3

Los días fueron pasando, mis manos fueron desatadas, pero aún me mantenían encerrado en esta habitación, nadie más que ese Max conversaba conmigo. Mi desespero aumentaba cada vez que mencionaba que mi padre no aparecía con el dinero, pero ¿cómo lo haría? es mucho la deuda, cómo permitió que su amor al juego lo llevara a perder un monto tan alto, y cómo se atrevió a utilizarme para satisfacer sus ansias.

Tengo tantas preguntas qué tal vez nunca podría hacerle a mi padre. Mi madre debe estar triste ante esta situación, pero porqué me engaño, tal vez ni siquiera se ha dado cuenta que no estoy.

Mis amigos, ellos se habrán preocupado al no encontrarme en el bar, ¿serían capaz de buscarme? Me rehúso a pensar que estoy solo, que a nadie le importo.

La puerta de la habitación es abierta interrumpiendo mis pensamientos, mientras Max se adentraba con una charola de comida como cada día.

— No te martirices, mejor aliméntate.

— Mi padre ha venido?

— No, ni siquiera ha llamado.

— Cuántos días? — Pregunto con cierto temor, aunque ya supiera la respuesta, cada día le hacía la misma pregunta, solo para tener idea de cuánto tiempo llevo encerrado en esta habitación.

— Solo quedan dos días para que se cumpla el plazo de espera.

Aunque Max nunca me haya lastimado, no puedo confiar en él, su mirada y las sonrisas que suele dibujarse en su rostro solo me hace dar cuenta que no es una buena persona, que hará conmigo también es algo que aún no tengo seguro, pero ya me he hecho muchas ideas y ninguna de ellas salgo librado.

— Qué pasará luego de esto?

Max posa la charola sobre mis muslos para que comiera sin decir una palabra.

— Por favor... no eres una mala persona, si me dejas libre...me haré responsable de la deuda...

Max me mira sonriendo como si se burlara de mis palabras.

— No te parezco una mala persona?

Dudó en dar una respuesta, pero intento seguir mi juego, asintiendo con la cabeza lentamente.

— Las apariencias engañan Edie, no soy muy amable como crees. ¿Y piensas que podrás saldar la deuda de tu padre? De hecho, si en estos días no tengo respuestas suyas lo harás, incluso con intereses.

— Qué harás conmigo?

— Digamos que soy el que se encarga de que mis amigos obtengan placer u otras cosas. — Dice mirando mi cuerpo que me estremezco de inmediato. — En verdad no sé qué harán contigo, pero será una lástima que uno de ellos te marcase la piel. Eres muy bonito, si pudiera te dejaría para mí, pero me servirías más convirtiéndote en dinero.

— No! ¡Déjame contigo! ¡Haré lo que quieras! ¡Por favor!

— Mis demás juguetes se pondrán celosos de ti. Además, así como estás haré buen dinero.

— Por favor! — Le rogaba, pero nada parecía hacerlo cambiar de decisión.

¿Que puedo hacer para cambiar mi trágica realidad? quedarme aquí hasta el momento me parecía mejor que ser comprado por una persona que me hiciera daño.

Nuevamente Max me deja en la habitación con la puerta cerrada bajo llave, las horas las pasaba caminando cada rincón de mi prisión, no tenía nada de distracción, ni siquiera un libro al que aferrarme. Mi mente estaba a punto de volverse loca con cada idea que imaginaba.

¿Acaso será peor que esto? Todo lo que había planeado en mi vida no se cumplirá, mi profesión, mi futuro, todo ha cambiado a convertirse en cuatro sucias paredes.

*******

Mis ojos apenas comenzaban a abrirse, cuando la puerta es abierta y la silueta de dos personas se aproximan a mí a tomarme con fuerza de ambos brazos comenzando a arrastrarme fuera de la habitación.

— Qué están haciendo! ¡No! ¡Suéltenme! Max!

— Max? — Pregunta con burla uno de los hombres. — Fue el señor Max quién nos ordenó a llevarte a la jaula.

— La jaula! ¡No! ¡Debe tener más tiempo!

— El tiempo de tu padre se ha acabado. El muy cobarde jamás apareció. — Dice el otro hombre ajustando la presión de sus dedos en mi brazo.

