Capítulo 3

Liana Clinton

Habían pasado seis días de haber pedido el contrato y los bancos simplemente no llamaban para confirmar o negarme el préstamo y eso solo me estaba poniendo muy nerviosa.

Cada día que pasaba era un día más en el que mi madre corría riesgo de volver a desmayarse en algún lado de la casa. Y aunque estaba tomando medicamentos para mejorar, eso solo estaba retrasando lo inevitable.

No quería que mi madre llegara a los extremos de necesitar un trasplante y si ni siquiera podía pagar esta cirugía un trasplante sería impensable. No quería perderla, no podía permitir que mi pequeña hermana se quedara sin madre, así como se había quedado sin padre.

Y aunque claramente estaba muy distraída con todo lo concerniente a mi madre y el dinero que necesitaba pero que no tenía, era inevitable que no me fijara en los cambios que estaban dando a lugar en mis narices.

Hacía unos dos días Christian Cleiman, el abogado y mejor amigo del señor Flesher, había estado en su oficina. Al salir me dijo que tenía grandes planes para mí y luego se marchó sin permitirme cuestionarle nada.

Después de ese día el señor Flesher había estado dándome miradas furtivas.

No había ningún interés de por medio, de hecho, nunca me dirigió la palabra más que para ordenar rabiosamente como siempre, pero esta vez sus ojos me asimilaban más de lo necesario y mientras se encontraba en el gimnasio sus ojos me buscaban a través del espejo para mantener su mirada clavada en mí.

Sabía que algo había cambiado, no era difícil de deducirlo, pero ciertamente me ponía nerviosa investigar que lo había hecho.

Mientras terminaba de revisar unos cuantos documentos para entregárselos al señor Flesher, escuché como el ascensor se abrió y levanté mi mirada para ver a la mujer de recursos humanos caminar con paso decidido hacia la oficina.

Ni siquiera me molesté en decirle que le avisaría a mi jefe de su presencia, ya estaba acostumbrada a estas visitar furtivas de la señorita rubia por lo menos dos veces a la semana.

Sabía que ella estaba muy muy interesada en el señor Flesher, pero él solo buscaba sexo en ella. Los había escuchado discutir varias veces desde mi lugar, bueno, la escuchaba a ella gritar, más que nada, ya que el señor Flesher permanecía impasible, pero eso no la detenía de seguir con sus berrinches pidiéndole algo más que encuentros furtivos en su oficina en dónde la follaba sobre su escritorio o en su sofá.

Por eso siempre me aseguraba de no tocar ninguna superficie en su oficina, no quería imaginar tocar algo en dónde el culo de la señorita había estado.

Cuando pasó junto a mí me dio una mirada por encima de su hombro y continuó hacia la oficina para cerrar la puerta detrás de ella.

No pasó mucho tiempo cuando comencé a escuchar gemidos amortiguados y suspiré profundamente antes de levantarme de mi lugar para tomar mi botella de agua y caminar hacia el lugar dónde se encontraba la fotocopiadora.

La encendí para imprimir algo y escuchar cómo se tragaba el papel mientras me dejaba caer en el suelo y bebía de mi botella de agua mientras miraba a la nada.

La preocupación me envolvía como un manto y las lágrimas se amontonaron en mis ojos, pero las parpadeé.

¿Cómo conseguiría tanto dinero si el banco no me daba el préstamo? Tendría que hipotecar la casa y mamá probablemente se moriría de un infarto si le decía tal cosa. La casa era todo lo que nos quedaba de papá y aun si la lograba hipotecar tendría que buscar más dinero para la recuperación.

Podría pedir un préstamo a la compañía para eso, solían darlos si había buenas razones de por medio.

El problema estaba en que eso reduciría mi salario y yo debía mantener la casa con todos los gastos, sin mencionar la universidad de mi hermana y entonces el pago de la hipoteca.

Todo se estaba yendo a la m****a y yo con ella.

Pero yo nunca me rendía, eso era lo que me caracterizaba después de todo.

Con un suspiro pesado me levanté de mi lugar una media hora después al escuchar como la puerta de la oficina se abría.

Sabía que ella estaba haciendo su pasarla de la victoria hacia el ascensor, por lo que me quedé de pie hasta que escuché que el ascensor cerraba.

Al regresar a mi puesto un poco desgarbada me encontré con el señor Flesher recostado del marco de la puerta de su oficina.

Mis pasos se detuvieron abruptamente y mi mirada lo repasó mientras fruncía el ceño severamente.

Tenía el cabello despeinado, su camisa tenía algunos botones sueltos que me dejaban ver la piel bronceada y tersa de su pecho, la corbata había desaparecido y la camisa estaba por fuera de sus pantalones.

Se notaba de lejos que había sido follado y prefería no acercarme por si el olor a sexo persistía.

Pero indudablemente lo prefería durante las horas posteriores a sus orgasmos, porque él no eran tan mordaz ni tan arrogante, parecía ciertamente relajado después de ello.

