Capítulo 2.

A través de los años siempre tuve esperanza, jamás la dejé de lado. Cada día despertaba con la esperanza de que algún ser místico nos salvará de las aberraciones del consejo, que llegaría y propagaría paz al reino.

Desde el momento que la princesa logró liberarme tuve la fuerte esperanza de que ella fuera quien nos ayudaría, de que ella sería nuestra salvadora.

Hasta ahora lo sigo creyendo y es por ellos que no dudo ni un segundo en salir del calabozo personalizado que me hizo mi madre, solamente para correr tras la princesa.

—¡Espera! —la voz de Kai me detiene en seco.

—No hagas ruido idiota —murmuró esperando que nadie nos esté observando.

—¿No tienes respetos a tus superiores? —musita muy cerca de mi oído haciéndome estremecer.

—No es necesario que estés tan cerca, y por si no te has dado cuenta estamos en plan de fuga a punto de cometer un crimen imperdonable ante los ojos del consejo. Así que te agradecería que hicieras silencio, si me van a mandar a la horca espero al menos llegar a cometer el crimen del cual seré juzgada si nos atrapan —replicó en un susurro.

—No me agradas —es todo lo que dice, reprimo una sonrisa, ya que supongo y no tuvo mejor comentario ingenioso.

—Tú a mí tampoco —Le doy una mira de soslayo antes de seguir mi camino, el cual es inmensamente largo, el bosque es muy extenso y sumándole mi poca actividad física, no tardó mucho para cuando mis piernas comienzan a doler —. Espera un momento ¿Quieres?

Le pido al rubio, puesto que parece que no le afecta en nada caminar por tantos minutos, a regañadientes se detiene y me observa con burla y fastidio.

—¿La princesa no está acostumbrada a caminar?

—¿Tú que crees idiota?

—Sé más respetuosa, ¿acaso no te enseñaron modales? —inquire con las cejas alzadas.

—Por supuesto que sí, pero eso únicamente con personas que verdaderamente se lo merecen, no con hombres que se adentran a las camas de jovencitas y las amenaza con matarlas —replicó con una sonrisa fingida.

—Lo dices como si lo que acabo de hacer fuera mi hobby —se ofende y yo lo miro incrédula.

—No sé si es tu hobby o no, ¡pero nada te costaba despertarme y preguntar con más empatía en lugar de cortarme y actuar como un desquiciado! —Sugiero y sus ojos se desvían.

—Deja de hablar y camina, que nos puede descubrir —desvía la conversación, suspiro antes de ver todo lo que nos falta.

Al pasar las dos horas más largas de mi vida, una sombra entre los árboles nos detiene en seco.

—¿Crees qué…?

—No hables —el hombre tapa mi boca y me pega a su pecho, la sombra se convierte en una silueta la cual no reconozco. Mi respiración se vuelve irregular al tenerlo tan cerca he impregnarse su olor tan peculiar en mis fosas nasales.

El desconocido pasa de largo sin percatarse de nuestra presencia, el hombre a mi lado aprovecha eso y toma mi brazo para seguir nuestro camino con la diferencia que esta vez me arrastra junto a él.

Pronto nos percatamos qué el desconocido a escasos pasos de nosotros va al mismo lugar, la barrera poco después aparece y gracias al tío de Elizabeth logramos camuflar nos entre las sombras del bosque. La figura frente a nosotros se escabulle en un sitio en específico de la barrera y desaparece de la nada.

—De seguro hay una grieta, debe ser un punto ciego para que pueda pasar sin preocupaciones. —comenta el rubio y yo solo espero a que nos guíe.

—¿Crees que nos hagan daño? —Le pregunto al estar cerca de la grieta.

—Es lo más seguro —responde dejándome nerviosa —. Espera a que pase primero.

Me detiene al ver que me estaba adelantando, antes de cruzar me mira por un par de segundos para luego proseguir a cruzar, sin pensarlo mucho lo sigo y lo primero que veo es el cuerpo del rubio en el suelo. Entró en pánico y me doy la vuelta para intentar huir, pero de repente todo se oscurece.

Al despertar poco entiendo lo que sucede, lo único que logró captar es que estoy en Hélido frente al rey y que nos dejara dormir en una de las habitaciones por esta noche, ¿o es de días? No lo sé, solo sé que actúo por inercia hasta llegar a la habitación a la cual me adentro y me lanzó a la cama, ya que me siento aún mareada.

—¿A dónde vas a dormir tú? —pregunto adormilada al rubio que parece está mucho mejor que yo.

—Yo no voy a dormir —responde secamente.

—¿Acaso eres de Nirgen? —preguntó atontada, pero consciente de lo que digo.

—¿Por qué lo dices?

—Pues, mírame y mírate —lo señaló y me señaló —. Todo me da vueltas, tengo mucho sueño y estoy cansada. No tengo idea de qué fue lo que nos pusieron para desmayarnos, pero en definitiva no creo que sea normal estar como tú, después de eso —explico mi punto y él solo asiente con la cabeza mirando hacia otro lado que no sea a mí.

—Duerme —Ordena, y mi cuerpo obedece al sentirse tan cansado con todo lo que ha pasado.

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