Capítulo 4. |Sumisión|

Mia Davis    

Casino Redford

Oficina central

Horas después, leía detenidamente cada detalle de ese contrato, párrafo por párrafo, lo que no entendía, se lo pregunté al señor Redford y él me explicó pacientemente, no podía preguntarle a nadie más, ya que era confidencial todo y además remarcó que cuidaba su reputación como la de su familia.

—Pero, si preguntan sus padres mi estatus económico, mis padres y lo que lleva de la mano eso, no creerán nada, incluso pensarán que es un chiste. —él me miró detenidamente desde su silla del otro lado del escritorio.

—Ya tengo solucionado esa parte. Serás de familia millonaria y de un perfecto status económico, mejor que el mío, que el de mi familia y de los Salvatore, con ello quedará más que conforme mis padres, y acerca de sus padres, están muertos. —abrí mis ojos con sorpresa a escucharlo tan crudamente de su boca. — ¿Otra duda, señorita Davis?

—Bueno, ya que fingiremos ser una pareja comprometida, debería de llamarme por mi nombre. —él arrugó su ceño.

—No hay nadie aquí con quien debamos fingir, así que eso se queda solo y exclusivo para el público. —bien, realmente quería que dejara de llamarme “señorita Davis”. — ¿Otra duda, señorita Davis? —casi hice una mueca de fastidio al escuchar lo formal de cómo se dirigió a mí, pero no podía ponerme en ese plan, tenía que concentrarme en esto, pero… Recordé a Andrew.

— ¿Y podré visitar a mi novio? —él tensó su mandíbula, juré que podría estar teniendo dolor, pero al parecer no era así.

—El único novio que tendrá seré yo, señorita Davis, bueno, —hizo un gesto con su mano en el aire—No es noviazgo lo de nosotros. Es un compromiso, es algo formal. No como lo que tenía con el gerente de ese restaurante de comida china.

— ¡Hey! Creo que no debería de juzgar sin saber, es un buenísimo restaurante, y él como gerente, es un buen empleado. Debería un día a comer ahí y comprobarlo.   —se inclinó hacia enfrente, separándose de su respaldo, descansó sus brazos sobre el escritorio y entrecerró sus ojos.

—Puede llamarle desde mi teléfono y avisarle que ya no serán…—hizo una pausa—lo que sea que tengan.

—Novios. Somos novios. —Pareció fastidiarle más mi respuesta remarcando la palabra “novio”. — ¿Quiere que termine por teléfono? No soy tan mala persona como piensa, le diré lo que sea pero de frente.

—No, será por teléfono. Entre menos sea vista de nuevo en ese lugar y con él, será mejor. Siempre hay fotógrafos a mí alrededor viendo quien sale y quien entra en mi vida. Así que espero entienda esa parte. —no dije nada por un momento, pensé que cuando regresara al departamento iría a su departamento y le terminaría temporalmente, como debía de ser de frente, de cara a cara, jamás por teléfono.

—Pensándolo bien, lo haré después que regrese a mi departamento, no creo que los fotógrafos me sigan hasta mi casa y esperen a ver a qué horas saldré. —él no mostró ningún gesto, hasta que tensó de nuevo su mandíbula.  

—Terminará por teléfono… ahora. —remarcó la última palabra al mismo tiempo que alcanzó el teléfono inalámbrico para ofrecérmelo.

—No. —Respondí empezando a molestarme—Esta parte, —remarqué—es mi vida personal y privada, yo seré quien decida como terminaré mi relación de años. Andy y…—me interrumpió. 

—Está bien—respondió de manera brusca, momentos después se levantó de su silla y comenzó a caminar a la parte de la oficina a la que yo le daba la espalda en estos momentos. —Delante de los demás, tiene que ser más educada. 

— ¿«Más educada»?—soné sarcástica, me volví hacia él desde mi silla sin levantarme y mirarlo. — ¿En qué parte desde que me ha conocido no he sido educada? —él no dijo nada por un momento, estaba dando la espalda hacia mí mientras miraba a través del gran ventanal que daba vista al interior del casino, el lugar debía de ser a prueba de sonido, ya que nada del ruido de las máquinas llegaba hasta aquí. 

—Quiero que cuando estemos delante de los demás, a los que queremos impresionar y hacer creer que somos una pareja comprometida real, sea más… callada. 

— ¿Qué?—él se volvió hacia mí con las manos en los bolsillos de su pantalón de vestir de marca. 

—Las personas que realmente me conocen saben que me gustan las mujeres…—hizo una pausa como si estuviese buscando la palabra correcta. —Digamos que sumisas, que no respondan desafiantes, —me levanté de mi silla y me puse frente a él, crucé mis brazos contra mi pecho. —Qué haga lo que uno le pide sin rechistar. 

—Debe de ser aburrida su vida personal. —él arqueó una ceja con sorpresa. 

—A esto es a lo que me refiero. Simplemente, no voy a tolerar este tipo de comportamiento, ya que si sigue respondiendo de esa manera, sabrán de inmediato que no tengo el control en mi prometida.  —cortó la distancia que nos separaba lentamente, retrocedí por instinto, pero no fue mucho cuando mi trasero chocó con la orilla de su escritorio, cuando se detuvo delante de mí, tuve que levantar la mirada por su altura. —… Y yo no pierdo el control, señorita Davis. —le sostuve la mirada, y no supe de donde saqué valor, el señor Redford era bastante intimidante, mi boca no pudo seguir callando, necesitaba darle réplica para que desde ya, supiese con quién iba a tratar. 

—Debería de perderlo aunque sea una vez en su vida, así podrá disfrutar un poco de ella… Señor Redford.

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