Capítulo 2

―Rashad, necesito hablar contigo ―pidió Sara con determinación.

―Aquí no ―intervino Khaliq―. Ven con nosotros, Sara, pueden hablar en otro sitio más privado ―dijo señalando el coche.

Sara obligo a su mente a ponerse en blanco y dejar el pasado atrás, ya nada de eso tenía importancia, ahora lo que importaba era el motivo por el cual fue en busca de Rashad.

―Khaliq se marchó en el coche de los guardaespaldas para darnos privacidad, sin embargo, hablaremos en un sito que no sea tan público, estoy seguro de que no quieres salir en la prensa ―explicó Rashad.

Sara asintió con la cabeza sin emitir palabra, cerró los ojos e hizo un ejercicio mental de relajación, necesitaba mantener la calma para poder hablar con Rashad. Lo necesitaba de su lado, dispuesto a socorrerla, porque su ayuda debía ser voluntaria, no tenía forma de obligarlo a hacerlo si él no quería.

Ahora que le tenía de frente parecía que los ratones se habían tragado su lengua, entrelazó sus manos para detener el temblor y Rashad observó con el ceño fruncido lo maltratadas que se veían, las comparó con las de sus recuerdos. Las manos de la Sara que recordaba eran suaves, con largos dedos y uñas redondeadas, siempre arregladas y pintadas en tonos suaves.

Rashad indicó al chófer que los llevara a su casa, después mantuvo el silencio, no quería hablar delante del empleado. Siguió escrutándola, su ropa era barata y sus zapatos tipo botas estaban rozados y desgastados por el uso. «¿Qué ha sucedido con ella para que esté en ese estado?», pensó preocupado. Su familia era pudiente, su tío y su padre tenía dinero suficiente para que todos vivieran cómodos por el resto de sus vidas. Además, ella tenía la dote que obtuvo al momento de su matrimonio y que había sido más que generosa. También le había dejado la casa y muchísimas joyas.

―Casi hemos llegamos a mi casa ―informó Rashad cuando el coche cruzó una calle y se adentró en un barrio exclusivo de la ciudad.

Cuando el coche se estacionó se apresuró a abrir la puerta para ayudarla a salir, pero al dar la vuelta para rodearlo vio que ya Sara había descendido del mismo

Rashad puso una mano en su espalda para guiarla e hizo caso omiso a la rigidez de su cuerpo, la alentó a subir los escalones hasta la entrada, sacó de su bolsillo la llave y abrió la puerta, entraron al vestíbulo. Su ama de llaves lo saludó y abrió los ojos sorprendida a ver a su acompañante. Rashad frunció el ceño, extrañado ante esa reacción, porque la señora Said era una persona muy discreta.

Cuando entró al despacho de Rashad. Sus piernas comenzaron a temblar y sintió que ya no la sostendrían, por lo que se sentó en un sillón orejero que había frente al escritorio y apoyó la mejilla en el mismo.

Rashad evitó la silla detrás del escritorio, tomó el otro sillón, el que estaba a la derecha de su exesposa lo giró un poco y sentó, tenía la esperanza de que ella hiciese lo mismo y quedar frente a ella, pero ella lo ignoró. Seguía en la misma posición,  lo que lo exasperó, necesitaba mirarla a los ojos para descubrir sus emociones, la antigua Sara era muy expresiva y podía leerla con facilidad.

Sara abrió los ojos al sentir su mirada escrutadora, se sentó recta, bajó su mirada y por costumbre su mano se posó en su mejilla.

―Sara, ¿qué sucede? ¿Por qué estás así? ―preguntó con amabilidad Rashad, al tiempo que su dedo índice levantaba su barbilla para mirarla a los ojos y su mano derecha tomaba la que cubría su mejilla.

Una expresión de asombro salió de su garganta cuando observó el rostro de su antigua esposa. Su cara estaba marcada con una cicatriz que cruzaba su mejilla desde la sien hasta la mandíbula. Las preguntas bullían en su interior, pero la rabia no lo dejaba expresarlas. ¿Quién se atrevió a lastimar a su preciosa Sara?

Los ojos de Sara se entrecerraron con dolor al ver la expresión de Rashad y volvió su rostro para ocultarlo de su mirada.

―¿Qué le pasó a tu cara? ―preguntó el hombre con tensión.

Los bordes irregulares de la cicatriz hablaban de una mala atención médica. La rabia lo consumió. ¿Por qué no recibió atención médica adecuada? ¿Acaso fue por dinero? Si se enteraba que su padre o su hermano le robó su dote, se juró que los denunciaría. ¿Dónde estaba la familia de Sara que no veló por ella? ¿Qué no la protegió como era necesario?

―Me asaltaron y cortaron con una navaja, no tuve atención médica inmediata, cuando mi primo Omar me encontró poco logró hacer mi tía cuando al final pudo atenderme. Los médicos que me han examinado desde entonces me han dicho que con una cirugía estética se puede reducir mucho hasta dejar una línea muy fina, pero no he podido someterme a ella y, además, ya no tiene importancia. Sin embargo, no es de eso de lo que vine a hablar contigo.

―¿Cómo que no tiene importancia? ¡Por supuesto que la tiene!

―No es sobre mi cara que he venido a hablar contigo, Rashad

―Lo lamento mucho, Sara, te ayudaré en lo que necesites, atenderemos primero tu urgencia y después buscaremos un buen médico y el tiempo para que te operes ―ofreció Rashad de forma generosa y sincera.

«La hora de hablar llegó y no estoy preparada para hacerlo», pensó Sara. Sus manos temblaban sin poder controlarlas Mucho le había costado tomar la decisión de recurrir a su exesposo por ayuda, pero no tenía otra opción, no podía más. Había dado todo de sí y no había sido suficiente, además, no era su vida la que estaba en juego, alguien más importante que ella la necesitaba.

Estaba muy cansada, llevaba días sin poder dormir pensando en que debía recurrir a Rashad. Todos sus sentimientos y miedos se habían removido al pensar en que tendría que confesarle el más importante de sus secretos, pero no había dudas en su corazón sobre lo que tenía que hacer, más adelante afrontaría las consecuencias de sus actos. «Hice lo que pude, creyendo que era lo mejor, y haré todo lo que sea necesario», pensó con tristeza.

Sara negó con la cabeza ante su oferta, después lo miró a la cara con intensidad, tratando de encontrar las palabras precisas para pedir la ayuda que necesitaba sin tener que dar muchas explicaciones. Llegó a la conclusión de que no existía la manera de hacerlo, así que cerró los ojos para no ver la expresión de Rashad y de golpe soltó lo que tenía que decir.

―Necesito que seas donante de médula ósea para nuestro hijo.

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