Nuestra salvación

El rey de los vampiros condujo a sus invitados hasta una sala privada donde se aseguró que no serían interrumpidos por nadie, sirvió vino en dos copas que ofreció a los lobos una vez ellos tomaron asiento.

—    La razón de su visita no paso desapercibida para mi — inicio el vampiro—, se porque están aquí.

—    Lo imaginamos, su majestad — respondió Quinn—. No pensábamos ir con rodeos tampoco, hemos viajado de muy lejos para pedir la mano de la princesa para nuestro hijo.

—    Estoy sumamente sorprendido por tal petición — el vampiro sonrió de lado—, si algo tienen los Phoenix es que defienden a capa y espada la pureza de su sangre.

—    Eso fue antes, mi señor — defendió el lobo—, los tiempos han cambiado y nada nos honraría mas que mantener una alianza con los Morgoth a través de un matrimonio, seria bastante beneficioso ¿No cree?

—    No puedo negar que reforzaría nuestros lazos, pero no puedo evitar sentirme inquieto, Elarimil es la única hija que tengo, los dioses me bendijeron con muchos hijos varones y solo una hija — dijo aquello como un claro ataque a la falta de varones en los lobos.

—    Una enorme bendición, sin duda — respondió entre dientes, Quinn—

—    ¿Su hijo esta de acuerdo en esta unión? — preguntó Milton

—    Por supuesto, él esta encantado por desposar a la princesa— mintió el lobo—, nada lo haría más feliz.

—    Entonces estaré dichoso de aceptar la propuesta, mi hija ha alcanzado una buena edad para tomar un esposo, estoy seguro de que ella estará feliz por la unión también — el vampiro sonrió.

—    Nos complace escuchar su respuesta, majestad — Quinn se miro aliviada—. Mandaremos un cuervo inmediatamente a nuestro palacio para que se prepare la ceremonia.

—    Veo que planean celebrarla con prontitud.

—    Si, nuestro hijo se encuentra listo para contraer nupcias.

Milton se puso de pie para continuar sonriendo a sus invitados, guio con su mano derecha hacia el escritorio donde podrían tomar hoja y tinta para redactar la nota que seria prontamente enviada a los dominios de los Phoenix.

—    Por favor, sean mis invitados esta noche, mañana han de partir a su reino, me parece que la ceremonia de compromiso se realice en la frontera de ambos, así los novios podrán conocerse y mi hija se despedirá del lugar que la vio nacer — comento el vampiro.

—    Nos parece perfecto, majestad, nuestro hijo saldrá en un carruaje, el clima no es el mejor para que viaje en su forma de lobo — Niel el rey de los lobos extendió su mano —, me llena de alegría convertirnos en familia.

—    Lo mismo digo — el otro gobernante estrecho su mano con la del lobo—, por favor si desean algo no duden en pedirlo, tengo otros asuntos que atender, el cuervo llegara en cuanto lo necesiten.

El pálido vampiro inclino la cabeza en señal de respeto antes de marcharse, una vez afuera de la habitación apretó los puños, pensaba que los lobos eran criaturas poco fiables, pero desgraciadamente no podía negar la mano de su hija debido a que si en verdad ella tenia el poder para eliminar la maldición era lo ideal para darle paz a dos almas atormentadas, él había conocido a Elena en vida, era igual a su hija, llena de alegría, noble, amada por todos y lo que le había pasado era terrible, fue testigo de todo su sufrimiento, en un inicio fue ella su prometida, al morir fue comprometido con Karina quien le seguía en edad y belleza, a pesar de que amaba a su esposa por sobre todas las cosas, no había podido borrar la enorme estima que le tuvo a Elena, por ese simple motivo, si su hija podía darle paz a su alma, permitiría la unión entre los Phoenix y los Morgoth.

—    Hija mía — llamo a la princesa cuando la encontró con su esposa—. Tengo una noticia que darte.

—    ¿Qué pasa, padre? — ella abrió sus ojos curiosa.

