La Maldicion de la Flor de Hielo
La Maldicion de la Flor de Hielo
Por: Eli_Diaz
Lo que nos condeno

En el mundo han existido múltiples historias de amor, muchas de ellas inician con princesas que conocen a sus príncipes azules al ser rescatadas por ellos, pero hay otra sección que inicia con odio que se transforma en amor, así inicia esta historia, en un mundo donde existen cuatro familias dominantes: los lobos, vampiros, elfos y brujas, quienes poseían la mayor extensión de territorio y de poder, el reino de los lobos era dominado por la familia Phoenix, los vampiros eran reinados por los Morgoth, los elfos vivían liderados por los Avari y las brujas seguían a su reina perteneciente a la familia Moon.

Los Avari siempre mantuvieron la paz entre los cuatro reinos, en el año de las tormentas de arena, se llevó a cabo la mayor guerra entre los reinos que nunca antes fue vista, los lobos querían dominar todo el territorio, los vampiros nunca lo aceptaron, desataron una gran matanza, las brujas pelearon del lado de los vampiros, los elfos fueron quienes con su gran sabiduría lograron poner fin a la guerra, se firmaron acuerdo de paz entre las naciones quienes vivieron en paz durante siglos, las relaciones entre las casas se fueron fortaleciendo a través de matrimonios, los elfos y los vampiros llevaban años uniendo sus familias.

Los matrimonios eran prósperos, daban herederos poderosos, las brujas por igual elegían para sus mujeres esposos de la casa de los vampiros, los únicos que no deseaban hacer una mezcla de castas eran los lobos, que preferían mantener la pureza de sus gobernantes, estuvo bien, por un tiempo, hasta que un miembro de la familia Phoenix, llamado Isaak, príncipe de los lobos, enamoro a una joven bruja, que ingenua creyó en todas sus promesas de amor.

Contaban que la pareja consumo su amor bajo la luz de la luna rosa, aquella que solo aparecía cada cien años para dar fe del amor de las parejas, la bruja se llamaba Elena, era la más hermosa de las brujas, sus ojos eran de un azul hielo que encantaba a todos, el lobo por su parte era como todos los de la casa real, un alfa con ojos tan oscuros como la noche, al otro día abandono a Elena, se marchó a su reino y rompió el corazón de la joven.

Dicen que Elena lloro noches y días enteros, cuando supo del compromiso de Isaak con otra mujer, sus ojos perdieron el color y su corazón se quebró en miles de pedazos, ella era la hija más querida de la reina de las brujas, la pobre Elena no pudo con el dolor, acabo con su vida lanzándose de un acantilado, fue su propia madre quien la encontró, ese mismo día maldijo a los lobos, la maldición se transformó en una canción que quedó grabada sobre una piedra en el acantilado donde Elena murió y la canción se volvió una leyenda.

Dorada será su corona

Y negra será su agonía

Maldito entre los malditos

Pagará con sus recién nacidos

El infierno llegara a su mundo terrenal

la amante de hielo renacerá

en sus manos el perdón descansará

Norte y sur, día y noche

Hasta que el invierno se transforme en verano

Y los amantes bailen juntos de nuevo

Cuando la dama recupere su corazón  

Cuando el caballero obtenga el perdón

Solo la mano de quien los condeno

Los liberara de la perdición”

La familia Phoenix nunca creyó en la maldición, no hasta que los hijos de su heredero, Isaak Phoenix comenzaban a morir a los pocos días de nacido o en el parto, solo sobrevivían las mujeres, pero los varones no vivían más allá de unos días, esto hundió en la incertidumbre a los lobos que no entendían como deshacer la maldición, Elena estaba muerta y las brujas cerraron sus fronteras a los lobos, por primera vez los tratados de paz se veían fracturados.

