Las piernas de Luana casi se doblaron al ver a Henry caminar hacia el estrado. Esto no podía ser verdad…Pero lo que realmente la asustó, no fue verlo en aquella sala, sino ver el mal estado en el que el hombre se encontraba. El uniforme de guardia había sido reemplazado por una túnica marrón, sucia y descocida, la sangre seca estaba adherida en la tela y ambas muñecas se encontraban encadenadas.El joven pasó por su lado evitando mirarla, y subió al estrado. Hizo un gesto de dolor cuándo logró subir los pequeños escalones, fue entonces que Luana notó que su pierna estaba herida. También tenía varias cortadas y moretones en su rostro, su labio estaba roto e hinchado… El que se había tomado el trabajo de golpearlo se había esmerado.– El prisionero Henry Oklar ha venido a declarar. - explicó Lord Antony. - ya que el juicio del señor Oklar se llevó a cabo antes de que el gran señor llegara, entonces lo contextualizaré un poco.¿Un juicio? ¿Hace cuánto habían apresado a Henry? El coraz
Luana pensó que había visto su última ejecución cuando tenía trece años. Entonces era solo una niña soñadora, quien paseaba por la plaza con hermosos vestidos de seda y unas nuevas y elegantes zapatillas que su padre le había obsequiado por su cumpleaños. Recordaba todo el proceso como si hubiera sido apenas ayer, el olor a sudor de la multitud que se arremolinaba en la plataforma, la máscara negra del verdugo y los ojos oscuros bajo esta, la orina que se extendía desde el pantalón del hombre arrodillado que estaba apunto de morir, hasta la madera mohosa. Nunca supo de que era acusado aquel hombre, pero cuando el verdugo levantó la espada, todos a su alrededor parecieron contener la respiración. Julietta, a su lado, le apretó la mano con fuerza. Su hermana no alcanzó a ver aquella imagen, su padre le había cubierto los ojos antes de que el golpe final llegara, pero Luana sí la vió. La cabeza del hombre cayó en la plataforma y la sangre salpicó la madera y la ropa del verdugo. El l
Las siguientes horas que estuvo encerrada se sintieron como si hubiera estado en el mismísimo infierno. Mientras se acercaba el atardecer del siguiente día, Luana perdió la cuenta de cuántas veces había recorrido el área de la celda a la espera de que en cualquier momento viniera alguien a sacarla de allí o de que la princesa volviera a aparecer. Sin embargo, ninguna de las dos cosas sucedió.Había roto en pedazos la carta de su madre, no quería correr ningún riesgo de que fuera encontrada por otra persona. La carta era corta y concisa, en la noche uno de los guardias abriría su celda y se encargaría de guiarla hasta la salida cerca a de la cocina, allí, alguien la estaría esperando para sacarla del palacio, solo eso, instrucciones que seguir. No había en ella palabras que indicaran preocupación o tal vez algún intento de tranquilizarla, no, por supuesto que no, ese nunca sería el estilo de su madre, seguro consideraba que poner algún mensaje de consuelo sería una completa pérdida de
Tal y como se lo había dicho el rey, nadie vino por ella al anochecer, el plan de su madre había fracasado y ahora Luana no tenía ni idea de qué hacer.¿Aceptar su destino y morir? ¿O aceptar su injusta culpabilidad ante todo el reino y ganar el perdón?Harlam parecía sincero en lo que decía, Luana sabía que, si la asesinaba, probablemente el pueblo no se pondría de su parte y podría causar demasiados conflictos para él, por esa misma razón se había llevado un juicio privado, no quería ningún problema. Sin embargo, el reconocer que todas esas crueldades que habían dicho sobre ella eran verdaderas… No. Preferiría morir.No lo iba a hacer. No podía.Estaba decidido, moriría mañana y lo que le diría a Caltulia sería muy diferente a lo que el rey quería escuchar.Esa noche, entre pesadillas y sobresaltos, pudo distinguir en sus sueños sombras y luces sin forma entre sus recuerdos, era como si de alguna manera, su cuerpo supiera lo que sucedería en pocas horas, y se tomó ese tiempo para re
