Capítulo 3. Mi Secreto

Para Julio Reyes, haber perdido tan valiosa información, le traería consecuencias lamentables, uno de sus cuatro hijos estaba robando hace muchos años dinero a la empresa, además querían sacarlo de la presidencia de la empresa para tomar el control de todo, estaba investigando por su propia cuenta quien o quienes estaban detrás de todo esto y esa información estaba consignada en ese sobre que había perdido. Tenía que organizar sus pensamientos, pensar con calma, ¿Dónde pudo dejar los documentos? Nadie, absolutamente nadie de la oficina y muchos menos de la familia podía enterarse de esto. Decidió llamar a la cafetería por si algún empleado había tomado el sobre, pero la respuesta fue no, sirvió un vaso de whisky y desde el segundo piso de la gran casa, donde se ubicaba su oficina privada, observaba toda la ciudad, preguntándose ¿Quién habría tomado sus documentos?

Pensando esto, entró una llamada a su teléfono móvil 

¿Con el señor Julio Reyes?

Si, con él.

Tengo algo que le pertenece. 

¡Dígame!

¡Un sobre que dice confidencial!

¡Si! Sí, ¿dígame dónde está? 

Nos vemos mañana a las 10 de la mañana en la cafetería donde los perdió.

Ok, ok, ¿con quién tengo el gusto de hablar? Dijo Julio un tanto nervioso. 

Habla con Camila Ramírez.

Ok, le agradezco. — dijo Julio Reyes, animado.

De camino a la cafetería, Camila pensaba en la jugosa recompensa que recibiría por la entrega del sobre, y en todo aquello que compraría para poder participar en la competencia de baile a nivel nacional. Al llegar a la cafetería, vio al señor, finamente vestido y observando su reloj, se notaba impaciente, pero antes de llegar hasta donde se encontraba él, fue hasta la encargada del establecimiento para preguntar si había vacantes.

¿Buen día, disculpen, habrá alguna vacante?

¡No, en este momento no tenemos nada! —Era terrible no encontrar un empleo, con tanta urgencia que tenía que conseguir uno.

¡Buen día, señor!. 

Toma asiento.  —dijo con cortesía, levantándose de su silla y mostrando una silla frente a él. Camila se sentó y le extendió los documentos. 

— Esto le pertenece.

¡Agradezco que me hayas devuelto estos documentos, son muy importantes para mí!. ¿Quieres algo de comer, beber?

Si, por favor. — una mesera vino y tomó su orden— un refresco y dos panecillos— gracias. El señor Reyes por fin tenía los documentos en sus manos, los revisó muy rápidamente y notó que todo estaba en orden. 

¿Leíste su contenido?

Yo, yo, sí, tuve que hacerlo, no sabía a quién pertenecían.

Ya no importa, ¿veo que estás buscando empleo? 

Sí, estoy buscando empleo. En ese momento interrumpió la mesera, trayendo consigo lo pedido.

¡Trabaja para mí! —¿si quieres? —Dijo Don Julio, con seguridad. 

¡Si! ¡Sí, Quiero! Pero ¿Qué tipo de trabajo voy a realizar? – dijo mirándolo fijamente.

Sé, mi asistente, necesito una y estoy buscando una. 

No tengo experiencia, pero si, si acepto. 

¿Qué has estudiado? 

Contaduría 

¿Cuántos años tienes?

Tengo 20 años. 

¡Eres muy joven! ¿Aún estás en la universidad? 

Ya he terminado, me gusta estudiar. Para Camila esta era una buena oportunidad, necesitaba trabajar, había estudiado con mucho sacrificio, su madre sustituta, desde pequeña le dijo que tenía que ganarse las cosas con su propio trabajo, y esta era la oportunidad perfecta para lograr independizarse de ella.

¡Estás contratada!, empezamos desde ya, —dijo mirando su reloj, —mañana tendrás tu contrato de trabajo listo y a trabajar. Toma, esta es mi tarjeta personal, aquí está la dirección y mi teléfono. Te espero, sé muy puntual, gracias por devolverlos. —Dijo mirando el sobre. Sacó dinero de su billetera y los depositó sobre la mesa, alejándose con prisa.

