendo un delito —exclamé.

El tipo se acercó de manera lenta, hasta arrinconar entre los casilleros y él. No estaba nada mal, si lo veías así de cerca, era muy guapo, pero sus actitudes eran demasiado extrañas. 

«¡Dios! Porque siempre me tocaba chocarme con tipos estúpidos» 

Llevó su nariz hasta mi cuello, sentí el olor de su loción, se notaba que era muy cara y varonil. ¿Qué estaba haciendo? ¿Cómo podía permitir que este imbécil se acercara tanto? Lo empujé de un solo. Levanté mi mano y la estampé en su rostro. Giró su rostro debido a mi golpe y después regresó su mirada a mí.

—Eres un pervertido, idiota e imbécil, ¿que te crees? Daré la queja a tus jefes y que te despidan de inmediato. —amenacé. 

Solo rio de manera sarcástica, se dio media vuelta y se fue. No sin antes darme una última mirada de arriba a abajo.

«¡Maldito pervertido!». Que ni pensara que esto se iba a quedar así. 

¿Quién era ese tipo? ¿Y cómo había abierto mi casillero? 

Entonces me di cuenta, el candado estaba roto. No podía pasarme esto en el primer día de trabajo. Este imbécil había roto mi candado y ultrajado mi ropa. 

—¡Circe! —escuché un grito—¡Circe! 

Corrí hacia mi lugar de trabajo y un tipo gordo estaba parado en la puerta. Ese tipo desagradable era el jefe de seguridad. 

—Disculpe, señor es que…

—¡Regla número uno: no se deja el puesto de trabajo! 

—Perdone, solo fue un par de minutos. 

—Minutos en los cuales alguien pudo robar un auto. 

—Es que necesitaba comer algo y fui por mi dinero. 

—Si quiere comer, pida a la cafetería de la empresa, ellos se lo traen y si no tiene para pagarlo, ellos llevan un registro y lo descuentan de su sueldo. 

—No lo sabía —dije con vergüenza. 

—Regrese a su lugar y más le vale que no vuelva a salir. Su horario termina a las seis, viene un nuevo empleado y toma su lugar. ¿Entendido? 

—Si, señor. Le prometo que no pasará. 

Regresé a mi silla y bufé. «¡Paciencia Circe! No puedes decepcionar a tu amiga»

Puse mi mano sobre mi mejilla y el codo sobre la mesa. Apenas eran las diez de la mañana y ya tenía sueño. Increíble. 

Cerré mis ojos y la cara del pervertido vino a mente. Era guapo, muy guapo, recordaba sus ojos de color rojo, eso era algo inusual; sin embargo, no dejaba de ser un depravado.

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