—    Has sido comprometida con el príncipe heredero de los Phoenix, Keith— dijo sin rodeos.

—    ¿Un lobo? — la dulce princesa se sorprendió— ¿Es atractivo?

—    Lo es— dijo ahora su madre— dicen que tiene una larga cabellera negra, de complexión fuerte y muy atractivo — la princesa se sonrojo apenada—, tu padre y yo procuramos conseguirte un esposo muy guapo.

—    ¡Madre! — exclamo sonrojada por completo— ¿Cuándo lo conoceré?

—    Mañana viajaras al norte, tu boda se efectuará de inmediato.

—    ¿Tan pronto? — aquello la hizo dar un sobresalto.

—    Esta ansioso por casarse contigo — aseguro su padre—, será un buen momento para usar tu vestido azul cielo.

—    Es verdad, guardare las joyas más importantes para mí, quiero llevarme algo de casa, para no sufrir por su ausencia — la princesa corrió a guardar sus cosas, el vampiro cambio el rostro a uno triste.

—    Me duele mentirle — confeso el hombre yendo con su esposa.

—    Solo es una pequeña mentira, no le hará daño — aseguro ella— ¿Cómo es la corte de los Phoenix?

—    Horrible — respondió de inmediato, Milton—

—    Esperemos que no sean duros con nuestra princesa.

—    Mas les vale que no.

Esa noche la princesa no pudo dormir, solo podía preguntarse como seria su futuro esposo, supuso que se parecería al rey Niel, él era muy atractivo, el príncipe Keith seguro también lo era, su corazón latía con una enorme fuerza, estaba emocionada, su sueño siempre había sido casarse con un príncipe heredero, ella pensaba que su futuro esposo seguramente sería un elfo, conocía a algunos, ellos eran visitantes regulares en el castillo, su sorpresa fue enorme al saber que su futuro esposo era un lobo, la raza mas poderosa, con hombre dominantes, no por nada eran los alfas, se sonrojo al pensar en la noche de bodas, se sentía tan apenada por sus pensamientos lujuriosos. No supo a qué hora cayo dormida.

Antes del amanecer sus damas de compañía entraron en la habitación para vestirla, se coloco un bello vestido color azul cielo decorado con encajes blancos en la zona del pecho, resaltaban su buen busto, su cabellera blanca fue atada por la mitad con un lazo del mismo color que el vestido, en conjunto la princesa era de las mas hermosas que habitaban el mundo, tenía un rostro delicado casi infantil con sus rasgos finos, sus labios eran medianamente gruesos, ojos grandes y una nariz pequeña, no era muy alta, su cuerpo estaba dotado de un buen tamaño de busto y unas caderas sutiles, ideales para dar a luz, le decían sus damas de compañía.

—    Sus padres la esperan en la entrada, princesa.

Bajo seguida por su séquito de damas, caminaba con una enorme elegancia, su porte era inigualable, ella estaba destinada a ser una reina, así fue educada por su madre y sus maestros, tenia que ser una dama intachable.

—    Ven, hija — ahí estaban sus padres y sus futuros suegros.

—    Madre, padre — la princesa se coloco frente a sus padres.

—    La corte de los lobos es muy diferente a la nuestra, tendrás que aprender sus costumbres, hazle caso a nuestro apoderado en el norte — su madre la abrazo—, todos los ojos estarán sobre ti.

—    Ten una vida feliz, mi amada hija — el rey abrazo por igual a su hija.

Los lobos partieron primero, luego la princesa subió con sus damas en un segundo carruaje, ahí encontró un pequeño retrato de quien seria su esposo, no podía evitar dejar de ver la imagen, le parecía hermoso en especial con esos profundos ojos dorados.

El camino sería largo, les tomo unos días en llegar a la frontera entre las dos grandes naciones, al bajar del carruaje le guiaron hasta una carpa instalada donde le dijeron cambiarían sus ropas a las que comúnmente se usaban en el norte, así mismo se despidió de sus damas de compañía que no podían partir a un territorio extranjero.