– ¿Se encuentra bien? - Dallion le había hecho esa pregunta dos veces ya.Luana lo miró y dió un débil asentimiento, incapaz de pronunciar palabra alguna sin echarse a llorar.Habían aterrizado en algún lugar desconocido, o eso creyó hasta que vio la pequeña cabaña en dónde se había reunido con los herederos tiempo atrás. Sentía que habían pasado siglos desde aquello…Se habían refugiado allí, cubriéndose de los fuertes vientos del otoño que pronto serían reemplazados por los del invierno.– Pues no se ve bien. - dijo la voz femenina a Dallion. - Parece que se va a desmayar.– Si, bueno, creo que no le gusta mucho volar. - respondió el hada.Luana hizo una mueca extraña, sentía que su cuerpo aún temblaba y su mente divagaba en los acontecimientos de las horas anteriores, apenas y le había dirigido una mirada a la hembra alada que también la salvó de la muerte. Dioses.Pensaba que se había hecho a la idea de que iba a morir, pero… por un momento tuvo esperanza. Por un momento pensó
La mente de Luana se quedó en blanco unos segundos mientras contemplaba al hombre que tenía delante.– No hay puñetazo esta vez, ¿verdad? - él sonrió ladinamente.Dioses. Se veía mucho más guapo de lo que recordaba. ¿Cómo era eso posible?Edmund tenía el cabello alborotado, un poco más largo que la última vez, su piel bronceada parecía resplandecer bajo los rayos de luna que se colaban por la ventana, y sus ojos rojos resaltaban en la oscuridad de la cabaña. Llevaba un traje negro, no tan elegante como el que le habia visto durante su estancia en el palacio, pero igualmente se veía extraordinario.Las hadas definitivamente estaban dotadas de belleza sobrenatural.Por un momento Luana se quedó contemplandolo hasta que la voz del príncipe la hizo volver a la realidad.–¿Todo en orden? - preguntó él inocentemente. Luana supo entonces que no había pasado inadvertida su mirada y no pudo evitar que un color rojo tiñera sus mejillas por la vergüenza, y agradeció que la oscuridad le impidie
Luana se quedó de piedra mirando al hombre frente a ella y él le devolvió la mirada con intensidad. La revelación hizo que un escalofrío la recorriera, no quería pensar en que cada cosa que había visto en sus sueños podría volverse realidad.– Eso no es posible… -murmuró negando con la cabeza.Edmund suspiró profundamente.– He estudiado los objetos durante años Luana, se cuáles son sus dones. - explicó. - Tus sueños son producto del collar de sombra y luz.– Pero, pero… - La cabeza de Luana dolía mientras intentaba acomodar la información en su cerebro y hacerla encajar. - No tiene sentido, porque si veo el futuro… Entonces debería estar muerta. - declaró. - Mi cabeza debería haber rodado en la plataforma y mis restos tendrían que estar ardiendo en la hoguera… - susurró esto último pensativa. - Es lo que he visto durante años, pero aún sigo aquí.Edmund asintió, parecía muy calmado y eso hizo que Luana se molestara. ¿Cómo podía revelarle algo como eso y verse tan calmado?– Verás… -
– ¿Estamos cerca? - le gritó Luana a Dallion desde las alturas mientras se cubría el rostro con la manta que Edmund le había dado.No quería mirar hacia el suelo, las nubes se arremolinaban como tornados oscuros y sus singulares formas la llamaban y le provocaban náuseas. – Aún nos falta atravesar la frontera con Anville para llegar a Vacria - informó imitando el mismo tono de voz de ella. Era difícil escuchar algo que no fuera el viento chocando contra las alas del hombre. - Tal vez tardemos una hora más, antes de llegar a la isla.Luana nunca había escuchado de alguna isla cerca de Vacria, así que pensó que seguramente se encontraba mucho más cerca de la línea fronteriza que dividía al mundo humano de Magreen, allí si había varias pertenecientes al territorio de Sunlight, pero calculaba que les tomaría más de una hora llegar a ellas. El mapa del mundo que su tutor le había obligado a memorizar cuando tenía doce años empezó a trazar líneas invisibles en su cabeza, pero ella las hizo