La bendición de un Mago

Al día siguiente Rosseta despertó tras sentir que acariciaban su rostro, abrió los ojos y observó a Albuz abrazarla. Habían decidido dormir juntos en la habitación de Rosseta, eran marido y mujer, no había nada de malo en eso, lo malo era no estar con ella como él hubiera querido por una semana completa.

- Bienvenida a la vida, Ross. - dijo Albuz cuando ella abrió sus ojos.

- Buenos días, Albuz. - respondió Rosseta y guió sus yemas de las manos para tocar el rostro de su esposo. Tenía una pequeña barba que empezaba a florecer en su piel. - me gusta. - dijo acariciandola. - te ves más temido y serio.

- Pensaba desaparecerla por ese motivo, pero ahora la dejaré unos días más.

- ¿Puedo ser yo quien te la quite?

- ¿Sabes como hacerlo? - preguntó sorprendido.

- Con una navaja y algo de sabia de rosas para que la piel no se infecte.

- ¿Dónde lo viste?

- Cuando pasas encerrada la mitad de tu vida, no tienes nada que hacer más que ver por las ventana. Cuando lo hacía veía a los guardi
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