Capítulo 6

07:00 AM

Anoche me prometí que no lloraría, pero al cabo de una hora después, lo hice, sí lloré. Porque necesitaba sacar eso que me estaba carcomiendo el alma.

Necesitaba drenar el sentimiento tan intenso que la partida de Thomas me generó.

Y por suerte, llorar desconsoladamente, funcionó, pues hoy me siento de maravilla y vaya que tengo razones para sentirme así de bien...

— Feliz cumpleaños a ti, feliz cumpleaños a ti, feliz cumpleaños a la mejor amiga más sexy y hermosa del planeta, universo y galaxias enteras. ¡Feliz cumpleaños a ti...! —Me río ante el canto tan peculiar de mi mejor amigo Sebastián y entre risas susurra— Paso por ti en una hora, ya muero por verte.

— Oh, pero miren quién está de vuelta —Le escucho resoplar burlón— Gracias, te quiero mucho y ya muero por abrazarte.

— Acepto besos, gracias.

Vuelvo a reír a carcajadas y digo:

— Y yo un buen capuchino, lo necesito.

— ¡Uy! Tenemos chisme nuevo —Dice juguetón y suspiro— Espérame lista, llevaré tres capuchinos por si acaso. —El se ríe ante su comentario burlón y sin darme tiempo para protestar, me cuelga.

— ¡Idiota! —Rio mientras le grito al teléfono.

Hoy por fin reabren el museo de arte y con ello, inicia la exhibición de mis obras.

Y sí, hoy también es mi cumpleaños número veintisiete. No puedo estar más que ansiosa.

Muchas cosas pasarán hoy, pero solo puedo desear cosas buenas.

Una de esas cosas buenas, sería no toparme con Thomas, pero no sé porque tengo el presentimiento de que será todo lo contrario.

Solo espero, lo que sea que pase. No sea malo.

Hoy no, por favor, señor Dios. Hoy no.

Media hora después...

Cuando Sebastián se sienta en la mesa junto a mí, tira sobre ésta el periódico local de hoy, y sonrío al ver mi foto en la página frontal. En la foto, poso con uno de mis cuadros frente al museo a puerta cerrada.

Y debo admitir que salgo impresionante. El museo también, claro.

— ¡Mi mejor amiga es famosa!

— ¡Ay, cállate! No es la primera vez... —Bromeo y este suelta una carcajada.

— Vaya, pero que creída me saliste.

Vuelvo a reír y acepto uno de los tres capuchinos que mi exagerado amigo trajo, mientras leo el periódico.

Gimo cuando el sabor del café frío invade cada espacio de mi boca y vuelvo a sonreír al escuchar a Sebastián gemir también, me gusta el de caramelo con leche, muy espeso y con abundante crema. ¡Es una delicia!

Al terminar de leer el grandioso artículo, dejo el periódico sobre la mesa y mi teléfono comienza a vibrar.

Pero el número de la llamada entrante es desconocido, así que lo ignoro. Y cuando vuelvo la mirada hacia mi querido Sebastián, este musita:

— ¿Y bien? ¿Qué a pasado como para que me pidieras tres capuchinos?

— Ah, no. ¡Espera! —Niego con la cabeza firmemente— No vengas tú con tus inventos. Te pedí un capuchino, uno solo. ¡No tres!

Ambos reímos y poniéndonos en pie, caminamos al sofá y nos echamos en este al mismo tiempo que nos acurrucamos mientras miramos hacia la chimenea.

— ¿Qué pasó? —El pregunta y suspiro.

— Que no pasó... —Mi vista se nubla y tragando con fuerza, me niego a caer en la tristeza de nuevo— Esa sería la pregunta correcta.

— ¿Tiene que ver con Thomas, cierto?

Asiento, y el abrazo de Sebastián se intensifica.

— Te escucho, mi vida... —Dice mientras besa mi frente y le devuelvo el abrazo como si mi vida pendiera de un hilo.

— Lo arruiné. Caí ante las riendas de la tentación... —Susurro avergonzada y escondo mi rostro en su cuello.