Todo fue peor cuando Isaak murió en un accidente de caza, resbalo y murió de la misma forma que Elena, cayo de un peligroso acantilado, con ello las esperanzas de los lobos se redujeron a cenizas, las hijas de Isaak intentaron por años tener hijos varones, pero todos ellos perecían, por más que rogaron ayuda a las brujas ellas se negaron, la reina murió con el paso del tiempo y la maldición se volvió la mayor desgracia para los Phoenix.

Hasta que nació Keith Phoenix, fue el primero en sobrevivir, decían que era la reencarnación de su bisabuelo, físicamente eran parecidos, pero de entre todos los lobos destacaba por algo, sus ojos eran de un dorado profundo, entre el pueblo de los lobos se corría el rumor de que era producto de una infidelidad de su madre y que solo por eso había sobrevivido, la familia real se dedicó a eliminar a quienes aseguraban esa infamia.

Keith creció transformándose en un apuesto caballero, su larga cabellera negra era típica de los Phoenix, sus rasgos eran finos, combinaban muy bien con sus peculiares ojos, era un guerrero muy reconocido en el reino, todos esperaban que se convirtiera en un rey como ninguno, era el mayor orgullo de su familia. Pero sus ancestros que aun vivían tenían el temor de que muriera y perdieran su ultima oportunidad de romper la maldición.

Sus padres viajaron por diez días hasta llegar al reino de las brujas, suplicaron ser recibidos y la nueva reina, Madeleine Moon los recibió, nadie ahí los quería, las brujas eran conocidas por nunca olvidar, aun lloraban por la muerte de su princesa, Elena era una especie de deidad para ellas, nunca existió una bruja tan amada como ella.

La pareja entro al castillo, iban cubiertos por capas de terciopelo, estaban temerosos de lo que pudiera suceder, no llevaban seguridad porque así lo exigieron las brujas. Estaban en el salón, admiraban las pinturas que ahí se encontraban y fue la primera vez que Quinn Phoenix observo una imagen de Elena, sentía que esos ojos los había visto antes, pero no recordaba donde.

—    Bienvenidos — la voz de Madeleine los alerto.

—    Sabemos que no lo somos— dijo Quinn sin atreverse a verla a los ojos—. Quisiera primero pedir perdón.

—    Una nieta pidiendo perdón por los pecados de su abuelo — la imponente bruja bajaba por la larga escalera con la frente bien en alto—. No es tu deber pedir perdón, dudo que solo vinieran por eso.

—    Mi señora, estamos desesperados — el esposo de Quinn se arrodillo ante la bruja—. Nuestro hijo, tenemos miedo de que la maldición lo alcance, hemos pagado con la vida de hijos por muchos años, rogamos el perdón.

—    Mi madre sufrió mucho cuando mi hermana murió — la dama se sentó en su trono—. Isaak Phoenix condeno a toda su familia y la maldición es muy específica, solo él podía romperla.

—    Pero ha muerto, hace 150 años que está muerto — podía verse la preocupación en la pareja.

—    Si la diosa Luna es benevolente, lo hará volver — se puso de pie y los guio hasta una vieja pintura que contaba una historia—. Los dioses, en especial la diosa Luna es muy misericordiosa, suele darle una segunda oportunidad a las criaturas que dejaron cosas inconclusas en este plano, personalmente pienso que su hijo es su reencarnación.

—    Mi abuelo no tenia los ojos dorados— agrego Quinn.

—    Esos ojos deben significar algo más, desconozco que es — emitió una baja risa—. Lo mejor que puedo recomendarles es que eviten que contraiga nupcias con alguien de su raza, perpetuarían la maldición, si mi hermana renació, dudo que lo hiciera en alguien de la casta que tanto daño le hizo.

—    ¿Cómo sabremos si Elena renació?

—    La maldición se los dirá — finalizo.

