Capítulo 3

La gala había sido todo lo que se esperaba que fuera, una celebración de alta alcurnia, donde el lujo y la distinción se hicieron presentes. Aquellas miradas de las mujeres que en primera instancia la habían visto con lastima, ahora miraban a la hermosa novia con una envidia atroz que era tan palpable que se podía cortar cual rebanada de pastel. Emma permaneció todo el tiempo en silencio, regalando falsas sonrisas a todo aquel que se acercaba a saludarlos. Lo mismo hacia el hermético Dante, quien tan solo miraba con cierto recelo a la mujer que ahora era su esposa y no la perdía de vista.

Aquella era la primera vez que el importante hombre aparecía en público, nunca antes había mostrado su rostro, ni siquiera, había aparecido jamás en fotografías, siempre se hallaba oculto en el más estricto de los hermetismos, y por ella era que habían comenzado los rumores sobre que, en realidad, era un hombre nada agraciado y demasiado feo para aparecer públicamente. Dante Morgan era el hombre a cargo de la empresa mas importante del país, y, además, el heredero de los Morgan, la familia más influyente que existía en ese pedazo de tierra del mundo. Su nombre, era bien temido y conocido por todos aquellos que se consideraban alguien, su influencia y poderío, eran tales que realmente podría pagar la risa de cualquiera, y por ello, solo la hija de una buena familia podría ser su esposa.

Después de varias horas en los que los novios sonrieron para aquella multitud hipócrita que no les deseaba ni un tercio de la mitad de las cosas que les decían. Finalmente llegaban al que seria su “dulce hogar”; la hermosa y antigua mansión Morgan, que se alzaba soberbia y majestuosa sobre una colina rodeada de hermosos campos y bosques cuyos territorios eran propiedad de la familia. Dante, sin decir palabra alguna, entraba al ancestral y elegante hogar siendo ayudado por su servidumbre, servidumbre que, a su señal, los dejo solos casi en el acto. Emma apreciaba los decorados interiores, esa era la primera vez en toda su vida que miraba tal esplendor en persona, aquel lugar parecía sacado de su agitada imaginación o de las preciosas novelas que a veces miraba en TV, completamente lujoso y perfectamente ordenado, incluso, se sentía temeroso de romper algo, aunque ahora mismo, era la señora de ese lugar.

—Veo que estas muy impresionada por mi humilde hogar, Emma Brown — dijo Dante con una sonrisa que demostraba su enfado.

Emma se sintió ligeramente sorprendida por haber sido llamada por su nombre real, y no por el de Helena Lloyd que era el nombre de su gemela desconocida.

—Te equivocas, ese no es mi nombre, yo soy Helena Lloyd — respondió con seriedad la joven rubia de ojos avellanos.

Dante sonrió con ironía. Arrojando al suelo aquellos muchos documentos que contenían la información de la mujer que tenía delante, sonrió triunfal. El no era el tipo de hombre que dejaba a la deriva un asunto demasiado importante, y, por supuesto, averiguarlo todo sobre la familia de la mujer que sería su esposa y demás, le era esencial, había realizado sus propias averiguaciones, y estaba al tanto de que Emma, había suplantado a Helena en su boda. Dante Morgan no confiaba en nadie, su carácter frio y naturalmente desconfiado, no daban lugar a cabos sueltos jamás.

Al ver que la mujer tomaba aquellos papeles, esperaba que ella le suplicara perdón y rogara por su creencia por intentar engañarlo al verse descubierta de tal modo. Nadie que se atreviera a mentirle en la cara, terminaba bien. Sin embargo, la mujer tan solo sonrió mientras miraba aquellos documentos.

—Esto es verdaderamente un alivio, realmente no me gusta mentir ni mucho menos negar quien soy en realidad — dijo Emma sonriendo, cosa que logro desconcertar por primera vez a Dante Morgan. — Te explicare señor Morgan, no tengo nada que ocultar realmente — termino de decir la hermosa joven.

Dante escuchó con suma atención todo lo que aquella mujer tenia para decirle, aquel contrato ofrecido por Everard Lloyd y todo lo que venia con ello, así como tambien las razones por las cuales la joven Emma Brown había aceptado cometer tal disparate. Casi quiso reír, cuando escucho que su hermana gemela, Helena, no había querido casarse con el por miedo a que fuese demasiado feo e insoportable.

—Ya veo, pero dime Emma, ¿Por qué habría de perdonarte por esta osadía que contra mi has cometido? — dijo el hermoso hombre que la miraba desde su silla de ruedas, esperando aun que ella le suplicara perdón.

—¿Perdonarme? — cuestionó Emma con ironía. — No señor Morgan, usted no lo entiende, yo no le estoy pidiendo perdón, si no, quiero ofrecerle un contrato — dijo con firmeza la hermosa rubia.

Dante no pudo ocultar su desconcierto. ¿Esa mujer no le temía?

—¿Un acuerdo? ¿Por qué cree señorita Brown, que yo aceptaría hacer un contrato con usted que deliberadamente me ha mentido? — cuestionó Dante interesado en escuchar la respuesta de Emma.

