Corazón sin dueño
Corazón sin dueño
Por: maracaballero
Capítulo 1. |Problemas de deuda|

Mia Davis

Manhattan, New York.

Mis dedos maquillaron rápidamente la zona debajo de mis ojos, esas ojeras que se habían formado por falta de sueño y el cansancio me tenían fastidiada. Trabajar de cocinera nueve horas en el restaurante de mi novio, estudiar la maestría por la mañana y todavía llegar a casa para atender a mi padre que tenía adicción al juego, me estaba consumiendo, pero mostraba lo mejor de mí y no me permití para nada el rendirme, menos cuando mi madre nos abandonó por irse con otro.  

— ¿Mía? —era mi padre llamando a la puerta del baño.

—Dime—más maquillaje a gran velocidad. —Estoy tarde. —le recordé.

—Dame dinero, —exigió del otro lado de la puerta, detuve lo que estaba haciendo y al verme en el espejo reflejada, solté un suspiro de cansancio. Era la misma historia de todas las mañanas antes de irme a la universidad, la pelea por no darle dinero para su vicio del juego. —Anda, sé qué me has escuchado. —aporreó con fuerza la puerta de nuevo. —Anda. Solo esta vez.

—No tengo. —retomé lo que había detenido, otra vez más fuerte el toque. —Deja de tocar así, realmente voy tarde.

— ¡Dame dinero! —exclamó ya furioso del otro lado de la puerta, dejé de maquillarme y busqué mis propinas en uno de los bolsillos de mi pantalón, conté los dólares arrugados y luego abrí la puerta bruscamente para extendérselos, él sonrió triunfante. — ¿Solo cincuenta dólares? —preguntó al ver que no había más.

—Es todo lo que tengo. —tuve la intención de cerrar la puerta, pero él metió el pie. —Papá, por favor.

—Nada de que “papá, por favor” Dame otros cincuenta, prometo convertirlos dos veces en esto y te los pagaré.

— ¿Cuántas veces no me has dicho lo mismo y nunca me das nada? Y si ganas, te los gastas en alcohol e invitando a tus amigos a tomar en el departamento. Si sigues así, no podré seguir viviendo contigo, tienes que respetar esta casa, yo pago los servicios y pago la renta, todavía tengo que pagar mi maestría a fin de mes. ¿Entiendes?

—Deberías de entrar a ese lugar donde ganas mucho dinero—murmuró entre dientes extendiendo los billetes con sus dedos.

—No puedo creer lo que dices, ¿Quieres que me vaya a trabajar a un burdel para prostituirme? Estás loco, ¿Cómo es que solo dices así? ¡Soy tu hija! —él levantó la mirada.

— ¿No te has visto en el espejo? Eres hermosa, tienes buen cuerpo, podrías ganar los dólares que quieras, eso sí, tienes que cobrar mucho, lo vales. —me quedé estupefacta cuando dijo eso, pero no tenía tiempo para ponerme a discutir o llegaría tarde… De nuevo.  

—Tengo que irme. —abrí la puerta y entré a mi habitación, tomé mi celular que tenía cargando, mi mochila y mi filipina blanca del trabajo, luego salí a toda prisa ignorando sus quejas de dinero.

Terminé mis horas de mi máster de negocios, y apenas alcanzaría a llegar al restaurante, tenía más de cinco llamadas de mi novio, Andy. Crucé hasta el otro lado de la ciudad en el metro, me recogí mi cabello en un moño y torpemente sin dejar de caminar me puse mi filipina, un cuerpo alto, fornido y en traje elegante chocó conmigo.

—Lo siento, —me disculpé apenas cuando atrapó mi codo con sus dedos para volverme hacia él.

— ¿Mia Davis? —mis ojos se abrieron un poco más al ver al hombre.