La pareja paso la noche en el palacio de su anfitriona, la loba se quedó en el balcón admirando la ciudad de las brujas por la noche, trataba de descifrar lo que la maldición les decía, fue por ello por lo que salió del palacio durante la madrugada para caminar al acantilado donde 300 años atrás, Elena Moon ponía fin a su vida, la piedra donde estaba grabada la leyenda estaba intacta, se arrodillo leyendo una y otra vez sus versos.

—    La amante de hielo — susurro para sí misma—, los ojos de Elena eran azul hielo…— comenzó a unir puntos en su mente—…la princesa Elarimil es la princesa de hielo y ella es descendiente de Elena…

Rezo en ese lugar, esperando que el espíritu de Elena viviera en el cuerpo de la princesa de los vampiros, ella era la hija menor de los actuales gobernantes del reino de los vampiros, su belleza era conocida en todos los reinos, tenía una corazonada, así que no dudo en hacérselo saber a su esposo cuando corrió de vuelta al palacio, al inicio su marido dudo de sus palabras.

—    Debe ser ella, sus ojos son iguales a los de Elena, nació durante el invierno, en la tormenta de nieve mas fuerte que se ha registrado.

—    ¿Estás segura, Quinn? — el lobo lo pensaba mucho.

—    Lo estoy, tenemos que casar a nuestro hijo con ella, estoy segura de que, si engendran un hijo y este sobrevive, será la garantía de que la maldición se ha roto.

—    No creo que Keith vaya a estar muy feliz con la noticia — murmuro el hombre.

—    No hay mas opciones, tenemos que salvar nuestro linaje de una forma u otra, así tengamos que sacrificar la pureza de la sangre — la loba estaba decidida—. Mañana saldremos al reino de los Morgoth, tenemos que pedir la mano de la princesa.

—    Salgamos ya mismo, el camino será largo.

Los reyes despertaron a su anfitriona solo para agradecer la hospitalidad, se marcharon en la penumbra de la noche, la bruja observo desde su balcón como el carruaje de los Phoenix se retiraba de sus dominios, estaba cruzada de brazos, no tenía una expresión formada, solo estaba seria.

—    Tienes que proteger a Elarimil — hablaba desde la cama un elfo de cabellos dorados—, los lobos no son exactamente los amantes más dulces.

—    Pensé que tardarían mas en darse cuenta — respondió la mujer—, mandare un cuervo a mi hermana, llegara mas rápido que ellos — se adentro para tomar algo en que escribir, sentada junto a su amante se apresuraba a redactar la carta.

—    Date prisa, no me gusta esperar por ti — el elfo se enderezo para besar la espalda de la bruja mientras deslizaba la suave tela de seda que cubría su desnudez.

—    Que insaciable eres — exclamo ella.

—    Es imposible no serlo con el cuerpo que tienes — los verdes ojos del elfo se posaron en la carta que la mujer seguía escribiendo—, pocas veces existen matrimonios como el nuestro, tan…apasionantes, manda mis saludos a tu hermana.

Ella emitió una risa baja, termino y llamo a su cuervo especial, ato la nota a su pata para dejarlo partir, era a través de esos animales que los mensajes llegaban con rapidez a su destino, eran veloces, confiaba en que serían más rápidos que los lobos, no se equivocaron, con medio día de diferencia el mensaje llego a los vampiros, era el atardecer del tercer día, fue el rey quien recibió al ave, el mensaje iba hacia su esposa, pero debido a que ella reposaba por un estado de embarazo avanzado, fue él quien abrió la carta, sorprendido leyó su contenido:

“Hermana, los lobos van tras nuestra dulce estrella, desean comprometerla con el único hijo que les vive, alerta a mi cuñado, piensan que ella es la clave para la disolución de la maldición, protege a mi sobrina, si aceptan la alianza, no aparten los ojos de ella, no confió en esas criaturas traicioneras.”  

El vampiro rápidamente fue al encuentro con su esposa, ella se encontraba en cama leyendo un viejo libro cuando la repentina entrada de su marido la alerto.

—    ¿Qué pasa? — se alzó, él se sentó a su lado.