— ¿Que? —El espeta contra mi mejilla, mientras aún mantengo mi rostro oculto— ¿Te acostaste con Thomas?

— Casi.

— ¿Eso qué significa? ¿Cómo que casi? ¿Sí o no?

— Pues, no pudimos concluir y no te diré la razón, es muy personal y no quiero recordarlo.

— Ay... —Alzo la mirada para encontrarme con la suya y me río ante su puchero— Así no se vale, los chismes a medias no cuadran.

— Lo siento. —Ladeo una sonrisa tímida— Pero viendo el lado positivo, lo mejor es lo que no pasa.

— ¿Estás segura?

— ¡Lo estoy! —Musito gélida y sin mirarlo a los ojos.

— Claro...

Sebastián suspira y acariciando una de mis manos entrelazada con la suya, susurra:

— Sabes que estás mintiendo. No solo a mí, sino también a ti misma. Pero está bien, yo también estuve en negación por algún tiempo, es normal.

— Claro que no estoy en negación. —Digo en un hilo de voz y un puchero me abandona.

Rayos...

Mi Sebas me conoce tan bien, creo que soy muy predecible. El suspira y ahora mirándonos fijamente, dice:

— Esto no será fácil, Lucey. Nada de esto será fácil, pero si realmente sientes algo por él, date la oportunidad de descubrirlo.

— Pero...

— ¡Escúchame! —Dice con severidad— Si lo haces, si te arriesgas a averiguarlo, también debes tener el temple y la fuerza suficiente para dejarlo ir cuando sea necesario, cuando sea debido.

Un sollozo me abandona.

— Por desgracia, es la suerte que corremos todos cuando caemos en las garras de un amor prohibido. Y tú, amiga mía, aunque no lo quieras aceptar. Me temo, que has caído.

Sin más, me refugio en su amplio pecho y sus grandes brazos me aferran y aprietan contra él. El cariño y la protección que siento es tanta, que mis uñas se clavan en su camiseta.

Lo quiero mucho y sinceramente, no sé qué sería de mi si no tuviera su apoyo y compañía.

Aún recuerdo el día que lo conocí, fue gracias a Johan, el nos presentó. Ambos se conocieron en la cafetería de la galería donde Johan trabajaba. Ambos tenían una semana de conocerse cuando por fin nos conocimos y al instante de vernos, hicimos click.

Es como si mi alma siempre hubiera esperado para encontrarse con la suya. Como si la vida se hubiera tardado en presentarnos.

Y desde entonces, hemos sido inseparables. No veo una vida sin mi Sebastián. El no dudó ni un segundo en ponerse de mi lado cuando descubrimos el engaño de Johan, y eso que no lo obligué a escoger bandos. Porque sé perfectamente que eso está mal y porque antes de conocerme, ellos se habían hecho amigos primero.

Eso siempre me hará apreciarlo demás. Porque Sebastián me puso de primero antes que a nadie. Ambos perdimos contacto con todos los amigos que teníamos en común con Johan y los cuales se pusieron de su lado sin escatimar diferencias. Sin darle importancia a la amistad que también les dí. Pero está bien, eso sirvió para saber quiénes eras reales conmigo y quiénes no.

Todos a excepción de Jessy, quien se mantuvo neutra a la situación y no escogió bandos, sino que siguió siendo amiga de los dos. Lo cual también me hace apreciarla mucho.

Sebastián suspira contra mi cuello y luego besa mi mejilla para susurrar:

— En la noche traeré el pastel. Y no digas que no, ya lo mandé hacer. —Espeta al ver mi cara y negando con la cabeza omito una risita.

Él es mi mundo ahora, lo adoro mucho.

Somos más que amigos, somos hermanos.

Él es el hermano que mis padres nunca pudieron tener. Él es el hermanito que mis padres nunca pudieron darme.

Y soy feliz con eso, porque no necesito más.

Junto con mi madre, estoy segura, que papá lo envío a mi vida y por una buena razón, ya que a los pocos días de fallecer, fue cuando Sebastián llegó.

