Capítulo 6

Liana Clinton

Me habían rechazado todos los prestamos alegando que no tenía crédito suficiente para solicitar algo de esa magnitud. Y que, aunque pagara mis impuestos y mis servicios a tiempo, no era suficiente para aceptar darme un prestamos de aquella cifra.

¿Lo peor? Los bancos llamaron simultáneamente pidiéndome que considerara la cantidad y que aceptara un prestamos de más bajo nivel. Pero uno de más bajo nivel solo me endeudaría sin sentido y no me serviría para completar el dinero que yo requería.

Y aunque la solución estaba en mi mano, estaba demasiado renuente a aceptarlo.

Siempre creí que cuando me casara lo haría por amor, siempre creí que lloraría por el hombre con el que me encontraría en el altar teniendo que utilizar maquillaje a prueba de lágrimas desbordantes.

Pero ahora la primera vez que me casa sería por dinero y con un contrato de por medio para mantener la fachada de esposa perfecta y tener mis quejas en silencio.

¿Tendría que soportar ver al señor Flesher liarse con otras mujeres mientras estábamos casados? No era que me importaba, realmente no lo hacía.

Lo que importaba era mi imagen, como el mundo me vería si me metía con un hombre como Fisher que se la pasaba follando tanto en el trabajo como fuera de él. Y eso todo el jodido mundo lo sabía.

¿Cómo lidiaríamos con la señorita de recursos humanos cuando ella sabía perfectamente que estaba consciente de que follaban sobre su escritorio?

Yo era una montaña rusa de emociones dispersas y claramente necesitaba un respiro, un respiro que no obtendría hasta muy entrada la noche a causa de mis compromisos con el señor Flesher.

No quería tener que ir a esa cena, pero era algo estipulado hacía semanas y dejarlo ahora solo provocaría cortocircuitos en su cabeza.

Por alguna razón si llegabas a cambiar algo en su estructurada lista prefería no hacerlo, porque no tendría el tiempo suficiente para mentalizarse los cambios y organizar varios planes en su cabeza por si algo salía mal.

Y no estaba dispuesta a aplazar esta reunión una vez más.

En cuanto llegamos al gimnasio descendí del vehículo tratando de lucir lo más relajada posible, pero era casi imposible, por lo que recibí un ceño fruncido de parte del señor Fisher antes de dirigirse hacia los vestidos hacia donde lo seguí para dejar su bolsa dentro y devolverme.

Ciertamente iba muy desaliñada con el traje de falda azul marino que llevaba y aunque había aire acondicionado en el lugar, podía sentir que sudaba innecesariamente mientras veía a tantos hombres fuertes haciendo ejercicio.

Y debía admitir que era una buena distracción cuando mi mente había estado divagando por caminos oscuros durante las últimas horas.

Cuando escuché la puerta ser abierta me moví fuera del área de los vestidores y me senté en uno de los asientos cerca de las máquinas que le tocaban al señor Flesher hoy. Si mal no recordaba era día de cardio, lo que lo dejaría más sudado que de costumbre.

Una vez salió lo vi estirarse y luego subirse a la máquina de correr.

Llevaba pantalones de chándal grises y una camiseta blanca que no hacía nada para ocultar sus pezones y músculos fuertes y marcados. Y aunque quise ignorarlo mi mirada se dirigía a él constantemente.

Mi ceño se frunció cuando lo noté mirándome y no hizo nada para ocultar su mirada, por lo que tuve que mirar hacia otro lado escapando de la intensidad de ella.

Me removí incómoda varios minutos hasta que dejé de sentir su mirada y pude relajarme en mi lugar hasta que terminé recostada y con los ojos entrecerrados por el cansancio.

Había estado llorando durante una hora en el área de la impresora cuando recibí la llamada, y a esa le siguieron otras más y dos correos hasta dejarme fuera de juego.

Rogué porque el señor Flesher no llamara, pero aparentemente el haber estado llorando tanto tiempo me dejó más agotada de lo que había pensado.

Así que terminé con los ojos cerrados y tomando una pequeña siesta de cuarenta y cinco minutos mientras él terminaba lo que sea que estuviese haciendo.

Cuando volví a abrir mis ojos fue por el susto que me causó cuando algo cayó sobre mí. Mi sobresalto fue en vano, pues solo era una camiseta sudada, pero cuando levanté la mirada me encontré con el rostro del señor Flesher demasiado cerca del mío y sin camiseta.

Estaba sudado, pero no goteaba por su frente como de costumbre, lo que probablemente se debía a la camiseta húmeda en mi regazo.

