Capítulo 2: Me perteneces

*Alejandra*

Sin palabras, sin sentido de coordinación. Transparencia que es amortiguada con cada una de acciones.

Un ser vacío intentando llenarse. ¿Llenarse de qué? De mi desespero, de mis tristezas, de mis gritos... de mis lágrimas. Tal vez he perdido la cabeza, pero, ¿cómo controlar los latidos de mi corazón? Esa chispa que surge con sólo verlo a los ojos... Posiblemente ya no quede ni rastro de mi antigua personalidad.

Por más que intento ignorar el manojo de nervios, me es imposible lograrlo. Claramente él está de muy mal humor y la que terminará perdiendo soy yo.

No obstante he tomado un poco de valentía para seguir a mis deseos, deseos que pedir hace mucho y aun no logro entender.

-¿Puedo salir esta tarde?

-¿A dónde se supone que iras?

Contesta sarcástico, levantando su fría mirada hacia mí.

-Pues no se, ir al centro comercial con Amara.

-No.

-No intentare huir.

-Eso no es lo que me preocupa. Por mucho que intentes correr de mí, siempre voy a encontrarte, Alejandra. Te estás tomando muchas libertades.

-Ah, tienes razón. Por un momento olvidé que estoy aquí contra mi voluntad, pero que tonta soy...

Replicó dramáticamente, sin importarme que él pierda el control e inicie sus maltratos (los cuales son a base de gritos y palabras hirientes). Su fría voz me hizo sentir peor que antes.

-Ya no eres una adolescente; acepta de una vez por todas que ahora me perteneces. Eres algo así como un objeto valioso que no puede ser desechado con el paso de los años, no hasta que yo lo decida.

No lo miro, no le hablo. Solo permanezco allí parada, tragándome las inmensas ganas de llorar, de gritar... de caerle a golpes, por tan horribles palabras.

Desde que me trajo aquí perdí cualquier derecho de libertad, y es que esté hombre se ha encargado de convertirme en su capricho personal, la noche que debió asesinarme fue la noche en la que inició mi condena.

Todo es difícil de explicar y comprender que hasta creo que ya perdí la razón.

Me entregue a él, en un estúpido intento de hacerlo cambiar de parecer y que así me liberará, pero eso no funcionó y solo caí en una oscura relación amor-odio.

-No debes recordarme algo que te has encargado de recordarme cada bendito día, Kyle.

Alego con la respiración entre cortada, y las lágrimas amenazan con bajan por mis mejillas en un claro recordatorio que debí permanecer en silencio.

-Márchate. Te ves terrible.

Levanto mi cabeza sin entender el tono de su voz: es lento y pasivo. Pero se trata de algo imposible, dada su personalidad. Sin esperar mucho, corro a la puerta. Mis manos tiemblan, mi cuerpo pide a gritos salir de allí antes de que cambie de opinión.

Quién podría imaginarse que al ser secuestrada tu vida se volvería una locura. Muchas veces escuché que alguien había sido secuestrado, mas siempre aparecían sus cuerpos sin vida. Qué irónico, mi cuerpo no fue encontrado ni reclamado. Quien debía matarme se encaprichó conmigo; y quien debía reclamarme fue la culpable de mandar a matarme.

Al estar fuera del despacho siento las primeras lágrimas bajar por mi rostro. De pronto comienzo a sentir una debilidad invadirme el cuerpo y con miedo de caer desmayada frente a la puerta del despacho de Kyle me alejo en busca de Amara.

Llegó a la cocina en busca de Amara la nana del imbécil de Kyle, que al verme deja lo que está haciendo para acercarse completamente preocupada al ver así.

-Pero niña, ¿qué te ha pasado? Ven toma asiento.

Pregunta con voz preocupada, acerca una silla y de inmediato me siento. Algo no está bien, de pronto una debilidad en mi cuerpo me ha dado de lleno y mi estado de ánimo no ayuda.

-No lo sé, de pronto me he sentido débil. -contestó con voz ronca. Guardo las lágrimas para cuando este sola en mi habitación y quizás ahogarme entre ellas.

-De seguro no has comido en el desayuno. -réplica con reproche, acariciando mi cabello.

-Claro que si, y esta vez comí más que de costumbre.

-Aja.

-Te lo digo en serio, Amara. Hace días que me siento así. -Confieso sintiéndome un poco mejor.

Amara se ha alejado al refrigerador del cual saca una jarra de juego sirviendo dos vasos.

-Toma, así te refrescas, a lo mejor y sea el calor.

-Gracias...

Me tomo el rico jugo de fresas y tal como ella dijo, ayuda a refrescarme un poco.

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