Capítulo 4

Liana Clinton

Aun no podía asimilarlo del todo.

Mi cabeza continuaba dándole vueltas a sus palabras mientras él me miraba atentamente, tal vez dándome tiempo a que mi cerebro procesara su petición, sus palabras, su oferta.

—Entiendo que es algo complicado de asimilar —hizo una pausa al ver que mis labios se entreabrían, pero no salió nada de ellos —pero necesito alguien en quien confíe para esto y tú eres probablemente la persona en la que más confío después de Christian. Has sido mi secretaria durante nueve meses demostrando que eres de fiar y si aceptas esto realmente te beneficiará a ti.

Continué en silencio mientras mi cabeza recreaba la cantidad de dinero una y otra vez. Medio millón de dólares era una suma increíblemente grande. Podría hacer tantas cosas con ese dinero y una de ellas era sacar a mamá de su miseria, devolverle la vida de alguna forma.

—¿Qué conllevaría el casarnos? —pregunté al fin.

Había costado recuperar mis palabras, pero agradecí que mi mente formulara una pregunta adecuada y no solo terminara balbuceando.

—Todo lo que conlleva un matrimonio —mis ojos se abrieron un poco más de lo que ya estaban y él entendió mi preocupación —pero frente al público, cuando nadie más este mirando seremos solo tú y yo siendo como normalmente actuamos.

—Se refiere a usted refunfuñando sin sentido y yo soportándolo ¿no? —las palabras salieron sin que pudiera detenerlas y casi me reviento la cabeza contra el escritorio por tener que hablar justo ahora a cerca de esto.

—Se refiere a ti lanzándome dagas imaginarias sin sentido y yo teniendo que ignorarlas para no tener que despedirte.

Casi me rio de su respuesta, pero estaba demasiado nerviosa como para lograr dejarla salir.

—Básicamente seremos novios públicos durante un par de semanas declarando que llevábamos nuestra relación en secreto durante varios meses. Formalizamos nuestra relación al yo pedirte matrimonio en cualquier restaurante que tenga visibilidad y nos casamos una semana antes de que falten solo seis meses para que se venza el testamento.

—¿Y luego de que nos casemos? —sabía la respuesta, era clara, pero necesitaba realmente escucharla.

—Viviremos juntos, Liana. No tendremos intimidad —aseguró —aunque no me molestaría en lo absoluto si te ofreces —su sonrisa maliciosa cruzó sus labios y me pregunté si el hombre que tenía delante era el mismo que me ladraba órdenes cada día de mi vida.

—No, gracias, estoy bien así —su sonrisa se hizo más grande y por un segundo creí que se reiría.

Aparentemente ahora le parecía divertida.

—Seguirás trabajando como mi secretaria, el que te mantengas cerca dará pie a que nuestra relación es verdadera, nos verán juntos durante mucho tiempo y bueno, tendrás que adaptarte a mi vida en cuanto te mudes conmigo.

Él esperó largos segundos mientras yo mantenía mi boca cerrada mirando hacia la mesa, hasta que me di cuenta de que esperaba por mí.

—¿Espera que le responda ahora? —cuestioné algo incrédula y él ladeó la cabeza de un lado a otro pensándoselo.

—Puedes pensarlo.

Asentí varias veces y me levanté de mi lugar sintiendo que las piernas me temblaban levemente.

—Volveré a mis pendientes.

Mi voz fue a penas un susurro y mientras me daba la vuelta y salía de la oficina sentí su mirada en la espalda durante todo ese tiempo.

Ciertamente tenía demasiadas cosas que pensar, pero no quería tomar una decisión a la ligera solo porque la desesperación me estaba recorriendo. Y algo en todo esto me dio un mal sentimiento en el estómago.

Justo ahora que necesitaba una oferta como esta él caía del cielo como si hubiese estado esperando este momento durante mucho tiempo. Era como si todo hubiese sido planeado.

Era algo improbable, dado que apenas hace poco tiempo mamá fue diagnosticada, pero igual la sensación se asentó mi estómago sin estar dispuesta a liberarme.

Al llegar a mi escritorio me desparramé sobre él y busqué mi teléfono celular para marcarle a mamá.

Después de la última vez que tuvo que visitar el hospital me he preocupado por llamarla varias veces al día mientras mi hermana no estaba, para asegurarme de que todo andaba bien.

El alivio me recorrió cuando contesto y me hundí un poco más al escuchar su voz del otro lado de la línea.

—Hola, cariño —saludó suavemente.

—Hola, mamá ¿cómo has estado hoy?

Si bien la había visto en la mañana se sentía como si hubiese pasado mucho tiempo. No quería imaginar que era poco el tiempo que me quedaba con ella, por eso, me estaba esforzando en solucionar el problema del dinero y ahora parecía que la solución la tenía en la palma de mi mano.

—He estado bien cariño, pero te escucho un poco apagada —yo suspiré sabiendo que esta mujer me conocía más que yo misma, pero nunca me sentí mal por ello. Casi siempre agradecía el tenerla como madre.

—Te haré una pregunta y necesito que respondas con toda sinceridad.

—Está bien.

—¿Si hubieses tenido la oportunidad de salvar a papá, sin importar a qué costo, lo hubieses hecho?

El silencio se extendió por la línea y la respiración de mamá se hizo un poco más pesada.

—Lo hubiese hecho sin dudar ni un solo segundo.

Y esa fueron las únicas palabras que necesité para saber que nada de lo que hiciera para salvarla estaría mal. Era mi madre, sangre de mi sangre. Una mujer que podría tener una vida por delante si solucionáramos su problema de salud.

—Que tengas buen día, mamá, y llama si necesitas cualquier cosa.

Colgué la llamada sin esperar alguna pregunta de su parte y decidí que esperaría la respuesta de los bancos, sino lo lograba, el señor Flesher sería mi única opción.

Y si me lo preguntaban, un matrimonio no sonaba tan descabellado cuando seria él quien me besaría en público y me sostendría de la mano, aunque en privado regresara a ser ese ogro que solo grita órdenes.

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