Mi esposo paralítico contractual
Mi esposo paralítico contractual
Por: J. I. López
Prefacio

El cielo nublado le hacia sentir aun mas miseria de la que sentía. Las gotas de lluvia comenzaron a caer una a una hasta cubrir en su totalidad la calzada por la que sus pasos cansados se apresuraban a llegar a aquellas oficinas en donde, una vez más, tendría una entrevista de trabajo. Las nubes grises presagiaban una tormenta, una de la que, quizás, Emma Brown no podría escapar.

Llegando al lugar, se sentó en uno de aquellos incomodos sofás mientras miraba la cantidad de mujeres que aspiraban al mismo puesto. Intentado no desanimarse, con ilusión, esperaba junto al resto de las chicas en aquella pequeña habitación esperando su turno para su nueva entrevista laboral, mientras oraba por esta vez conseguir el empleo que necesitaba con premura. Era un pueblo pequeño, no demasiado urbanizado, y, por supuesto, sin demasiadas oportunidades, alejado de la gran ciudad en donde algún día pretendía vivir. Esperanzada, miraba como las chicas iban pasando una a una mientras se acariciaba las manos con verdadera ansiedad, rogando por esta vez dar el bueno y conseguir hacerse con ese trabajo. Finalmente, su turno llegaba, y agarrando todo el valor que tenía, esperaba esta vez poder conseguirlo.

La entrevista había sido demasiado incomoda, y casi desde el momento en el que entro a hablar con esa mujer, supo que no le darían el puesto por la nefasta actitud de la mujer que la atendía y que no dejaba de mirarla de manera despectiva por la ropa desgastada que estaba usando, sin embargo, por su situación, no podía permitirse el lujo de nada más. Su animo nuevamente colapsaba por el suelo. Era la quinta ocasión en que fracasaba, que no “daba el ancho” en una entrevista de trabajo. Por supuesto, aun no concluía sus estudios universitarios y no vestía con ropa costosa, pero en verdad necesitaba encontrar un empleo con urgencia. Su madre, su adorada madre, cada vez estaba mas enferma y ella no tenia demasiadas opciones para poder ayudarle.

Su celular sonó casi al mismo tiempo en que le pedían salir de aquella oficina. Apresurándose a contestar, escuchó la voz de la enfermera que ya conocía, y que era quien casi siempre atendía a su amada madre.

—Señorita Brown, disculpe, se que esta ocupada, pero su madre ha sufrido un nuevo colapso, se ha desmayado, por favor, necesitamos que venga inmediatamente —

Aquella breve llamada la puso sobre alerta, era la tercera vez en esa semana que su madre sufría un desmayo, lo cual, solo podía significar que su delicado estado de salud, empeoraba terriblemente día con día sin que pudiese hacer nada para evitarlo ya que no contaba con el dinero para seguir pagando el tratamiento. Durante toda su vida, solo habían sido su madre y ella, aquella mujer que era su adoración, lo había sacrificado todo por ella, y perderla, no era una opción, tenia que encontrar un empleo antes que fuese demasiado tarde. Las lagrimas se le escapaban desde sus hermosos ojos avellanos, su cabello rubio se despeinaba con el viento que se colaba por la ventaba abierta del autobús, la lluvia mojaba un poco sus mejillas logrando esconder el llanto de frustración que no podía evitar dejar salir, su situación era desesperada, y rogaba a dios que, de alguna manera, eso cambiara pronto.

Llegando al hospital, se apresuro a buscar a la conocida enfermera de siempre. Recorriendo los interminables pasillos que ya conocía a la perfección, se sorprendió al no encontrar a su madre en el área de siempre. Finalmente, vislumbraba a la enfermera que le había llamado para visarle.

—Señorita Claire, gracias a dios, ¿Podría decirme en donde esta mi madre? — pregunto Emma con angustia al no mirar a su madre en las habitaciones para pacientes de siempre.

La enfermera le sonrió con amabilidad. — No se angustie señorita Brown, su madre ya se encuentra mejor, se le ha administrado el tratamiento correctamente, ahora mismo está descansando en el área VIP, puede pasar a verla si gusta hacerlo — respondió la joven con tranquilidad.

El rostro de Emma mostraba desconcierto, ¿Cómo era posible que su madre estuviera en el área VIP si ella no contaba ni bromeando con los recursos para pagar esa área? Durante 5 años, todo lo poco cuanto tenían, se había ido en pagar sus costosos tratamientos, y ahora mismo, ya no tenia dinero ni siquiera para pagar los medicamentos más básicos de los que necesitaba.

