Condenada por mis propias palabras

Por alguna razón me quedé mirando a las señoras que hablaban alegremente. Tenía curiosidad por saber de qué hablaban, desgraciadamente no parecía gustarles.

—¿Qué pasa esta vez? —preguntó Eva desde detrás de mí.

Me di la vuelta y me encogí de hombros, la verdad es que no tenía ni idea de por qué se comportaban como niños pequeños en el comedor de la manada, pocas veces se les veía tan felices y ruidosos.

No había nadie trabajando y Gertrude no aparecía por ninguna parte.

—Y pensar que me he levantado tarde. —murmuré en voz baja para mí.

—¿Qué has dicho? —preguntó Eva con una sonrisa.

—Que yo tampoco sé qué ha pasado, cuando me desperté las encontré muy entretenidas. Espera, ¿cómo es que llegas tan tarde hoy? —pregunté.

—Me quedé dormida porque no me despertaste. —respondió malhumorada.

—Lo siento. —respondí en voz baja.

—Pero, Mina, ¿no me has oído? —preguntó seriamente.

—¿Oír qué? —La miré con cara de signo de interrogación.

—Ayer Gertrude anunció que los gemelos ya han elegido por fin una fecha en la que seleccionarán a su Luna. Primero decidieron la semana, pero ahora ya han decidido el día. —respondió con una sonrisa.

Por alguna razón mi corazón latía rápidamente.

—¿Cuándo será? —pregunté curiosa.

—El día nueve. —Ella respondió.

Sentí que me flaqueaban las rodillas y me empezaba a doler la cabeza.

—¿Cómo? ¿El nueve? ¿Por qué el nueve? —pregunté casi gritando.

El ruido cesó inmediatamente. Me daba igual que me gritaran las otras señoras o no. Sentí rabia como nunca antes. ¿Por qué demonios eligieron la fecha exacta de mi cumpleaños?, la coincidencia era demasiado.

—Mina, cálmate, todo el mundo te está mirando ahora mismo. —susurró Eva

—¡No me importa! ¿Por qué nueve? ¿Por qué no otro día? —grité con rabia.

—¿Quién demonios te crees que eres? —preguntó una voz molesta.

Me giré y miré a Stefany. Esperaba que ella respondiera, ya que estaba haciendo el papel de líder autodidacta. Era muy bonita, con un gran cuerpo y una gran talla, todos sabían que sería la elegida.

La chica era lo que llamábamos una omega perfecta, hiciera lo que hiciera, era bien recibida.

Muchos hombres la perseguían, pero ella los rechazaba con su habitual respuesta jactanciosa: "No eres mi tipo. Y tu estatus está por debajo de mi nivel".

Aunque su respuesta era grosera y dura, a los hombres parecía gustarles aún más. Los tenía en las palmas de las manos.

—¿Y quién demonios te crees que eres tú? Sí, tú misma. —Le pregunté seriamente.

Miró a sus amigos con sorpresa y luego se acercó.

—¿Acabas de responderme? —preguntó en voz alta.

—Sabía que eras estúpida, pero no tenía ni idea de que también fueras sorda. —respondí con calma.

—¡Eres una creída, malcriada! —gritó alzando mucho la voz.

—¿Cuándo vas a actuar de acuerdo a tu edad? ¿Sabes que es molesto que llores como un mocoso cada vez que alguien te dice las verdades en la cara? Aprende a meterte en tus propios asuntos y a madura. —Le grité.

Enfadada, levantó la mano para golpearme. La levanté en el aire y se la retorcí. Gritó y se puso de rodillas mientras intentaba retirarla.

—El hecho de que me humille ante cualquiera no significa que soy débil. Con gusto me ocuparé de la basura como tú cuando me apetezca. Y esta advertencia va para cada una de ustedes, estúpidas zorras, la próxima vez que se atrevan a jugar duro y a cruzarse en mi camino, no dudaré en darles un trozo de mí. —grité con fuerza mientras todas me miraban asustadas.

No era un gángster despiadado ni nada parecido. Es que mi padre era uno de los mejores luchadores y me enseñó algunos trucos para protegerme en caso de que algún día lo necesitara. Me alegro de haberme tomado las clases en serio porque realmente han dado sus frutos.

—Stefany, siempre debes saber cuál es tu lugar. —dije seriamente mientras ella seguía gritando y forcejeando.

—Mina, déjala ir ya. —Eva susurró.

—Aun no me apetece. —respondí.

—Por favor, ahora. —dijo rápidamente.

Por alguna razón sonaba nerviosa.

Miré a las señoras y me di cuenta de que sus miradas estaban hacia el suelo.

Su reacción lo decía todo. Un superior estaba cerca. Rápidamente solté la mano de Stefany y miré a mi alrededor. Cuando vi que no había nadie, respiré aliviada.

—Baja los ojos. —susurró Eva entre dientes apretados.

Estaba a punto de negarme, pero me detuve cuando miré hacia arriba y vi a los gemelos en las escaleras. Uno de ellos estaba apoyado en la pared mientras el otro se mantenía erguido a su lado. Sus ojos estaban fijos en mí.

Lo que me sorprendió fue el hecho de que uno de los gemelos tenía una sonrisa en la cara.

Esperaba que me gruñeran o me castigaran por maltratar a un miembro de la manada. Sin embargo, se quedaron allí con la reacción exactamente opuesta a la que yo esperaba.

Me encontré un tanto anonadada y admirando a uno de ellos con una sonrisa. Ambos eran muy guapos, pero el que parecía serio, desprendía un aura poco amistosa.

El de la sonrisa hizo que mi corazón se acelerara. Sabía que era una locura, pero no podía apartar la mirada. Sus hermosos ojos azules lo hacían aún más sexy.

—Baja los ojos. —susurró Eva de nuevo

—¿Por qué iba a hacerlo si los gemelos están ahí, tan guapos y sexys? —respondí aturdida.

El gemelo serio se puso de pie con la ceja alzada.

El enjambre de murmullos me sacaron de mi aturdimiento.

Me giré rápidamente y salí corriendo de la habitación con miedo. ¿Cómo pude ser tan estúpida y tonta? Nunca pensé que llegaría un día así. Lo que hice fue poco razonable. Dejé de correr un segundo para recuperar el aliento.

—¿Tan desesperada estás por morir? —Me preguntó Eva en voz alta después.

Me giré y la miré. Estaba fatigada y también intentaba recuperar el aliento. Al parecer me había seguido.

—Lo siento, no era mi intención. No sé qué me pasó. Es como si estuviera poseída por un espíritu que no era el mío, lo juro. —respondí en voz alta.

—¿Cómo pudiste decirles eso? Todo el mundo habla de tu falta de respeto, si Gertrude se entera de esto, ¡estás muerta! —exclamó.

—¡Sé que me equivoqué! En serio, no tenía ni idea de lo que estaba diciendo, estoy muy asustada ahora mismo. —respondí en voz alta.

—Dios mío, ¿qué vamos a hacer ahora?, no hay vuelta atrás. El acto está hecho. —dijo con tristeza.

Me mordí el labio inferior y me pasé los dedos por el pelo. Estaría muerta, y lo que era peor, sería antes de encontrar a mi mate.

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