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POV Leonardo:

Aquellos votos dichos por Angela, fueron los mas inesperados, graciosos y verdaderos que jamás había escuchado antes en una boda. Estoy casi seguro de que ella no los ensayo; conociéndola seguramente se olvido de preparar algo. La vi nerviosa, así que, hice lo único que podía hacer: reírme. La verdad que dijera aquello me pareció muy gracioso, me siento más cómodo ahora, y se que ella tambien porque tambien se ha reído.

El sacerdote ha dicho las palabras mágicas, y, acercándome a ella, la he besado en los labios, en esos labios que me saben a fresa, ella, ha correspondido a mi beso. Todos han aplaudido, creo que después de aquellos votos matrimoniales tan improvisados y extraños de Angela, ha quedado claro que, si tenemos algo, pareciera que nos tenemos toda la confianza del mundo, incluso puedo ver la cara de mi hermano llena de indignación.

Después de la ceremonia religiosa, los invitados y, por supuesto nosotros, llegamos a la recepción. Todo lo organice en el hotel mas lujoso de la ciudad. Angela parecía muy sorprendida, por supuesto, seguro pensaba que yo no era capaz de algo así, ella siempre me ha considerado como un imbécil.

—Wow, admitiré que te luciste Leoncito, esto es bellísimo —

Me dijo al oído casi fascinada. Aunque no pude notar percatarme de algo cuando se acercó a mí, a pesar de estar casándose conmigo, trae enredado en la muñeca ese estúpido collar con la S. Me siento enfadado.

—¿No crees que es de mal gusto usar esa cosa en nuestra boda? — le reproché. Ella me miro con seriedad.

—No pensé que fuera a molestarte, después de todo, ambos sabemos que esto no es mas que una farsa —

Ella me respondió aquello, pero se quito el collar, el cual guardo con disimulo en la pequeña cartera que llevaba. Aquello me hizo sentir solo un poco aliviado, a decir verdad, me molestaba que, en nuestro día, fuera por contrato o no, ella usara esa cosa. Llegando a la mesa en donde nosotros estaríamos, Angela se sorprendió al mirar aquellas flores.

—¿Cómo supiste que las lavandas son mis flores favoritas? —

Me pregunto asombrada cuando tomo una para olerla.

—Literalmente no usabas otra decoración en tus libretas, y solías usar ese apestoso perfume de lavanda que me mareaba, ¿Cómo podría haberme olvidado de aquello? — le respondí.

Ella me sonrió, y esa sonrisa no era la misma cínica que me regalaba siempre.

—Cualquiera se olvidaría de eso, eres un tonto…pero, de verdad gracias, con esto aquí…esto se siente menos falso —

Ella me respondió aquello con algo de tristeza, y yo no puedo evitar pensar que lo dice porque desearía estarse casando con alguien más…no quiero pensar en eso.

Toda la ceremonia estaba transcurriendo con tranquilidad, en algún momento vi a mi padre hablando con el de Angela, sin duda alguna habían tocado el tema de lo que vendría ahora que sus familias se habían unido a través de nosotros. Realmente por eso momento, no me importaba mucho aquello. Tan solo podía ver a Angela luciendo como un ángel mientras acariciaba esas flores de lavanda, aunque por dentro fuera un demonio.

—Veo que era verdad, ella se caso contigo, me pregunto, ¿Cómo es que lo lograste? —

Mi hermano dijo esas palabras, pero no se acerco a hablarme, era mas que obvio que todo esto lo estaba molestando demasiado.

Los invitados quedaron extasiados con todo aquel lujo que mi boda con Angela Luján desbordaba. Las mujeres la miraban celosas y ella se pavoneaba como solo ella sabía hacer. El objetivo se había cumplido, todos estarían hablando de la elegante boda del año entre Melgar y Luján.

La fiesta se había terminado. Angela y yo estábamos por abordar el avión para pasar “nuestra luna de miel”. Por supuesto, ella había escogido el destino, nada mas y nada menos que Hawái, el exótico paraíso. Todas las personas del vuelo nos miraban y sonreían, por supuesto, ambos éramos atractivos y parecíamos la perfecta pareja de recién casados, aunque Angela apenas pronunciaba monosílabos.

—Espero no arrepentirme de ir hacia ese lugar — le dije cuando ya estábamos en los asientos y rumbo a nuestra luna de miel. Ella sonrió con algo de maldad.

—No sabes lo que te espera querido Leoncito —

Me respondió con una sonrisa siniestra y sentí un escalofrió recorrer mi espina, Leoncito, hacia una eternidad que ella no me llamaba así. Tenía un mal presentimiento de aquello.

El viaje sería algo largo, a las casi tres de la mañana, recién terminaba de leer el libro que traje para acompañarme en este viaje. Mirando a Angela dormir, no pude evitar de nuevo notar que se había vuelto a colocar aquel collar. Si soy sincero, sentí que la sangre me ardió de rabia. No quería compartir a Angela ahora que ya era mi esposa, y así lo fuera solo por contrato y que no estaríamos juntos más allá de un año, me sentía celoso. Deje el libro hacia a un lado, y me acerque lentamente a ella, deseando no despertarla. Toqué sus labios con las yemas de mis dedos y los sentí tan tersos como los pétalos de una rosa. Sin poder evitarlo, y luego de observar sus enormes pestañas, sus mejillas suaves y rosas, la bese de nuevo. Estaba celoso de ese hombre al que ni siquiera conocía, ¿Por qué alguien había sido capaz de enamorarla? Sin querer, la bese mas fuerte, mas demandante, y ella, al despertar, no se separó de mí, me siguió besando como yo la besaba a ella. En ese momento no quería que existiera nada mas que Angela y yo, quería que ella me notara, que ella me prefiriera sobre ese hombre. Quería que Angela, fuera solo para mí.

Separándonos para tomar aliento, ella me miro con sus mejillas encendidas, y luego, pude ver como sus ojos se tornaron molestos.

—No vas a lograr seducirme tan fácilmente Leo —

Me dijo y luego, me dio la espalda. Yo solo rei un poco, se que ella gustaba de mi, solo era cuestión de tiempo para tenerla en mi cama. Yo no la amaba, ella tampoco me amaba a mi, pero había algo que surgia entre nosotros, y aunque no sabia bien que cosa era aquello, me gustaba mucho. Una hora mas tarde, sin que Angela se diera cuenta, ella misma busco mi calor, se quedo acurrucada junto a mí, abrazada de mi torso, y yo, no la aleje, tan solo la arrope a mi lado, después de todo, éramos ya marido y mujer, y me agradaba sentirla a mi lado.

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