Camila, sin ser vista, tomó parte de los billetes, los guardó en su billetera y dejó solo el pago de lo que había consumido. La mesera corrió a la mesa y al ver que no habían dejado propina se enfadó. 

De camino a casa, Camila estaba muy feliz, había conseguido un empleo con una de las personas más prestigiosas de la ciudad, necesitaba el empleo ahora más que nunca. Al cumplir la mayoría de edad prometió irse de la fundación que la vio crecer, su madre sustituta era una mujer muy distante con ella, la trataba de forma fría y la mayor parte del tiempo se mantenía alejada. Ella era la única que quedaba en la fundación siendo mayor de edad, las otras chicas eran niñas y otras eran adolescentes; ayudaba a su madre con el trabajo de la fundación y con el poco tiempo que le quedaba era profesora de baile de varias instituciones. El poco dinero que ganaba lo invertía en su carrera universitaria y en sus rutinas y prácticas de baile, quería ser la mejor bailarina del pop.

Camila pasó la noche pensando en su nuevo trabajo, quería tratar de olvidar lo que le había hecho Andrés, deseaba mantenerse ocupada y que mejor que con un trabajo de verdad. Con su primer pago buscaría un lugar para mudarse, un buen apartamento, que le permitiera sus prácticas de baile. 

Llegó muy puntual a su cita con el señor Julio Reyes, aún faltaban 10 minutos para las 7 de la mañana, y él ya la estaba esperando. Reyes publicidad, tenía las oficinas al norte de la ciudad, era el edificio más alto e imponente, mucha seguridad por dentro, mucho lujo y elegancia, le gustaba donde trabajaría – Toma asiento, por favor. - Elegancia y buen gusto, irradiaba el señor Reyes, finamente vestido de negro, él, un hombre alto, de más 1.90, en su juventud debió ser un hombre muy guapo, a pesar de sus años era inevitable no mirarlo, su cabello lleno de canas, delicadamente afeitado, sus ojos azules la habrían enamorado unos 30 años antes. – Aquí tienes tu contrato laboral, quiero que lo leas con detenimiento y me digas qué opinas, estaré en una junta en la habitación contigua, vuelvo en 10 minutos.

Camila leyó el contrato de trabajo, no había nada malo, antes, por el contrario, su exagerado sueldo la dejaron con la boca abierta. Tenía que estar al tanto de todo lo que sucediera alrededor de su jefe inmediato, programación de sus reuniones, recibir la correspondencia, toma de notas, contestar las llamadas telefónicas, enviar correos, en fin, es un trabajo que podía hacer. Puso su firma con mucha confianza y se dispuso a trabajar,  al termino de la reunion, le entregó a su jefe, el documento  ya firmado. Su escritorio se encontraba al frente del señor Reyes, una computadora, un teléfono, pisa papel, muchos lapiceros y una agenda la esperaban, tomó nota de cada detalle que debía realizar, sobre todo de revisar minuciosamente la contabilidad que le enviaban a su jefe. 

Al día siguiente su madre la interrogó. — ¿Dónde estuviste ayer todo el día?

En mi nuevo empleo, te dije que había conseguido empleo y pues, estoy trabajando. 

Y... ¿se puede saber dónde trabajas?

Trabajo en Reyes Publicidad. Camila no notó el gesto de sorpresa que se formó en la cara de su madre.

— ¿Qué haces allí? – dijo con nerviosismo. 

Soy la asistente de un alto ejecutivo. El sueldo es muy bueno, ahora ya me voy, debo ser muy puntual si quiero conservar mi puesto de trabajo. 

¡No puede ser! – dijo enojada Gladis, — tengo que averiguar para quién es que trabaja esa niña.

Camila estaba muy contenta con su trabajo, pronto recibiría su primer pago y ya estaba en busca de su apartamento. Se había alejado de sus amigas, no contestaba llamadas y evadía verse con ellas, no quería que supieran lo que había sucedido, además ahora trabajaba en la empresa Reyes Publicidad, que pertenecía a la familia de las personas que la habían humillado y ultrajado. Luego de ser abusada por Andrés y vilmente humillada por David, Nani y María Antonia, se juró hacerles pagar cada lágrima que derramo y cobrar lo que le hicieron, pero no pensó que las cosas serían tan fáciles como se le estaban dando, ahora trabajando para el señor Reyes, abuelo de sus abusadores, no dudaría en ganar terreno con su jefe, para llegar hasta ellos, no había pensado de qué manera les cobraría lo que le habían hecho, de lo que sí estaba segura, era que pagaran bien caro su maldad.

