CAPÍTULO 3 CRUDA REALIDAD

La inconciencia en la que me encontraba dejó de ser una neblina espesa en la que descansaba mi mente. De pronto varios rostros aparecieron en ella, envueltos en una telaraña de situaciones que no tenían sentido. Por momentos pasaban frente a mí los momentos que compartí con Martin, mi ex esposo, luego imágenes del bar, rostros de hombres que jamás en mi vida había visto. De un momento a otro me transportaba hasta la secundaria, justo al momento en que Dante había prometido casarse conmigo.

Me quedé clavada en el rostro de Dante, el cual pasó del tierno rostro de un chiquillo adolecente al de un hombre serio, con el ceño fruncido y la mandíbula tensa, di un sobresalto cuando la mirada de este hombre se clavó en mí, estaba molesto, podía sentirlo, me miraba con odio, tanto que logró darme un escalofrío —Elle— pronunció con voz fría, antes de poder responder, desperté.

Una punzada de dolor atravesó mi cabeza apenas y abrí los ojos, ojalá nunca los hubiera abierto, no solo el dolor de cabeza y un estomago revuelto me aguardaban al despertar, también la decepción por mi divorcio y el engaño de mi ex marido seguían presentes, acompañados de una angustia insoportable por no recordar absolutamente nada de lo que había hecho la noche anterior, esa sensación se intensificó al darme cuenta de que me encontraba en un lugar desconocido.

Lo primero que hice fue verificar mi cuerpo bajo las sábanas, un suspiro de alivio salió de mis labios al notar que traía mi ropa puesta. Con todo el dolor de mi alma me incorporé sobre la cama, tuve que abrazar mi estómago cuando las ganas de vomitar se hicieron presentes repentinamente, me llevé una de las manos a mi boca con el afán de controlar las náuseas.

— Al fin despiertas, preciosa — la voz de aquel hombre me sobresaltó de sobremanera, de un salto me pegué a la cabecera de la cama — quita esa cara, cariño, si somos grandes amigos — dijo con una enorme sonrisa en el rostro. Se levantó del pequeño banco color claro en el que se encontraba sentado y se acercó a mí.

— No recuerdas nada de lo que pasó, ¿cierto? — me tendió un vaso de agua y un par de pastillas. Con un poco de duda estiré mi mano temblorosa hacia él y los tomé.

— Gracias— dije antes de beber. Apenas y el agua y las pastillas atravesaron mi garganta las náuseas volvieron, tapé mi boca con el dorso de mi mano disimuladamente para controlarme.

— ¿Pasó algo entre…? — la vergüenza no me dejó terminar la pregunta. Aunque pareciera imposible, la sonrisa de aquel hombre se extendió aún más por su definido y atractivo rostro. La resaca me estaba matando, pero no me había dejado ciega, era imposible ignorar lo atractivo que aquel sonriente hombre era, sobre todo sus ojos color azul intenso.

— No, por supuesto que no, puedes estar tranquila — se quedó pensativo unos segundos — al menos por eso— dijo después.

¿Qué diablos quiso decir?, pensé, sin embargo, no me atrevía a preguntar. — ¿Cómo es que llegué aquí? — quise saber.

Sin apartar un segundo su mirada de mí, el hombre tomó asiento a los pies de la enorme cama en la que me encontraba, alisó las sabanas, que al igual que toda la habitación, junto con los pocos muebles que había en ella, eran de color blanco. A juzgar por la apariencia de la decoración podía decirse que era sencilla pero elegante, un par de cuadros que enmarcaban paisajes de playa, un tocador con su banco y un par de burós, uno a cada lado de la cama y nada más.

— Causaste un gran alboroto anoche, querida — sonrió burlonamente.

—¿Alboroto? — dije confundida. Por más que lo intentaba recordar, no tenía ni la menor idea de lo que había pasado, una ola de pánico comenzó a apoderarse de mí. — ¿Te causé problemas? — quise saber con preocupación.

— A mí no, Elle— aclaró.

— Sabes mi nombre — señalé asustada y completamente confundida.

— Lo siento, soy un grosero, ni siquiera me he presentado, soy Benji Weber — se presentó cortésmente.

— Elle Blossom — respondí automáticamente.

— Lo sé, anoche me lo dijiste. Mi cabeza estaba a punto de estallar y no solo por el dolor que me provocaba la resaca, sino además porque no entendía lo que estaba pasando.

— Perdón, pero podrías explicarme ¿qué hago aquí? ¿Cómo es que nos conocemos?, la resaca me está matando y la incertidumbre aún más — dejé de darle vueltas al asunto y fui lo más directa que pude, jamás me había gustado darles vueltas a las cosas.