La joven rubia sonrió.

—Por favor señor Morgan, le ruego que no me trate como si yo fuera una estúpida, porque le aseguro que no lo soy. Usted acepto casarse con una mujer completamente desconocida, una mujer que no conocía su rostro por lo cual, es mas que obvio que no conocía de antes, y, por lo tanto, solo hay dos posibilidades enfrente; la primera de ellas es, que usted es un completo imbécil, y la segunda, que usted ha tenido que conseguir a una esposa de manera urgente debido a un compromiso familiar que puede y debe de estar relacionado con su herencia. Y dado el hecho de que usted averiguo hasta el más ínfimo detalle sobre mí, fácilmente deduzco que es por la segunda razón que se ha casado con Helena Lloyd sin conocerla. Así que, concluyendo esto, lo que le ofrezco es ser la perfecta esposa que usted necesita, a cambio, quiero que me ayude a vengarme de mi padre biológico, quien me abandono junto a mi madre y que me busco deliberadamente para usarme de moneda de cambio. Y bien, ¿Aceptara? — dijo Emma completamente segura de si misma y mostrando aquella superior inteligencia que había tenido siempre.

Dante sonrió. — Me ofreces ser una perfecta esposa, ¿Por qué crees que no llamaría a la policía en este momento para que te arresten por tomar la identidad de alguien que no eres? — cuestionó arrogante.

Emma le sonrió al hombre en silla de ruedas con un deje de arrogancia.

—Se que no lo hará señor Morgan, por la simple razón de que no lo hizo antes y no lo hizo mientras veníamos hacia aquí, eso solo me dice, que usted no quiere que se haga un escandalo por esto, porque un escandalo de identidad, sacaría a la luz lo que hizo mi padre y mancharía su importante apellido, así que no lo hará, puedo asegurarlo — respondió Emma con suspicacia.

Dante soltó una carcajada, y luego miro a aquella hermosa y demasiado brillante mujer. Se sentía honestamente sorprendido de su inteligencia y suspicacia, era muy observadora, una joven a la altura de lo que estaba deseando tener. En ninguna de sus deducciones, admitió, Emma se había equivocado. Mirandola con atención, pudo además notar lo increíblemente hermosa que la Brown era. Su cabello era largo y rubio del color de la luz matutina, sus ojos avellanos eran brillantes y demasiado expresivos, de grandes y abundantes pestañas que los hacían lucir como un par de estrellas. Su cuerpo era perfecto, hermoso en cada curva exquisita que alcanzaba a apreciar, su piel se apreciaba cremosa y tersa, blanca como la nieve que comienza a derretirse en primavera y sin imperfección alguna, una belleza e intelecto sin igual que comenzaba a tentarlo.

—Muy bien Emma Brown, tenemos un contrato, tu fingirás ser Helena Lloyd, mi perfecta esposa, hasta que tenga la herencia que me corresponde por derecho, y yo, te ayudare a tomar venganza contra tu padre biológico, acepto — dijo Dante extendiendo su mano hacia Emma para sellar su acuerdo.

—Señor Morgan, tenemos un trato — respondió Emma con una sonrisa.

Un nuevo contrato se había formado.

Llegando la hora en que, según lo tradicional, tenían que compartir por primera vez el lecho matrimonial, Emma se sintió demasiado nerviosa.

—Señor Morgan, ¿En dónde es que dormiré yo? — cuestionó Emma con evidente temor de escuchar la respuesta de su ahora esposo.

Dante sonrió maliciosamente, y acercándose a ella en su silla, la tomo por la cintura para luego sentarla sobre una de sus piernas.

—Dijiste que serias la esposa perfecta Emma, así que, parte de ser la esposa perfecta, es que tendremos que dormir juntos…y, quizás otras cosas, además — respondió Dante con un deje de sarcasmo.

Emma miro la entrepierna de Dante Morgan, ¿Su hombría le funcionaba perfectamente bien? Un escalofrió la recorrió, ella jamás había estado de esa manera con nadie.

Al no tener respuesta, Dante la besó realmente molesto al sentirse rechazado (Aunque no era así). Besándola con fuerza, Emma se congelo durante un momento, aquel beso demandante y dominante, la había tomado por sorpresa. Dante la deseaba. Sin embargo, golpes en la puerta lo sacaron de su trance erótico, interrumpiendo aquel momento que comenzaba a nacer entre ambos, y la rabia nuevamente se apodero de él.

—Lamento mucho interrumpirlo mi señor, pero ha sido requerido de urgencia por asunto de la empresa —

La voz del viejo mayordomo lo enfureció. Emma se levantó rápidamente de las piernas de su esposo, para caminar hacia la cama demasiado avergonzada por lo que acababa de pasar. Dante, salió hecho una furia en su silla de ruedas para atender aquel asunto, aun con la sensación del cálido cuerpo femenino sobre el. La próxima vez, Emma Brown no escaparía de sus manos.

Emma, sintió como el sueño la vencía, y con una sonrisa en sus labios al no tener que compartir el lecho aquella primera noche, se quedó profundamente dormida con la sensación de haber ganado.

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