Capítulo 44: Alma.

Amelia cayó de rodillas en aquella tumba. El color de la noche cubría su cuerpo en un holgado vestido. La tristeza se apoderaba de su rostro, de sus gestos, de cada una de sus extremidades, de su respiraciones incluso. Jamás se vio a sí misma experimentando un dolor tan profundo como aquel; arrojada sobre aquella oscura tierra, sintiendo como sus rodillas eran lastimadas y escuchando su propio llanto, tan fuerte que parecía ajeno a ella, a medida que sentía la mano de Maximiliano, buscando consolarla.

Amelia llevó sus trémulos dedos hacia la tumba, rompiéndose una vez más. Jamás había tenido comportamientos auto lesivos hasta que aquello había ocurrido. No podía verle algún color a la vida cuando su arcoíris había muerto. Pensar en que con un poco más de cuidado, había podido salvarla antes, la mataba. La había matado más de cien veces aquella semana.

La mujer dejó las flores favoritas de su madre en la tumba, tragando saliva, intentando regular el flujo de sus lágrimas, pero estas po
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