Capítulo ochenta y cinco. ¡Eres la mujer perfecta!

¡Eres la mujer perfecta!

Paula abrió los ojos horas más tarde. Arturo la había convencido de ir a la cama y ella no pudo negarse, había estado en un avión por más horas de las jamás había estado en toda su vida; pero no sabía que necesitaba estar en la cama hasta que puso su cabeza en la almohada y se quedó profundamente dormida en compañía de Arturo y de sus hijos.

—¿Mejor? —preguntó Arturo entrando con una bandeja de frutas y jugos.

—Mucho mejor, gracias —dijo un tanto tímida.

—¿Qué pasa? —le cuestionó Arturo.

—Nada, no pasa nada.

—Paula…

—Estoy bien, te lo aseguro —dijo mirando a Leticia y Alejandro.

—¿Quieres comer algo? —cuestionó sentándose a su lado.

—Me encantaría, también quiero visitar a Carolina —dijo.

Arturo asintió, él también quería hacerlo, con todo lo ocurrido ni siquiera le dio tiempo de felicitar a Diego por el nacimiento de su hija.

—Carolina dio a luz —contó Arturo.

—¿Qué? ¿Cómo que dio a luz? —cuestionó Paula sentándose junto a su esposo—. Ella apenas tenía siete
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