—    Ha llegado un mensaje de tu hermana — le entrego el mensaje—, los lobos vienen por nuestra hija.

—    Ya veo…mis sueños no estaban equivocados — ella tomo el mensaje para leerlo—, están casi aquí.

—    Dime ¿Qué dicen tus sueños? — el hombre tomo las manos de su esposa.

—    Nuestra hija ha de casarse con el lobo — la bruja observo a su esposo a los ojos—, no podemos evitar la unión, Elarimil se ha de enamorar de su futuro esposo.

—    ¿Y él?

—    Aun no puedo saberlo, mis sueños me han revelado muy poco, temo por la felicidad de nuestra hija, es cierto, pero no podemos deshacer el destino, Milton— suspiro con pesar—. También he pensado que ella puede ser la clave para romper esa maldición que mi madre lanzo hace muchos años, pero no quiero que la usen solo por eso, ella es demasiado noble para eso.

—    Nunca habría aceptado una alianza con los lobos en otras circunstancias— hablo con total seguridad el vampiro—

—    Confiemos en que él se enamore de ella también, que su fortuna sea mas grande y que no sienta dolor.

—    Si llego a notar que mi única hija sufre con ese lobo, la sacare de ese lugar aun si eso nos cuesta el tratado de paz — el hombre era decidido.

—    Recemos para no llegar a ese extremo.

Fueron interrumpidos por uno de sus sirvientes que anunciaba la entrada a los territorios de un carruaje propiedad de la familia Phoenix, el vampiro chasqueo la lengua, justo a tiempo había llegado la urgente nota.

—    Reciban a nuestros invitados, bajare pronto — dicho esto el sirviente se marchó—. Mi amor, no quisiera dejarte sola, atenderé a esta gente lo más rápido posible.

—    No te preocupes, vida mía — la mujer poso una mano en la mejilla de su esposo—, se amable con los lobos.

—    Lo intentare — beso la frente de su esposa y se puso en pie—

El vampiro dejo a su mujer para ir al encuentro con los lobos, sin embargo, los invitados fueron recibidos por alguien más, ahí cerca del trono de su padre se encontraba la razón de su visita, la princesa Elarimil, tan curiosa como siempre salió de su escondite para acercarse a los lobos que apenas la vieron quedaron fascinados con la princesa.

—    Usted debe ser la princesa Elarimil — dijo la reina Quinn.

—    Si, ustedes deben ser lobos, por la apariencia— dijo sin afán de ofender, la reina emitió una risa bajita.

—    Estas en lo correcto soy Quinn, su reina.

—    ¡Oh! ¡Que maleducada fui! — la princesa hizo una reverencia ante los reyes.

—    No, querida, no debes inclinarte — la mujer se acerco y la tomo del mentón para que la viera, así pudo observar a la luz esos profundos ojos azul hielo que poseía—. Que bellos ojos tienes.

—    Mi madre dice, que la nieve me los obsequio — respondió—, así como mi cabello.

—    Es de un blanco precioso — intervino el rey—, muy peculiar.

—    Lamento la demora, sus majestades — finalmente el vampiro ingreso a la sala—. Hija, no deberías estar aquí.

—    Lo siento, padre, sentí curiosidad — la princesa fue al lado de su padre.

—    Tiene una hija preciosa, su majestad — exclamo Quinn—. Con una belleza sin igual.

—    Si, es nuestra estrella más preciada — respondió Milton haciendo énfasis en ello—. Ve donde tu madre, este asunto es privado entre gobernantes.

No muy feliz, la princesa se despidió de los lobos en otra reverencia retirándose después, podía quedarse a espiar, pero su padre se daría cuenta fácilmente, seria mejor no hacerlo enojar, podía ser un padre muy amoroso, pero enfadado era terrible, así que obedeció partiendo con su madre, tal vez ella podría decirle a que se debía esa inesperada visita.

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