—Tiene una reunión en una hora, será mejor que se arregle, además, en unos minutos le llevaré unos documentos que debe leer y si puede riegue el aromatizante, el olor a sexo en lugares cerrados no le hace bien a mi nariz.

Mi tono de voz fue suave y calmado y sin esperar su respuesta me acerqué a mi escritorio y me senté en el para comenzar a teclear en el teclado del computador para anotar el día y la hora en la que entró y salió la señorita de recursos humanos.

Minutos después aun podía seguir sintiendo la mirada de mi jefe sobre mí y esa fue otra de las cosas que sabía que había cambiado.

Él nunca reparaba en mí más de dos segundos, entonces las palabras de Christian regresaron a mi mente. Algo estaba pasando, algo que no sabía y que no me dirían hasta que no fuera necesario.

Minutos más tarde la puerta se cerró y suspiré aliviada.

Continué con mi trabajo y una media hora llevé los documentos para que los revisara y los firmara, pero él solo colocó su firma dónde correspondía confiando en mí y en lo que le daba para firmar.

No era extraño, él desde que cumplí cuatro meses en el trabajo dejó de fijarse en lo que yo le daba para firmar sin mencionar que ni siquiera me pedía que tocara la puerta al entrar.

Él confiaba en mí, realmente lo hacía.

Y en cuanto me dio los documentos tenté con irme, pro su voz me detuvo.

—Necesito hablar contigo, Liana.

Mi ceño se frunció ante la forma en la que me llamó. Él nunca me llamaba por mi nombre, sí, creo que algunas veces me tuteaba, pero casi nunca y el que me llamara por mi nombre erizó todos los vellos de mi piel.

Esto no se sentía bien, no se sentía correcto y el temor me envolvió como una manta venenosa.

¿Me despediría? No, no podía ser eso, demasiado improbable, después de todo he sido la que más ha durado en este empleo, cumplía con mi trabajo a la perfección y nunca protestaba.

Sí habíamos tenido varios encontronazos, pero él nunca los tomaba enserio, solo me miraba largos minutos y luego se iba y no me llamaba hasta que pasaban varias horas y se calmaban mis ánimos.

—¿Qué necesita? —cuestioné cautelosamente.

—¿Puedes sentarte? —yo miré la silla a mi lado y fruncí el ceño considerablemente.

—No me la follé en la silla, Jesús, ni siquiera la tocó.

Mi mirada se dirigió hacia él y me senté en la silla mientras entrecerraba los ojos en su dirección.

—Se supone que sería Christian quien te diría esto, pero prefiero hacerlo directamente yo, ciertamente es algo que nos concierne solo a nosotros dos.

Nerviosamente me removí en mi lugar y ladeé mi cabeza para analizarlo en otor ángulo. No había necesidad, ya que tenía sus rasgos memorizados, pero Jesús, siempre era un placer apreciarlo, aun cuando estaba claramente nerviosa. Pero al diablo, eso me distraía considerablemente.

—¿Solo a nosotros? —cuestioné en medio de su pausa y él asintió.

—Iré directamente al punto. En siete meses se vence el tiempo para reclamar la herencia que me dejó mi abuelo, pero el testamento tiene una cláusula que no me permite cobrar la herencia sin antes cumplirla.

Él guardó silencio varios segundos, pero yo no hablé, solo esperé a que continuara.

—Debo casarme en menos de un mes y durante seis meses para poder cumplir con la cláusula, sin mencionar que tengo que hacer que parezca real, verdadero, pues hay testigos en el testamento que deben certificar que mi amor por mi esposa es real.

—Ajá —dije sin entender en qué me involucraba esto.

Pero bueno, si lo sabía, solo que no quería asimilarlo.

—La cuestión, Liana, es que Christian te ha elegido para que seas mi esposa, tendríamos que firmar un contrato ambos, pero te pagaría medio millón de dólares si aceptas.

Pestañeé lenta y aletargadamente durante unos instantes. Mi boca se abrió con sorpresa mientras trataba de buscar aire, pero, bueno, el shock seguía profundamente arraigado en mí y aunque intentaba sus palabras aún no se procesaban.

—¿Qué? —solté como una estúpida.

Una pequeña sonrisa apareció en sus labios y eso también me dejó fuera de juego. Este arrogante hombre nunca, absolutamente nunca sonreía.

—Que quiero que seas mi esposa por contrato, Liana, Quiero que me ayudes a cumplir la cláusula que permitirá reclamar medio billón de dólares y tu obtendrás medio millón de dólares si aceptas, incluso podría darte un millón de dólares completo si consideras que necesitas un mayor incentivo para aceptar.

—¿Por qué yo? —cuestioné aun sin poder entenderlo del todo.

—Porque tú eres la única mujer que me ha soportado por nueve meses, has estado cerca y tampoco te has enamorado de mí. No quiero una mujer que se obsesione conmigo en un instante o una que tenga la necesidad de mostrar nuestra unión por todas las esquinas y tú eres la mujer perfecta para esto.

Capítulos gratis disponibles en la App >

Capítulos relacionados

Último capítulo