—Pero, ¿Cómo es posible? Yo no…

—Un generoso caballero ha pagado el tratamiento y su estadía en el área VIP, su madre esta bien atendida, no tiene nada de que preocuparse — interrumpió la amable enfermera intentado calmar los alterados nervios de la joven.

¿Un hombre? Emma se preguntaba ¿Quién podría ser?, durante todos esos años, ni un solo familiar o amigo las había ayudado, estaban solas, siempre sola, y no lograba ubicar a nadie que tan generosamente les tendiera la mano para brindarles ayuda, mas aun porque los tratamientos para la enfermedad que su madre padecía, eran de verdad demasiado costosos. Caminando entre dudas hacia la habitación en donde la enfermera le dijo que se hallaba su amada madre, pudo ver a un alto hombre que se hallaba de pie fuera de la misma como si la estuviese esperando. Mirándolo con desconfianza desde donde se encontraba, pudo notar como este estaba elegantemente vestido con un traje que seguramente valía mucho mas que la muy humilde casa en la que estaban viviendo. Dispuesta a saber quien era ese hombre, se acerco con desconfianza hasta quedar frente a frente.

—Al fin llegas Emma, te estaba esperando — dijo con un tinte de arrogancia plasmada en la voz aquel desconocido.

—Perdone, ¿Pero quien es usted y porque es que nos ha ayudado? — cuestionó Emma con desconfianza.

Aquel hombre dibujo una sonrisa torcida y cínica, mientras le extendía una hoja a la joven rubia.

—Desconfiada, una digna hija. Soy Everard Lloyd, y, mi pequeña Emma, soy tu padre — dijo con una calma escalofriante aquel hombre. — En esta hoja podrás ver la coincidencia genética, se que constantemente le donas sangre a tu madre y eso ha servido para poder realizar la prueba —

Emma, sintió que sus piernas le fallaron y amenazaban con hacerla caer al suelo. ¿Su padre? ¿Ella tenía un padre? En realidad, ella y su madre jamás hablaron sobre ese hombre, y, tan solo sabía que él había supuestamente muerto, aunque, ahora mismo estaba frente a ella, mirándola con una altivez despectiva que la incomodaba. Aquel tema de su padre jamás fue hablado, porque en realidad nunca hizo falta hacerlo. Aquella hoja decía la verdad, ese hombre desconocido era su padre biológico.

—¿Cómo? ¿Por qué razón aparecería justo ahora? ¿Qué es lo que quiere? — cuestionó Emma con un toque de agresividad y sin terminar de asimilar lo que estaba pasando.

—Me gusta que entiendas la situación, y que no vendría solamente para ser un héroe, veras Emma, vengo a proponerte un trato, hay un hombre, uno muy temido y respetado, este hombre, esta buscando a una bella esposa para compartir su vida con ella. Es un hombre importante, dueño de la empresa mas grande y valiosa de esta nación, ya puedes imaginarlo, es un magnate millonario, y tu Emma, serás la esposa perfecta para él — dijo aquel sujeto que decía ser su padre, con una frialdad que le provocaba a Emma un escalofrió.

—¿Casarme con desconocido? ¿Por qué razón haría algo semejante? — cuestionó Emma con enojo.

Aquel hombre sonrió con frialdad.

—Porque, pequeña Emma, yo puedo pagar el tratamiento completo para tratar el horrendo cáncer de tu madre, y, por supuesto, puedes negarte si así lo deseas y dejarla morir, pero se bien que no tienen dinero, que no has encontrado empleo y ni siquiera has concluido tus estudios universitarios, así que, tú decides, ¿Aceptaras y ayudaras a tu madre? ¿O la dejaras morir frente a tus ojos sin poder hacer algo al respecto? Es un hombre en silla de ruedas al que tendras que desposar, pero creo que es un pequeño precio para ayudar a tu madre — cuestionó Everard sin dejar de mirar a los ojos avellanos de Emma.

La joven miro aquella puerta de la habitación, detrás de ella, estaba descansando su madre, por esos momentos, no había dolencia que la atormentara y dormía plácidamente. Apretando los puños, entendía la situación. Con el tratamiento, su adorada madre tendría la posibilidad de seguir viviendo, y sin él, moriría demasiado pronto. Estaba en una encrucijada, ¿Casarse con un minusválido desconocido? ¿O perder al único ser que amaba en el mundo?

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