Capítulo 5

Liam Flesher

La llamada de Christina me sacó de mi estado de concentración mientras analizaba mis próximos movimientos en una de mis empresas.

Con el ceño fruncido tomé el teléfono y lo coloqué en altavoz para seguir repasando ciertas cosas mientras lo escuchaba hablar de cualquier cosa que necesitaba.

—Resulta que le aprobaron uno de los préstamos a tu pequeña avecilla —casi por inercia mis movimientos se detuvieron y me concentración se enfocó en la voz de Christian y lo que estaba diciendo —eso nos deja en desventaja, ya que no te necesita para saldar sus deudas y por lo renuente que parece a contestarte supongo que esto es lo que esperaba, que otra puerta se abriera para no tener que elegirte.

—Entonces no la voy a forzar a elegirme, Christian —contesté simplemente. Aunque aquella respuesta me dio un mal sabor de boca. Ya me había imaginado como sería vivir con la avecilla bajo un mismo techo.

Me pregunté si su temperamento saldría a relucir o seguiría apagando el fuego que veía en sus ojos cada vez que le daba una orden brusca.

—Tú no, pero yo sí. He estado detrás de esto durante demasiado tiempo como para echarlo a perder ahora. Llamé al banco y le dije que, si le daba el préstamo, tu corporación retiraría los activos en el banco.

—Te voy a despedir —pero claramente no estaba molesto. Por alguna extraña razón me alegraba.

Pero me entendía a mí mismo. Tener una modelo tomándose fotos conmigo las veinticuatro horas del día no me beneficiaría a la hora de terminar nuestra relación. Porque claramente solo estaría con ella durante el tiempo estipulado.

Sin embargo, con Liana sería mucho más fácil finalizar las cosas. Era una mujer que gozaba no solo de mi absoluta confianza, sino que tenía bastante inteligencia y parecía del tipo de mujer que prefería ser invisible, aunque, después de lo que tenía planeado hoy sería muy difícil pasar inadvertida.

—Solo cuido lo que es tuyo, imbécil. También me aseguré de que los demás bancos le dieran la negativa sin más prórroga. Y sí, utilicé tu nombre para ellos, pero quería que todo fuera más efectivo. Ahora tienes a la avecilla en tus manos, solo no la dejes escapar siendo un imbécil arrogante, porque si decide hipotecar la casa ahí no podré hacer una m****a.

Y luego solo colgó el teléfono sin darme una oportunidad de replicar.

Habían pasado dos días ya desde que le conté a Liana lo que necesitaba que hiciera por mí. Y aunque ahora se tardaba más tiempo del necesario repasándome, entendía que se estaba pensando seriamente el aceptar.

Y eso me dejó ver lo inteligente que era, aunque ya lo tenía claro.

Liana estaba considerando todas las variables posibles para no encontrarse con sorpresas y de todas las personas a mi alrededor ella era la que probablemente más me conocía. Estaba suficientemente pegada a mí como para saber cuántas veces a la semana follaba con alguna modelo en el gimnasio de élite al que iba. También sabía cuántas veces me follaba a la de recursos humanos, creo que tenía un registro de las veces que venía a mi oficina y su hora y fecha.

Recuerdo que cuando la sorprendí anotándolo me dijo que sería más fácil localizar las grabaciones si ella llegaba a demandarme por acoso laboral.

En las grabaciones era evidente que la señorita iba de buena gana y sin que la llamaran. Y estaba seguro de que Liana testificaría a mi favor si se llegaba a dar el caso.

Aunque algunas otras veces la llegué a escuchar tacharme de abusador por empujarla hacia sus límites laborales. Pero las horas extras eran muy bien pagadas y sumándole a eso el que Christian le haya aumentado el sueldo, la señorita debería estar forrándose con un trabajo de secretaria.

Ahora tal vez comprendía por qué se había quedado tanto tiempo.

Una vez estuve listo para irme, recogí mis cosas y salí de la oficina para dirigirme hacia el ascensor.

Liana caminó detrás de mí con sus cosas encima y mi bolso con mis cosas del gimnasio.

Hoy teníamos una cena después de que entrenara y aunque siempre parecía agotada al final del día, hoy parecía ciertamente miserable. Sus ojos estaban rojos, su cabello luía despeinado y algo enmarañado y su ceño fruncido no estaba, siendo reemplazado por una actitud decadente que por alguna razón me estaba molestando.

Y ni siquiera podía creer lo que estaba a punto de hacer, pero lo hice.

—¿Se puede saber que te sucede? —cuestioné mientras el ascensor descendía hacia el estacionamiento.

—Nada importante —contestó, con su voz sonando una décima más ronca de lo que realmente era.

—Si tú lo dices.

Y decidí no presionar más, sabiendo que la causa de sus lágrimas de alguna forma u otra era yo, pero no había nada en mí que le importara que la pequeña llorara por haber truncado sus otros caminos. Después de todo le daría uno con más oportunidades y más dinero de por medio.

Al llegar al estacionamiento sonreí para mí mismo mientras me subía al auto en dónde mi chofer ya esperaba sabiendo la hora en la que salíamos.

—Será mejor que te peines e intentes no verte tan miserable, tenemos una cena luego de mi entrenamiento.

El ceño de la pequeña cosa se frunció y parpadeó lentamente mientras las llamas del infierno en sus ojos se avivaban. Definitivamente tenía fuego y yo parecía ser un buen incentivo para que se encendieran un poco más cada vez que hablaba.

Ella creía que era grosero sin intención, pero la verdad era esta, siempre me había gustado ver como luchaba consigo misma para no mandarme al infierno. Por eso las poas veces que se atrevió a hacerlo no me importaron en lo absoluto, pues yo mismo la había empujado.

Ella respiró profundamente y se recostó del asiento mientras miraba por la ventana evitando mirarme.

Y aunque nunca lo admitiría, me agradaba que fuera ella la que se casara conmigo, si le daré beneficios a alguien con mi imagen, mejor que sea a alguien que se lo ha ganado teniendo que soportar más que mi mal humor y mis folladas a media mañana en la oficina.

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