Y nunca más se marchó.

Dos horas más tarde...

10:25 AM.

Me encuentro en un restaurante cerca del museo junto a mi amigo Frank, quien me invitó a un brunch como regalo por mi cumpleaños, me alegró mucho que se haya tomado la molestia de pasar tiempo conmigo y de armar este pequeño compartir solo para nosotros dos, en una pequeña área privada del restaurante.

Creo que le gusto. No me lo ha dicho aún, pero sus acciones hablan por sí solas.

Y si es así, me apena tanto que haya llegado en este momento de mi vida donde estoy tan confundida y laboralmente, tan comprometida con mi trabajo. Además, no tendría sentido, pues no me gustan las relaciones a distancia. El es muy lindo y definitivamente es todo mi tipo. Pero nunca me han gustado y no creo cambiar de opinión a estas alturas.

A mitad del brunch, mi teléfono vuelve a vibrar y me doy cuenta que la llamada proviene del mismo número que llamó bien temprano en la mañana, cuando estaba con mi amigo Sebastián.

Ante la insistencia, decido contestar la llamada después de disculparme con Frank y verlo asentir.

— Hola, buenos días... ¿Quién llama?

— El. Amor. De. Tú. Vida. —Se escucha entrecortado y frunzo el ceño.

— Disculpe, ¿Con quién desea hablar?

— Contigo, Lucey. Hola.

Palidezco al reconocer esa voz y mi traicionero corazón, se acelera.

— ¿Cómo conseguiste mi número? —Espeto—  ¡Nunca te lo di!

— ¿En serio vas a preguntarme eso? —Le escucho reír con sarcasmo.

— ¡Estoy hablando en serio, Thomas!

— Yo también. —Ahora el deja de reír.

— ¿Estás siguiéndome? —Musito gélida.

— Yo no diría eso exactamente. Solo seguí mi intuición...

— Thomas, tú actitud ya me está dando miedo.

— No, miedo es el que yo siento al verte con otro.

Trago saliva con fuerza y lentamente me giro para ver hacia la ventana del establecimiento que da hacia la calle y, allí está él... Sentado en su moto, sin el casco puesto y viendo fijamente hacia mí.

Su cabello castaño y todo alborotado me hace pensar que quizás cometió la locura de conducir su monstruosa moto sin protección y tal cosa me afecta tontamente.

— Vámonos. —Dice tajante.

— ¿Qué?

— ¡Lo que escuchaste! —Exclama frustrado— Déjalo y vente conmigo.

Siento mis mejillas arder, ese calor que me hizo sentir esa noche en la que inició todo invade cada espacio de mi traicionero cuerpo y ante eso me enojo y, digo lo primero que pasa por mi mente.

— Mira, Thomas. ¡Tú a mí no vas a darme órdenes! Haré lo que quiera hacer y, eso significa que volveré a la mesa de la cual nunca debí alejarme y con quién estaba antes de que se te ocurriera llamar. Así que regresa por donde viniste y déjame en paz.

Su mirada furiosa me hace retarlo de vuelta, aunque por dentro tiemblo como gelatina. Se ve tan imponente, sus ojos tan llamativos y su mandíbula prensada hacen verlo tan poderoso. Y tan... Varonil, tan hombre.

Dios...

¿Por qué aún me debato?

Rayos, esto de que él aún sea un adolescente de alguna manera, me tiene traumada. No puedo dejar de hacerlo menos hombre por su edad. Aunque debería dejar de hacer justamente eso, sobre todo, después de lo que estuvo a punto de pasar entre nosotros hace horas.

No tengo dudas de lo grande... Digo, de lo que sentí allí abajo, bueno. ¿Ustedes me entienden, verdad? Y con eso es más que suficiente para dar por sentado que de niño no tiene nada.

Con solo verlo siento un profundo cosquilleo en la parte baja de mi abdomen. No puedo controlar ni evitar lo mal que él me pone y todo los sentimientos encontrados que me genera.