— Por favor! ¡No quiero ir! Max! — Aunque supiera que nada podía cambiar mi infierno, no quería rendirme, aunque fuera el mismo Max quién es dueño de este lugar.

Una puerta es abierta dejando ver una celda como una prisión albergaba a muchos otros jóvenes. Pero estos no luchaban como yo por ser libres, se encontraban sentados uno a lado del otro en silencio. Sin embargo, a mí me seguían arrastrando mientras me resistía.

La celda es abierta y me arrojan cayéndome sobre uno de los jóvenes, de inmediato me pongo de pie para ir corriendo a las rejas gritando que me liberarán.

— Por favor! ¡No debo estar en este lugar! Max! ¡Ayuda!

— Nadie aquí. — Escucho la voz de uno de los chicos que se encontraban en el lugar. — Debería estar en este lugar. Deja de gritar o todos seremos castigados por tu causa.

Giro a mirar a las demás personas y todos tenían la mirada fija en mí, pero parecían idos, suplicantes, cualquier expresión menos las de unas personas normales.

— Lo siento, pero-- esto no debe estar pasando, yo-- yo no quiero estar aquí. — Me sentía un niño pequeño a quien se le formaba lágrimas en sus ojos cuando su madre lo deja en el jardín de niños.

— Ya estás aquí, y no podrás cambiarlo. — Dice una joven con los ojos adormilados.

— Qué-- qué harán con nosotros? — Pregunto, pero uno de los jóvenes con el dedo índice sobre sus labios mi indica que guardara silencio, luego me indica para acercarme con sus dedos.

— No grites, como te he dicho, si provocas a los guardas seremos castigados y te aseguro que no querrás saber cómo.

Me siento a su lado mientras los demás seguían en lo suyo.

— Mi nombre es Leo, llevo aquí mucho tiempo y no sé qué podría ser peor, si seguir en esta celda o ser comprado por uno de esos cerdos.

— Soy Edie, quienes son esas personas?

— Has nombrado a Max, y no sé porque le pedías ayuda siendo él quién nos entrega a esas basuras.

— Max no es tan mala persona.

Sonríe como burla ante mi inocente comentario.

— No creo que estemos hablando de la misma persona, todos aquí somos unos juguetes en venta

— Ju-- juguetes?

— Lamento arruinar tu inocencia, pero te convertirás en un juguete de uno de esos hombres o en lo peor o mejor de los casos terminarás muerto antes de pasar por más cosas.

— Que quieres decir?

— Ahh, recuerdo cuando me trajeron aquí también era así de tonto, Max nos venderá a uno de los mafiosos que vienen a buscar juguetes sexuales.

— Que!?

— Shhh, no grites! — Me susurra por lo alto.

— No soy gay...

— Y a quien le importa si lo eres? Mientras les gustes en la exposición te compraran y listo.

— Esto es el infierno. — Mis lágrimas comenzaron a caer mientras Leo llevaba una mano sobre mi hombro para animarme.

— Lo es, pero ruega que quien te compre no fuera un demonio.

— Y quien no lo es! Son mafiosos, se supone que no serán ángeles piadosos.

— Jaja siento como si hablara con mi hermanito, existe uno que no es un ángel, pero si haces lo que debes no te matará con sus manos.

— Qué!? Me matarán.

— Bueno, he oído que este hombre es feroz, con una mirada penetrante, no utiliza muchas palabras, pero si las suficientes para saber lo tenebroso que es. No viene mucho, pero cuando lo hace Max nos lleva a todos aseados para que se llevara a uno. Es el mafioso más temible, dicen que si no cumples con sus deseos en la primera noche que eres comprado en ese mismo instante te toma del cuello apretando tan fuerte hasta que dejas de respirar.

— Dios! ¡Por qué no solo le da un tiro! — Susurro alto.

— Dicen que disfruta ver cada segundo de tu agonía.

— Es un psicópata!

— Vaya que lo es, pero los demás en verdad son unos cerdos asquerosos, este hombre es extremadamente guapo, pero odia ser observado, si te descubre es capaz de arrancarte los ojos con sus propios dedos.

— Q-- quién es? — Pregunto con temor mientras todos giran a vernos para que Leo terminará por nombrar ese nombre.

— Eric Pearson...

Capítulos gratis disponibles en la App >

Capítulos relacionados

Último capítulo