No hay habitaciones libres

Cuando el yate atracó en Paradise, mi trasero estaba caliente por los azotes y había tenido sexo como nunca antes en toda mi vida. ¿Era esta la vida de casados? ¿O un anhelo incontrolable que nos consumía? ¿O el ardiente deseo que teníamos el uno por el otro?

No importaba… No quería explicaciones. Todo lo que quería era vivir con mi esposo, Nicolas Welling, para siempre, sin que nada ni nadie nos separe.

Me las arreglé para llegar a casa y cambiarme de ropa antes de ir al club para mi última sorpresa. Mientras me maquillaba, mirando a Nicolás en el espejo, le dije:

- Sabes que estoy muy ansiosa, ¿no?

- ¿Si supiera? Por supuesto que lo sé, reina del drama.

- Entonces al menos podrías insinuar la sorpresa. Porque en mi cabeza, podrías ser tú secuestándome del club y llevándome al baño. O tal vez la sauna prometida en Paradise.

Se rió y se acercó a mí, mirándome a la cara en el espejo mientras me rodeaba con sus brazos:

- Drama queen, hacerte el amor es una de las cosas que más me gusta
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