Capítulo 2

Farid.

ANUNCIO.

—¡Esto ya es demasiado…! No puedo entenderlo, por más de que trato, ¡no puedo…! —como predije, el periódico fue lanzado a mis pies, mientras bajé mi mirada a todas las hojas de papel en el piso.

Luego posicioné la mirada en mi madre, pero ella me la quitó enseguida, como si se estuviera avergonzando de mi conducta.

—¿Qué querías que hiciera? —respondí en tono neutro—. ¿Qué arrojara a la mujer a la calle…? O mejor aún… ¿Qué la desapareciera por el escándalo que proporcionó? No uso tus métodos, papá, ni los usaré…

Badra, mi madre, se agitó y se levantó rápido, pero el impacto en mi mejilla ya estaba hecho.

Mi cabeza no se volvió a girar hacia él. De hecho, permanecí así, tratando de amortiguar la rabia que eso me causó.

—Farid, te lo advierto, no es a tu manera… esta monarquía nos ha costado sudor, lágrimas y sangre, como para que un dejado como tú, arruine todo eso. Se suponía que precederías la reunión… una reunión tan importante para Angkor como ninguna, y sabiendo esto, vas, dejas tiradas tus responsabilidades, y te encierras en la oficina con una mujer que ni quiero saber quien es…

En las noticias, no había nada de aquella chica que ya conocía como “Alana”, pero tampoco iba a soltar una palabra sobre eso.

—¡Dios…! Si no fuera por mi descendencia, dejaría a Karim en el trono.

Sonreí ante la idea. Mi hermano menos quería esta posición, además de sus modos que por supuesto papá no sabía de él. Ni siquiera quería imaginarme cuando sus acciones se destaparán.

—No tengo problema alguno con eso. Mi hermano puedo hacer un trabajo maravilloso…

La ira en los ojos de Remuel, se encendió más, y los ojos de mi madre me advirtieron en una negación para que no siguiera.

—De ninguna manera… eres el primogénito, el futuro rey de esta nación, y escúchame bien Farid, si no decides pronto, yo mismo te buscaré una esposa, y te casarás con ella sin refutar… No vas a zafarte de tus obligaciones, ni te dejaré el camino fácil. ¿Crees que irte por el mundo a explorar la naturaleza es tener un objetivo en la vida?

De mi rostro se quitó toda la gracia anterior, y en este momento lo miré fijo también.

Tener una visión diferente no era equivocarse, mi estilo de vida discrepaba mucho de sus formas.

Angkor siempre tuvo una regla para suceder a la corona, y ese era que el príncipe, o futuro rey, debía tener una esposa. Todos se habían casado para ejercer su mandato, o al menos, se había concretado un casamiento si ya la corona se hubiese puesto en la cabeza.

No deseaba reinar Angkor, aunque amaba a mi país con locura. No había sido mi sueño, y literalmente llegaría a la corona por pura obligación.

Tener una esposa por compromiso y cumplimiento, tampoco me incomodaba, pero en lo único que no iba a llevar la cuerda a este hombre, era en gobernar de una forma tan disociada.

Lo único que me mantenía aquí, era que después de ser coronado, no tenía la obligación de seguir sus órdenes, mi vida estaría alejada de sus reclamaciones, y desde este punto, muchas cosas cambiarían.

Principalmente, Angkor, y sus pendejas restricciones que solo me dolían la cabeza.

Sonreí con eso, y entonces levanté la cabeza.

—¿Por qué no haces una invitación? ¡Solicita una esposa para el príncipe! Que desfilen delante de ti, y elige una que esté a la altura de tus ojos… —Caminé hasta la salida, mientras mi madre reclamó.

—Farid…

Entonces me giré furioso hacia ella.

—Basta, madre… no te preocupes por mí, sigue complaciendo todo lo absurdo de mi padre, y no le refutes en nada… de igual forma, no es tu vida la que intentan controlar.

Caminé escuchando como el grito de mi padre resonó por el salón, y me fui al patio principal, para ir directamente a la caballeriza que quedaba un poco lejos del palacio.

La naturaleza era el único punto que aligeraba mis hombros, y cuando cepillé con mis manos el cabello del animal, sonreí recordando el rubor de esas mejillas rojas.

No sabía por qué ahora mismo estaba pensando en ella. Pero su rostro no podía salir fácilmente de ningún pensamiento cuerdo que la hubiese visto tan de cerca.

Por la tarde fue atajado por Abud, que me presentó un informe general de lo que tenía en agenda para mañana, y me senté en la silla giratoria para preguntar:

—¿Cuáles son las restricciones generales de Yomal? —él pareció consternado incluso con esa pregunta simple, y dejando la computadora portátil, se sentó firme.

—Infinidades para nuestro país… No hay acuerdos, alianzas, ni ningún tipo de unión entre sus habitantes y los ciudadanos de nuestro país.

Apreté mi mandíbula.

—¿Puedes darme esos documentos mañana? Me gustaría repasarlos —Abud asintió.

—Por supuesto… y realmente se lo aconsejo. Señor, una cosa más… la mujer con la que usted habló…

—No lo repitas, y que mi padre no se entere de su identidad… ¿Has hecho lo que ordené? —Abud asintió.

—La han resguardado hasta la salida. Nadie sabe de quién se trata, y hemos puesto en los medios que, es una ciudadana de Angkor rebelde…

—Perfecto… también le aconsejé que no volviera a utilizar su entusiasmo aquí, no al menos hasta que Remuel deje este gobierno.

Abud pareció un poco asombrado, y a continuación preguntó.

—¿Qué quiere decir?

Tomé una aspiración profunda, y miré hacia la puerta para cerciorarme de que estuviéramos solos.

—Muchas cosas van a cambiar cuando suceda el trono, Abud… incluso, aunque te parezca raro, ahora mismo estoy deseando llegar a él… mi padre no lo sabe, pero en vez de joderse en mí, está convirtiendo a un poderoso rival suyo.

***

Unos días después, por la mañana, me estaba preparando para una entrevista en el palacio, mientras una mujer arreglaba su chaqueta, y apretaba una coleta en mi cabello.

Otra persona arengaba un poco mi barba, mientras miré el reloj.

Había estudiado un poco el libreto, pero sonreí cuando en mi mente supe que no diría nada en lo absoluto de lo que habían escrito para decir, e iba a dar rienda suelta a mis propios ideales, y lo que se me diera la gana de contar.

Y para cuando faltaban diez minutos para entrar a esa entrevista en uno de los salones reales, Abud entró agitado, mirándome como si viniera con una noticia desastrosa.

—Farid… —Utilizó mi nombre como muy pocas veces, mientras ordené rápidamente al personal retirarse cuanto antes.

—¿Qué pasa?

Abud pasó un trago, y luego me pasó la prensa oficial del palacio.

—Creo que tu padre… míralo con tus propios ojos…

Tomé el periódico en mis manos, y solo el título en la mitad de la página principal con mi foto, hizo que se me cortara la respiración:

“Se busca esposa para el príncipe”

Y antes de que leyera la descripción, mis manos temblaron de la misma adrenalina que sentí correr por mis venas…

Mi padre estaba llegando demasiado lejos, pero mi cabeza fría era mi mejor aliada en estos momentos.

Mi boca se torció en una sonrisa fría, y si este era el comienzo de una batalla, yo formaría la misma guerra…

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