Benji hizo un gesto que me pareció ser de decepción — Nos conocemos por un amigo en común, anoche tú y él protagonizaron un encuentro algo… ¿cómo decirlo?... —se llevó una mano a la barbilla — algo escandaloso — dijo al fin.

— ¿Qué amigo? — pregunté llena de pánico. En mi mente un sin fin de alternativas nada agradables y por demás bochornosas aparecían, una tras otra, como cascada.

— Dante, Dante Ridchet — soltó sin más. La mandíbula se me cayó al suelo al escuchar aquel nombre.

— ¿Dante? — dije apenas en un susurro, la voz se me había quedado atorada en la garganta. ¿Cómo es que me había reencontrado con Dante? ¿qué había sucedido? ¿un escándalo? ¿qué demonios estaba pasando?, todas esas preguntas colisionaban dentro de mi dolorida mente.

— ¿En serio no lo recuerdas? — preguntó Benji con mirada incrédula.

— Por favor dime qué fue lo que pasó, te lo suplico — me acerqué a él y lo tomé por las manos, aquello pareció tomarlo desprevenido.

— ¡Está bien, está bien! — dijo aclarándose la garganta y soltándose de mi agarre. — Al parecer tú y Dante… —  antes de que pudiera decir algo más, su teléfono timbró. — Ya despertó— dijo poco después de responder — Aún no, está algo confundida — continuó — está bien, ya vamos — dijo al teléfono y colgó.

— Vamos Elle, alguien quiere hablar contigo — se puso de pie y me tomó por el brazo.

— No, no, no. Tienes que explicarme qué fue lo que pasó, no estoy entendiendo nada — dije mientras torpemente me colocaba los zapatos.

— Tranquila, ya lo comprenderás — sin decir nada más salió de la habitación. Mareada y desorientada fui tras él, lo seguí por un largo pasillo, llegamos hasta una enorme y elegante escalera, ahí pude darme cuenta de que aquel lugar en el que me encontraba era una elegante mansión. Aquello provocaba que me preocupara aún más, ¿cómo es que había ido a dar aquel lugar? ¿a dónde me llevaba el tal Benji?

Llegamos al pie de la escalera y unas voces me sacaron de mis pensamientos, se escuchaban demasiado alto y algo exaltadas, al parecer alguien estaba discutiendo. Mientras atravesábamos un gran vestíbulo lleno de obras de arte, cuadros, jarrones y muebles antiguos que lo hacían parecer un museo, las voces se percibían más claras.

— ¿Cómo pudiste hacerlo? ¡justo a días de la boda! — reclamaba una mujer con voz afligida.

— No es lo que parece, están sacando todo de contexto — respondió con firmeza un hombre.

Atravesamos el umbral de unas enormes puertas de madera y una gran sala y un grupo de completos desconocidos apareció al frente, acto seguido todos clavaron su vista en mí.

— ¿Qué hace ella aquí? — rugió unos de los hombres. Por su voz supe que era el que discutía momentos antes de llegar ahí.

— Está aquí para aclarar todo esto — respondió la chica morena, alta, con larga y espesa cabellera color azabache y cuerpo torneado, que se encontraba frente a él.

— No tiene nada que aclarar — protestó el hombre — te dije que la llevaras a su casa, Benji — si las miradas mataran el tal Benji habría caído sin pulso ahí mismo.

— Lo siento amigo, la familia es la familia — respondió Benji encogiéndose de hombros.

—Tú qué sabes de familia, esto no es más que uno de tus juegos morbosos — replicó el hombre.

— Ya basta de rodeos, mi hija tiene derecho a llegar al fondo de todo este escándalo — intervino un señor regordete, que se encontraba sentado en un enorme sillón al fondo de aquella gran sala. — Por eso ella está aquí— dijo mirándome con tanto desdén, que me hizo sentir poca cosa.

— Dime— la mujer se dirigió hacia mí, escudriñándome con la mirada — ¿Es verdad que Dante prometió casarse contigo? — No pude hacer más que mirarla confundida.

— Dante — logré decir mientras dirigía la mirada hacia él, aquel hombre al que parecían salirle llamas de los ojos al mirarme, era nada más y nada menos que Dante, mi mejor amigo durante la secundaria.

— ¡Respóndeme! — exigió la mujer frente a mí.

— Esto es absurdo, Ciara — intervino Dante acercándose.

— ¿Absurdo? ¡Ella lo gritó a los cuatro vientos anoche, frente a todo el mundo! — señaló y con esa simple frase lo dijo todo, mi mundo se vino abajo, si la cabeza no me doliera tanto, me habría dado de topes en la pared por estúpida. Ni siquiera me había dado los detalles, pero lograba darme una idea de a qué se refería.

— Yo… no… — No sabía ni por dónde comenzar, si disculparme primero o aclarar cómo es que había conocido a Dante.