Cientos de llamadas y mensajes esperaban en el móvil de Camila, había faltado a las prácticas del último mes, se acercaba la semifinal y tenían que estar preparados para competir. La competencia era ardua y estresante, pasos de baile coordinados, ritmo y mucha concentración eran parte de los entrenamientos.

Viernes por la tarde, acabando de salir de su trabajo, Camila, se dirigía a casa, pero al sentir que su móvil no paraba de sonar, decidió contestar.

¡Hola, Jefferson!

¡Camila! ¿Qué pasa contigo? ¡Estamos en la semifinal y tú, totalmente desaparecida!

Estaré en los entrenamientos de hoy, nos vemos luego. — Jefferson, tenía toda la razón, ella había evadido los ensayos y necesitaba estar al 100 % para poder ganar las semifinales. Se había metido de lleno en su nuevo trabajo, le pagaban bien y trabajaba en aquello que había estudiado, además su salario lo tenía destinado para muchos planes. 

¡Hasta que por fin te dignaste venir a los entrenamientos!

Yo..., estaba muy ocupada. — dijo Camila sin ánimo.

¿Ocupada en qué? — continuó preguntando, Andrea. 

Tengo un empleo nuevo, y quiero hacer las cosas bien. 

Ya dejemos de perder el tiempo, a lo que vinimos. — gritó, Jefferson. Camila estaba bastante desconcentrada y perdía el ritmo con facilidad, haciendo que sus compañeros se molestaran.

¿Qué pasa contigo? ¡Te has vuelto torpe! — dijo molesta Juliana. 

Disculpen chicos, yo, voy a continuar la práctica en mi casa, y mañana nos vemos, les prometo que no volverá a pasar. 

Todos estaban muy confundidos, Camila era la mejor bailarina del grupo, siempre se mantenía concentrada y llena de energía para los entrenamientos, algo le estaba pasando, de eso estaban seguros, Andrea y Juliana, sus mejores amigas, querían averiguar lo que sucedía con ella.

La frustración de María Antonia, al no tener el amor de David, la tenían de muy mal humor, David simplemente no la amaba, la veía como otra prima más, él tenía su novia, Nani, y pronto se realizaría la boda; Nani, hija de importantes empresarios del país, se veían muy enamorados. David era un don Juan, su pasión eran las mujeres hermosas, el dinero, los costosos autos, vivir la vida de un millonario y sus padres siempre le dieron todo lo que quiso. Los Reyes eran una de las familias más adineradas de la capital del país, sus propiedades eran muchas y de gran valor, mientras los reyes, hijos trabajaban para sacar a flote los negocios de la familia, los reyes, nietos se dedicaban a gastar a manos llenas.

¡...No puedes marcharte! ¿Quién me va a ayudar con las chicas?

—¡No lo sé madre!, ya acabó mi tiempo en la fundación, tengo un buen empleo y puedo pagar mis gastos.  Mamá, Gladis, como las chicas la llamaban, no estaba muy contenta por la partida de Camila, ya que la joven la ayudaba con todos los quehaceres de la fundación, era casi una empleada, Camila tenía razón, al cumplir la mayoría de edad debió dejar la fundación, pero como no tenía adonde ir, ni familiares cercanos, optó por quedarse y ayudar con la crianza de las niñas que iban llegando.  Ahora ya era independiente, y tenía un lugar donde ir, estaba sola, pero se sentía mejor. El alquiler de su apartamento era un poco elevado por estar ubicado al norte de la ciudad, pero era muy cómodo, además estaba relativamente cerca de su trabajo, con eso si madrugaba se ahorraba lo del transporte, y así poder comprar los muebles, ya que solo tenía la cama y una cafetera. Luego de salir de su trabajo, asistía juiciosamente a los entrenamientos de su rutina de baile, sus amigas la interrogaron, sobre lo que le sucedía, pues parecía estar siempre distante.

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