Capítulo 8: Orillada.

Los ojos de Fatima se llenaron de una profunda perplejidad, sino supiera que Amelia era una mujer muy poco creativa para las mentiras, la hubiese señalado sin pensarlo como mentirosa. La mujer se removió, incluso se quitó los guantes, sus ojos abiertos se clavaron en Amelia.

—No, espera, espera, ¿qué demonios?

—Esa misma fue mi reacción —murmuró Amelia, terminando de preparar un café, la hora de irse de aquel lugar llegaba, inmediatamente saliera, se direccionaría hacia donde su madre, necesitaba leer sus resultados en el hospital, apenas había logrado dormir treinta minutos pensando en la enfermedad de su progenitora—. Ese hombre se acercó a mí y me dijo que si quería casarme con él, que si quería ser su esposa, ¿qué clase de locura es esa? Jamás había visto algo similar en mi vida, además, me persiguió por una calle, casi me atropellan, casi lo atropellan a él, cuando por fin lo dejé hablar, me dijo que todo se trataba de un negocio en el que tendría que fingir ser su esposa a cambi
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