Se había secado con ella y me la había lanzado.

—Despierta, avecilla, tenemos que irnos.

Pestañeé lánguidamente cuestionándome si aún seguía soñando o realmente tenía a Liam tan cerca de mi rostro que podía sentir su aliento abanicando sobre mi piel.

—Si me diera más espacio —susurré algo desconcertada y con la voz más ronca de lo que creí.

—Bien, iré a ducharme mientras tu tratas de ser una persona nuevamente —mi ceño se frunció ante su insinuación, pero antes de poder decir algo, él se inclinó y dejó un beso sobre mis labios, para después incorporarse y dirigirse hacia el pasillo que conducía a las duchas.

Mi corazón latía desenfrenadamente mientras trataba de analizar que Liam me había besado. Solo había sido un pico casi inocente de no ser porque él nunca me había siquiera tocado.

Tal vez en alguna de esas ocasiones en dónde casi me como el piso a tropezar y me sostuvo de mi brazo, pero nada más.

Y por ello todo encajó cuando miré hacia mi izquierda en dónde una chica continuaba con su teléfono levantado en mi dirección. Al notar que la miraba lo bajó casi de inmediato y se dio la vuelta para correr lejos de mi campo de visión.

Si bien, este lugar era de élite no quería decir que personas no conocidas no vinieran aquí. Muchos solo eran personas con suficiente dinero para pagar la suscripción y aprovechar todos los beneficios dados.

Por eso no era de extrañar que algún famoso fuera captado aquí, no estaba prohibido grabar o fotografías.

Gruñí algo enfadada y me levanté para ir hacia el casillero del señor Flesher y tomar uno de los dos trajes que aún quedaban dentro, luego, con paso decidido y el rostro desencajado abrí la puerta de las duchas de hombre valiendo madres todo y conseguí su m*****a ducha.

Por suerte solo dos estaban encendidas y estaban del otro lado de dónde me encontraba.

—Es muy ruin de tu parte comprometerme de esa forma.

Le dije al hombre que se duchaba de espaldas a mí.

Las duchas solo tenían una pequeña puerta de cristal desde medio cuerpo hacia abajo, que evitaba que el agua salpicara cuando cayera al suelo, por eso podía ver la parte superior de él.

Una ceja se enarcó mientras me miraba sobre su hombro y pronto la sonrisa maliciosa apareció. Odiaba esa m*****a sonrisa y más cuando se empeñaba en dirigirla hacia mí.

—No te he comprometido con nada, tu solita lo haces metiéndote al baño de hombres detrás de mí.

Mis mejillas se tornaron rojas, pero no reduje mi rabia ni por un solo segundo.

—No he aceptado nada de esto, así que no tienes derecho a ponerme en evidencia frente a cualquier cámara.

—¿Qué cámara? —cuestionó inocentemente y tuve que respirar profundamente para no meterme en la m*****a ducha y golpear su cabeza con los azulejos.

—Espero que cuando nos casemos no seas así de imbécil —las palabras salieron producto de mi rabia y todo lo que había estado conteniendo durante el día y él aprovechó cada cosa que soltaba para moldearla a su antojo.

—¿Entonces si te casarás conmigo, Avecilla?

—No me digas así —él se dio la vuelta por completo dejándome ver sus perfectos abdominales cubiertos de agua y aparentemente se duchaba con agua fría, porque no había ni una sola nube de vapor que evitara que mirara su cuerpo completamente.

Agradecí que la parte de abajo estuviera cubierta, porque entonces moriría de vergüenza.

—Te queda el nombre, más de lo que crees. Y aunque quisiera tener esta conversación en otro momento o darte más tiempo para procesar todo esto, no puedo, Liana. Necesito que me des una respuesta para saber si puedo contar contigo o tengo que buscar a otra mujer para que me de lo que tú no puedes darme.

Y sabía cuál sería la respuesta, lo había estado pensando desde que rechazaron mis prestamos, pero lo que salió en respuesta ciertamente lo solté en medio de la nube de desesperación molesta en la que él me había metido.

—Acepto, pero solo si subes la oferta a un millón de dólares y me das la mitad por adelantado.

Y no pareció inmutarse por mi petición, ni siquiera le importó que le estuviera pidiendo el doble de su oferta, solo contestó.

—Hecho.

Y no supe si fue por la obscena cantidad de dinero o por que estuviera completamente desnudo frente a mí mientras me miraba intensamente. Pero mi corazón y mi centro palpitaron a la par provocando que me sonrojara y tuviera que salir de las benditas duchas luciendo más desaliñada que cuando entré.

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