— ¿Quién eres? Suéltame—pregunté intentando soltarme de su agarre, tiró de mí con una facilidad impresionante, — ¡Suéltame! —grité, pero nadie de la gente que cruzaba a mis lados me ayudaba, solo me ignoraban. — ¡Suéltame! —exclamé más alto.

—Si sigues así, será peor. —el miedo me embargó paralizándome.

— ¿Qué es lo que me hará? ¿Por qué me está llevando a la fuerza? —al llegar a la otra esquina, se detuvo frente a un auto blindado, el vidrio de la puerta trasera bajó lentamente, el hombre de un movimiento me puso enfrente de ahí, no alcancé a ver quién estaba sentado, hasta que después palidecí al ver a mi padre sentado en el sillón a lado de un hombre elegante, lo primer que pensé fue “¿Qué es lo que has hecho, papá?”

—Así que tú eres la hija del señor Davis. —escuché una voz ronca y cargada de frialdad pura, me tensé, miré a mi padre quien pareció estar intranquilo. —Súbela en el auto de atrás. —negué rápidamente e intenté salir corriendo, pero fui levantada de la cintura por el hombre del traje, apenas iba a gritar que me bajara cuando estaba ya sentada en el asiento trasero de otra camioneta.

—No te muevas—me advirtió poniéndome tensa. —Te voy a poner el cinturón de seguridad, —anunció, me quitó la mochila y buscó mi celular, escuché a mi corazón latir con fuerza, juraba que aquí mismo me desmayaría, el hombre finalmente subió, pero no me entregó mi celular.

— ¿Me van a matar? ¿Es eso? ¿Mi padre les debe mucho? Dígame cuanto, podemos llegar a un acuerdo. —el hombre sonrió mostrando un diente de oro.

—No, mujer. Nada de matar. Solo iremos al casino para que hablar. —alcé mis cejas y retuve un poco la respiración, el auto empezó a moverse entre el tráfico.

— ¿Por qué no hablar ahora? —pregunté rápidamente.

—No, si vas a hablar es con el señor Redford, así que ahorita, solo estate tranquila.

—Pero tengo que trabajar, ya voy a llegar tarde, por favor, ¿Puedes bajarme en la siguiente parada? Yo me comunicaré con ustedes y…—la risa del hombre grandote sonó en el auto, tan fuerte que hasta el chófer comenzó a reír mirando de vez en cuando por el retrovisor. Al terminar me miró fijamente desde su lugar, luego presionó un botón haciendo que la ventanilla a su espalda se elevara para dar más privacidad, solo estábamos él y yo. Pasé saliva con dificultad.

—Ya no necesitarás trabajar nunca en tu vida. —dijo en un tono cargado de seriedad, no entendí realmente a lo que se refería.

—Tengo necesidad. Tengo que pagar renta, servicios, mi máster en la universidad. —le dije al hombre que seguía quieto con su mirada en mí.

—Ya no tendrás esa necesidad. Ya no tienes casa, así como no la tienes ya, no hay necesidad de pagar servicios, y lo de tu universidad…—hizo una pausa breve—… Te has tomado una licencia hasta dentro de un año es qué volverás.

— ¿Es una broma? ¿Cómo que en un año volveré? ¿Qué es lo que está pasando? ¿Apostó la casa que rentamos? Es mi padre quien se metió en problemas ¿Por qué tengo que pagar yo sus errores de dinero con el maldito vicio del juego? —estaba empezando a enfurecer.

—Así que aún eres ajena a lo que ha hecho. —mi corazón latió aún más rápido.

— ¿Qué ha hecho? —pregunté en un tono bajísimo, pero que había él escuchado perfectamente.

—Tu padre te ha entregado en forma de pago al jefe. —al escuchar esas palabras, estuve a punto de reírme y él lo notó.

—Por favor, esto es irreal, ¿Quién paga con personas las deudas de juego? —pregunté.

—Tu padre. —respondió.

—Bueno, la pregunta correcta sería, ¿Quién acepta pago con personas las deudas de juego?

—El señor Redford.

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