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Los días pasaron tan rápidos para mi desgracia, odiaba que llegara lunes, debía ir a la revista a entregar las fotos y para mi pesar hacer de niñero de un malcriado de 26 años que intenta ser fotógrafo.

Con un suspiro pesado me desperezo fuera de la cama para ir al baño a ducharme y luego prepararme el desayuno.

Unos ricos huevos revueltos con rodajas de tomate, con lo que me esperaba en el día debía cargar mi estómago para resistir.

Con una sudadera de color negra y capucha, más unos jeans azules, los tenis blanco para estar cómodo, bajo para ir en dirección a A.V.S. al parecer no me libraré de esta revista aún.

Llegar al lugar parecía ser los peores minutos de mi vida, hacer conversación con la secretaria ya era bastante fatídico como para iniciar mi labor de niñero de un adulto.

—¡Mateo! Que guapo— Me saluda Emma con una sonrisa que debería ser encantadora.

—Emma, mi sobre. Aquí tienes las fotos— Digo entregando el sobre sellado con las fotos.

—¿Por qué nunca saludas?

—¿Cuál es la emoción? Me conoces desde hace 2 años y aún preguntas lo mismo.

—No te hará mal sonreír de vez en cuando, eres muy hermoso como para no tener una sonrisa.

—¿Sonreír? No veo la gracia por ningún lado. Dime que el señor Brown no se encuentra, así poder retirarme.

—Ahh no! Pues fíjate que, si está en su oficina esperándote, iré a anunciarte— Emma camina en dirección a la oficina del gran jefe moviendo la cadera con demasiado desdén.

Emma es una joven muy atractiva, cabellera de color castaño lacio largo hasta bajo sus hombros, ojos color miel, piel blanca y de cuerpo muy bien distribuido. Tal vez, pero tal vez si fuera Alfa quizás la pretendería, pero para mí fortuna no lo soy, o por lo menos para este caso.

—Señor Brown, Mateo se encuentra en recepción— Anuncia desde la puerta cerrada, arqueando la cadera.

—Dile que pase— se oye la voz del hombre que hubiera deseado no oír.

—¡Pasa Mateo! — Dice con un entusiasmo envidiable, de seguro su sueldo es bastante bueno como para mantenerse todos los días con esa emoción.

Suspiro profundo para abrir la puerta, solo espero no lidiar con otro alfa.

—Permiso— Digo sintiéndome agotado sin antes de iniciar, mientras levantaba mi cabeza, mis ojos se posa en otros penetrantes de un Alfa que se detuvo frente al escritorio del señor Brown, mi Omega solo con verlo se inquietó llamándolo Alfa, ¿¡cómo podría ser posible!?

—¡Mateo! Pasa— Me recibe emocionado el mayor. El joven gira a ver a su padre con un gruñido, cosa que me molestó en gran manera, como si yo le perteneciera.

—Diego ¿qué sucede? — Pregunta su padre al sentir la tensión en él.

—¡Mateo no es un Alfa! — gruñe de modo de advertencia para su padre, para volver a mirarme detenidamente, como puede percibirlo, me rehúso a que este fuera mi Alfa.

—Déjate de tonterías. Mateo pasa, te presento a mi hijo Diego...

—Hmmm— Haciendo un gesto con la cabeza demostrando desinterés.

—Diego salúdalo como corresponde— interfiere el mayor notando que no apartaba la vista de mí.

—Mateo— Me gruñe dándome cuenta que inhala mi suave aroma a chocolate, camina unos pasos para acercarse más, pero levanto la mano en señal para que se detenga.

—Quédate allí, tu aroma es un asco— Arrugo la nariz al percibir el aroma a chocolate amargo, mi aroma lo tolero, pero el suyo es embriagante, molesto para mí, pero a mi omega al parecer le fascina.

—Diego, cálmate ¿¡porqué estas liberando feromonas!?—

Levanta la voz su padre.

—Si este es a quién debo enseñar, lo siento... no lo haré— Digo para salir de la oficina rápidamente.

Necesitaba respirar, el aroma a chocolate me provocaba nauseas, debía alejarme mi Omega estaba rogando reconocerlo con desespero y no podía dejar que me descubrieran.

¿Qué te sucede? No hagas esto ahora— Reclamo a mi Omega.

Es mi alfa, lo es.

Camino rápidamente por la acera alejándome del edificio, de pronto siento que alguien me detiene posando una mano en mi hombro, grave error. Con un movimiento rápido tomo con la mano izquierda la mano que se posó sobre mi hombro, haciendo un giro medio tomando el pecho de la persona con la otra y lo arrojo al suelo cayendo por completo sobre su espalda para quedarme con la rodilla presionando el pecho de esta persona, de nuevo esos ojos color cafés penetrantes demostrando un gran brillo y asombro.

—¡Wow! ¿¡Cómo lo hiciste!?— El rostro entusiasmado de éste sin importarle que haya sido arrojado al suelo.

—¡No molestes alfa idiota! Apestas— Digo para soltar el agarre de la muñeca de mi agresor, camino de nuevo para alejarme lo más rápido posible.

¡Detente! — Me gruñe con su voz de mando.

Quedo tieso a unos pasos del poseedor de esa voz. Aunque quisiera continuar mi omega obedeció a este alfa, intentaba continuar, pero mis piernas no respondían a mi deseo, ahora que necesitaba alejarme aparece este Alfa idiota con su voz de mando.

 ¡Porqué te detienes! ¡No me hagas esto omega!

El alfa camina hasta quedar detrás de mi susurrando a mi oído.

Mi omega— Ronronea muy cerca de mi cuello haciendo que se me erizara la piel, debía pensar rápido.

Mordiéndome los labios luchando contra mi instinto, giro para mirar a este Alfa pretencioso a sus ojos, tomándolo de los hombros con ambas manos, sonrío con soberbia llevando mi pierna derecha por detrás de sus rodillas aprovechando su distracción para hacerlo caer de nuevo sobre su espalda.

—¿Tu omega? ¡Mi trasero! Estúpido alfa, aléjate de mí— Gruño en su rostro, para continuar mi camino.

—Oh por Dios ¡mi encanta! — Grita Diego para ir detrás de Mateo, las personas quedaron sorprendidos viendo como Mateo en dos ocasiones hacía que todo el cuerpo bien formado de Diego cayera en el pavimento sin mucho esfuerzo.

—¡Es mi omega! — gritaba con una sonrisa a las personas.

—¡Es un alfa idiota! — Responde uno de los espectadores.

No, es mi omega y me encanta

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