—    Pisara el norte siendo nuestra futura reina — le dijo una dama del norte.

—    Por aquí, princesa.

Ella no respondió, se dejo cambiar la ropa, sujetaron su cabello en un elegante peinado, el color de su nuevo vestido era rosa pastel, la hacia sentir diferente, como si no fuera ella misma, ahora estaba llena de joyas y telas estampadas, volvió a subir al carruaje para avanzar por un par de horas hasta llegar donde la reunión de los príncipes se llevaría a cabo.

En la frontera esperaba el príncipe, acompañado de sus hermanas y otros caballeros, se encontraba de muy mal humor, daba vueltas por todos lados y llego a patear algunas rocas.

—    Deja ya el berrinche, Keith — exclamo una de sus hermanas— nuestros padres están por llegar.

—    No es justo que me casen con una desconocida, yo ya tenia una prometida — respondió con enojo.

—    Así es la vida, no siempre tenemos lo que queremos— dijo otra de ellas—. Además, dicen que ella es hermosa, tienes suerte.

—    No me importa, yo quiero estar con Anna.

—    ¡Basta! — termino poniendo orden uno de los miembros del consejo del rey.

—    Ponte derecho, ya llegan mis padres.

El primer carruaje se detuvo, bajaron los reyes que se encaminaron de inmediato a su hijo, él seguía molesto, pero no podía desafiar la orden de sus progenitores, estaban por hablar cuando fueron sorprendidos por el segundo carruaje, el estómago se le revolvió a Keith, no estaba listo para verla, pero no podía huir.

El rey se acerco a abrirle la puerta a la princesa, bajo con su ayuda, todos estaban encantados por la belleza de la futura reina, las princesas de los Phoenix la vieron como una niña, pero ya tenia veinte años. Sujetando el brazo del rey se encamino hasta quedar de frente al príncipe Keith.

—    Princesa, déjeme presentarle a mi hijo, el príncipe Keith — dijo la reina cuando se acercó.

—    Un placer conocerla, princesa — respondió Keith sonriendo forzado.

—    El placer es mío — contesto Elarimil.

Un beso en la mejilla y un incomodo abrazo fue todo, la llevaron hasta el gran castillo de los Phoenix, tan lleno de luz y de lujos, estaba sorprendida por todo lo que veía, al ingresar toda la corte de los lobos la recibió con flores, ella se sentía feliz, bien recibida, aunque en su mayoría solo era una fachada, muchos la veían como una intrusa otros la veían como su salvación de algo que ella todavía desconocía.

—    La dejaremos descansar, la boda será por la noche — dijo Quinn cuando entraron a una amplia habitación.

—    Muchas gracias por todo, su majestad — dijo ella inclinándose— nunca olvidare que usted es la responsable de mi felicidad.

—    Descansa, querida, pronto serás como una hija mía más.

La reina se sintió culpable por decir eso, no era justo usar así a un par de jóvenes, pero estaban desesperados, ella sabia que su hijo estaba enamorado de otra mujer, una perteneciente a su corte, hija de un militar, no era exactamente de la alta nobleza, pero tenia una buena posición, Anne pudo haber sido una gran esposa, pensaba, pero Elarimil la superaba por mucho.

—    ¿Cómo obtendré damas de compañía, aquí? — pregunto la princesa mientras observaba una caja con joyas que usaría en la boda.

—    Las damas de alto nivel se presentarán a usted en un momento, podrá elegir a las que quiera, princesa — respondió la sirvienta—, solo tenga cuidado.

—    ¿Son malas?

—    No todos están felices con su llegada — confeso.

—    Les puede ser difícil adaptarse al cambio — volteo a verla, la sirvienta agacho la cabeza—. Por favor preparen un baño para mí, fue un camino largo, quiero verme bien para el príncipe.

Las sirvientas se retiraron, tan solo una volvió para avisarle que ya estaba listo el baño, la despojaron de sus prendas y entro a la gran tina que estaba decorada con pétalos de rosa, tenia los ojos cerrados hasta que una presencia la alerto, los abrió topándose con una dama que la miraba fijamente, tenia el cabello recogido, era pelirroja, de ojos verdes y cuerpo voluminoso.