— No me hagas entrar ahí y llevarte conmigo a la fuerza, Lucey. —Dice con cautela al mismo tiempo que se pone de pie y lentamente comienza a alejarse de su moto.

— ¡Detente! —Chillo exasperada al verlo ahora de pie frente a la puerta del establecimiento.

— Hablo en serio, no estoy jugando. —Sus ojos se entrecierran al mismo tiempo que sus mejillas se enrojecen— Por favor, ven conmigo.

No me da tiempo de responder cuando al segundo de intentar hacerlo, Thomas se adentra al restaurante y finaliza la llamada.

Supongo que ya presentía mi respuesta y no lo culpo. Mis gestos suelen ser muy delatadores cuando se lo proponen. O quizás, él realmente me conoce a la perfección, cosa que no puedo poner en tela de juicio si a estado enamorado de mí desde hace tanto tiempo.

Al llegar frente a mí, toma de mi rostro con sus manos y su respiración entrecortada se mezcla con la mía un tanto exasperada por su avistamiento.

Sus labios apenas rozan los míos cuando entro en razón e impido lo que él estaba a punto de hacer. Besarme.

Al dejar de mirarlo, salgo del echizo que su mirada genera en mí y por poco le doy una sonora cachetada, lo cual no hice al recordar el lugar donde estamos.

Hacer tal banalidad, llamaría más la atención hacia nosotros. Y creo que con ciertas miradas disimuladas, ya es más que suficiente.

— ¿Dónde está tu bolso?

— Ya, Thomas, basta por favor. —Musito agitada y en voz muy baja— ¡Déjame en paz! Lo nuestro fue un error...

— Un error y una m****a, Lucey —Gime adolorido contra mis labios—. Te he amado por cinco años y lo que estuvo a punto de pasar, fue como un sueño para mí. —Su mano busca la mía y cuando la encuentra, se aferra a ella a pesar de que traté de esquivarlo— ¡Te amo, carajo!

Temblorosa y con el corazón agitado a más no poder, susurro:

— Pues yo no, Thomas. No te amo y no podría hacerlo aunque quisiera. —Su mirada pone mi mundo de cabeza, pero a lo hecho pecho— Solo... Solo mírate, eres un niño. Te falta un mundo por recorrer y no quiero que pierdas la oportunidad por tú bendito capricho hacía mí.

— Un mundo que solo quiero recorrer contigo, Lucey... —Dice con voz entrecortada y su mirada cae al suelo, luego hacia nuestras manos entrelazadas.

— Pero yo no, entiendelo.

— ¿Por qué no? ¡Por qué buscas lastimarme cuando anoche me pedías que te hiciera mía! —Dice ofuscado— ¿Por qué quieres herirme Lucey? Yo sé que te gusto, sé que sientes cosas por mí. ¡Admitelo de una vez!

— Nunca admitire tal alucinación. Lo de anoche fue un error. Un grandísimo y terrible error que jamás volverá a suceder. Thomas. Por favor, vete y déjame en paz.

— Mientes. —Gruñe.

— Piensa lo que quieras, me tiene sin cuidado. Solo quiero que te vayas para que yo pueda regresar con mi cita.

El color en los ojos de Thomas se oscurece y tal acontecimiento me hace palidecer.

— ¿Es por él? —Dice adolorido — ¿Es por él que me rechazas? ¿Es por él que no quieres nada conmigo?

— Sí. —Susurro y siento como la vida se me viene abajo.

— Sé que mientes, pero acabas de matarme con tu mentira Lucey, y en carne viva.

Una lágrima traicionera me abandona y vaga por mi rostro, al igual que un suspiro sale de mí pidiendo auxilio a mi corazón adolorido.

Odio verlo así, cuando su mirada siempre es vivaz, seductora e intimidante. Pero ahora, con lo que le he dicho...

Se ha apagado.

M****a...

¡Le rompí el corazón a un adolescente!

Y dicen... Que cuando eso sucede, cosas graves pasan.

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