—¡Cállate, Elle! — La forma tan amenazante en la que Dante habló me hizo tragarme todas mis palabras.

— Ves cómo sí la conoces, no intentes negar nada Dante, todo está muy claro para mí — Dante se llevó las manos a la cabeza, frustrado — ¡Deja de negarlo! — exigió la mujer — ¡Tú! — me señaló con su dedo de manicura impecable — Sólo responde una cosa, conoces a Dante ¿cierto?, desde hace tiempo supongo —.

¿Qué debía responder?, claro que lo conocía, pero hacía mucho tiempo que no lo veía, ni sabía absolutamente nada de su vida.

Nerviosa miré a Dante en busca de alguna señal que me ayudara a entender qué debía responder, no quería hundirme más de lo que ya lo estaba. — ¿Prometió casarse contigo ¿sí o no? — quiso saber. Sus enormes ojos verdes se clavaron en mí, expectantes de la respuesta.

— Eso… fue… algo sin sentido… no es… — los nervios me traicionaban y por más que intentaba explicarme con coherencia no podía hacerlo, la presión de todas las miradas sobre mí me cohibía, nunca había sido buena para hablar frente a varias personas y bajo aquellas circunstancias era aún más difícil. — Lo siento de verdad, lo siento, no quise causar problemas. Él… — señalé apenada a Dante — tiene razón, es absurdo…

— ¿Lo hizo o no lo hizo? — insistió.

— Si, pero no de la for….— definitivamente reaccionar bajo presión no era lo mío.

— ¡Ves, ahí lo tienes! — chilló.

— No es lo que piensas, de verdad— me apresuré a decir.

— ¡Cállate! ¡ya has dicho suficiente! — sentenció Dante.

— El que se debe de callar eres tú — señaló Ciara — te lo advertí Dante, fui muy clara cuando te pedí que ninguna de tus aventuras me afectara. El compromiso se terminó — dijo tajante mirando fijamente a Dante.

Apenas podía dar crédito a lo que estaba pasando frente a mí, era la culpable de la ruptura de un compromiso, ¡no, no, no podía ser posible! Estaba a punto de darme un ataque de ansiedad.

— Ciara, por favor, no puedes hacer esto, ya te lo expliqué — Dante la tomó por la muñeca, deteniéndola.

— Me convertiste… los dos me han convertido en el hazme reír de la ciudad — dijo ella pasando su mirada dolida de Dante a mí.

— Mi prima ha sido muy clara — intervino Benji.

    Tú no te metas — amenazó Dante.

— Fuimos muy claros, Dante — intervino el hombre mayor.

— Lucius, por favor, eres un hombre inteligente, esto es irrelevante, ella no significa nada en mi vida — respondió Dante señalándome como si fuera basura. No puede evitar que el desprecio que mostró al decir aquello me hiciera sentir mal.

— Tienes razón, soy un hombre inteligente y sé perfectamente que, si permito que mi hija se case contigo después de un escándalo así, no haré más que perjudicarla. Quiero lo mejor para ella, que sea feliz y tú no lo estás haciendo — después de decir aquello tomó a su hija alejándose de Dante y sosteniéndola por los hombros, como si fuera lo más preciado para él, salieron de la habitación.

Ver el rostro afligido y lleno de lágrimas de Ciara me hizo sentir la peor persona del mundo, yo pase por lo mismo, claro que no era la misma situación y no podía quedarme de brazos cruzados ante ese gran malentendido.

— ¡Por favor escúchenme! — supliqué — denme la oportunidad de explicar todo. Mi súplica fue completamente ignorada, Ciara y su padre no me dirigieron ni siquiera la mirada, siguieron su camino.

— Será mejor que te vayas y te lleves a tu amiga contigo — Benji se dirigió con una mueca burlona en el rostro, a Dante.

— Te creía mi amigo— Dante habló con amargura.

— Lo soy — aseguró mirándolo frente a frente — intentaré hablar con ella, pero no te prometo nada — dicho aquello salió por la misma puerta por la que habíamos entrado.

— Dante lo sien… — ni siquiera me miró, pasó por mi lado me dio un golpe con su hombro y siguió de largo.

— ¡Dante, Dante! escúchame por favor, lo siento, no fue mi intención, te prometo que voy a ayudarte, hablaré con ella…

— ¡No! — ordenó amenazante mientras se acercó hacia mí, su mirada estaba llena de odio, estoy segura que, de haber podido, me había ahorcado con sus propias manos en ese momento, podía verlo en su mirada. — Desaparece de mi vida, Elle, ya la has destruido lo suficiente — escupió aquellas crueles palabras en mi cara, pero qué más podía esperar de él, tenía razón, había destruido su vida.

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