—    ¿Quién eres? — pregunto la princesa.

—    Anne Knight — se presento la mujer—, soy parte de la corte, quería presentarme ante la nueva princesa — se inclino en respeto, uno muy fingido.

—    Puedo leer tu mente — respondió Elarimil—, no hace falta que escondas tu odio por mí.

—    Esta llena de sorpresas, princesa.

—    Márchate — termino por decir la princesa—, no te necesito como dama de compañía, espero a otras candidatas — volvió a cerrar los ojos— ah y un consejo, no olvides tu posición.

La pelirroja salió echa una furia de ese baño, no podía creer la insolencia de esa niña, tenia curiosidad por eso fue a conocerla, pero nunca se imaginó que saldría humillada por una mocosa. Otras damas se presentaron mientras se vestía y la arreglaban para la ceremonia.

No tuvo un buen recibimiento, se dio cuenta, pero solo era cuestión de tiempo, terminarían amándola, después de todo seria su reina en un par de años, sus suegros iban a pasar el trono a su único heredero.

La boda fue tan silenciosa, solo se escuchó al padre, en minutos paso de ser Elarimil Morgoth a ser Elarimil Phoenix, esposa y futura reina del norte, su esposo apenas la beso en el altar, podía darse cuenta de los pensamientos de esa mujer, Anne, estaba ahí pensando en que le había quitado su trono y lo mas importante, a su hombre, suspiro con pesadez, tenía que sonreír ante todos, la alagaban en el gran salón cuando se dio inicio a la fiesta por la boda, los reyes, a pesar de todo, no la veían como una amenaza, esperaban de corazón que su hijo se enamorara de ella.

—    Por la felicidad de Keith y Elarimil — la reina alzo una copa para brindar—, que procreen muchos hijos y le den a nuestro reino un saludable heredero al trono.

La pareja se inclino al recibir dicha bendición de parte de la reina, después de eso bailaron juntos, ella se perdía fácilmente en los ojos de su esposo que no le dirigía aun palabra alguna, se dio cuenta de inmediato que se debía a esa mujer, él no dejaba de verla.

Las horas pasaron y fueron llevado a la habitación que compartirían, sus ceremonias le parecían excesivas y su esposo parecía ebrio, la vistieron con un solo camisón de seda, se recostó justo cuando los reyes entraron para bendecirlos una vez más, les deseaban suerte para procrear esa noche. Al quedarse solos ella se puso nerviosa, era su primera noche con un hombre.

—    Deja de temblar — dijo Keith cuando se puso sobre ella— ¿Qué, eres virgen?

—    Por supuesto que lo soy — dijo ella.

—    No te voy a lastimar — de pronto cambio a un trato más delicado—, seré gentil.

—    ¿Puedo abrazarte? — pregunto sonrojada mirándolo a los ojos.

—    Cierra los ojos primero.

Obedeció, Keith se acerco a besarla, de repente y por un momento se olvido de Anne, su amada, quería ser dulce al menos por una noche con su esposa, no se sentía tan desgraciado como para herirla en su noche de bodas, seguramente era de esas mujeres que soñaba con ese momento, así que la hizo disfrutar.

Fue gentil, suave, se tomo el tiempo para que ella se relajara y no sintiera mucho dolor, su cuerpo era invadido por un placer que nunca en la vida sintió, le gustaba la forma en que su esposo la hacía sentir, todo parecía perfecto, era un sueño, aunque el ambiente se llenara por el aroma a alcohol que él desprendía, nada podía arruinar el momento, no hasta que él hablo:

—    Ah…Anne…— susurro el nombre de otra cuando llego al clímax en su interior.

Se sintió sucia, se sintió ultrajada.

Su esposo no se disculpó, se quedó dormido después del acto.  

Capítulos gratis disponibles en la App >

Capítulos relacionados

Último capítulo