Capítulo 6 Grises

—¿Y él quién es? —Claudia había arrastrado a Amanda hasta el bar del hotel. Lo único que ella quería era llegar a su habitación y descansar ya eran cerca de las ocho de la noche cuando llegaron al hotel. Pero no todos los días uno podía encontrarse con una estrella como Claudia, además había hecho buena amistad hace un tiempo y no la miraba desde navidad del año pasado.

—Es mi guardaespaldas.

—Oye, que envidia —Amanda sonrió y negó con la cabeza— si lo pruebas dime a que sabe —ella le guiño un ojo.

—¡Oye! —Claudia soltó una carcajada. Claudia no dudó en hacer que Franco se sentara con ellas.

—Ese era el lugar del futuro esposo de Amanda, pero no importa, podemos buscarle otra silla.

—¡Claudia! —la regañó Amanda, se le había olvidado lo incontrolable que era su amiga cuando hablaba.

—¿Esposo? —cuestionó Franco.

—Mi representante ha estado locamente enamorado de ella, desde hace mucho tiempo —respondió ella inclinándose a él como si le estuviera contando un secreto— pero ella es más dura que una piedra.

—Claudia —advirtió Amanda, por segunda vez, y ella notó en su voz que mejor debía callarse. Amanda era una dulzura de mujer, profesional y educada, pero a veces este tipo de personas son de temer cuando llegan a su límite.

—De acuerdo —dijo ella levantando sus manos— cambiemos de tema. ¿Cuándo escribirás otra canción para mí? —Franco miró a Amanda, al parecer eso llamó también su atención y ayudó a que la molestia que se había instalado en él hace un momento desapareciera, solo un poco

—¿Y qué tal si me cuentas sobre tu gira? —propuso ella.

—El concierto de mañana es pequeño, los que vienen después serán una locura.

—Aman… ¿La señorita Viena, escribe canciones? —preguntó Franco.

—Ups —Claudia sello sus labios con sus dedos— es un secreto, pero supongo que tú has firmado un contrato de confidencialidad, no puedes revelar nada —él levantó una mano como si lo estuviera prometiendo. Claudia parecía darle más atención a Franco que a ella ¿debería irse y dejarlos solos?

“¿Celos?” Le gritó su subconsciente, claro que no.

—La primera vez que la vi, fue en una academia de música —empezó a relatar ella. Franco notó en la mirada de Amanda que su mente había viajado al pasado. Se quedó en silencio y dejó a su amiga hablar— Amanda, les estaba dando clases de guitarra a unas niñas —ella bebió de su copa, mientras Franco escuchaba atento— cuando escuché su canción, ofrecí comprársela de inmediato ¿Sabes que me dijo? —él negó con la cabeza.

—¿Que?

—Te la regalo, con una condición —Amanda había perdido la cuenta de cuantas copas se había tomado ya. Saber que aquellas letras que ella había escrito y la melodía que compuso, pensando en su madre y en el momento en que una persona sale de nuestras vidas. Habían llegado a ser escuchadas por millones de personas, no podía sentir más que agradecimiento.

—Grises, es una canción que llegó a tocar el corazón del mundo entero, bueno… casi de todo el mundo —sonrieron— también me ayudó a llegar más alto, gracias a esta chica —dijo señalándola con ambas manos— pero lo malo de nuestro trato fue que me obligó a no revelar su nombre, y fue así como ella me cedió todos los derechos —terminó de relatarle.

Amanda no entendía como Claudia estaba contándole todo eso a alguien desconocido para ella. si no se tratara de Franco era obvio que no lo hubiera permitido, aun así, debió detenerla y no tiene idea de porque no lo hizo.

—Perdón por la tardanza… ¡Amanda!

—Camilo— Ella se colocó de pie. Pero de inmediato sintió mareos y supo que ya había tomado de más. El recién llegado sonrió feliz, tomó la mano de ella y depositó un beso.

—mia bella signora.

“¿Y este de dónde salió?” pensó Franco. Tomó un trago de su vaso con agua.

—¿Y los chicos? —preguntó Claudia.

—Se fueron a descansar —respondió Camilo, sin quitar su mirada de Amanda— Mia bella, que gusto volver a verte —Franco se aclaró la garganta antes de que Amanda contestara algo.

—Oh perdón, Camilo, él es Franco Ferri. Franco, Camilo —Claudia los presento.

—Mucho gusto —Camilo le extendió la mano. Y él la tomó haciendo más fuerza de lo normal. No dijo nada solo asintió.

El tipo de verdad parecía encantado con Amanda y ella sonreía con él mientras conversaban. En tanto Claudia parecía seguir queriendo distraerlo.

—Me dio mucho verlos, pero ya debo retirarme —dijo ella un rato después. Amanda sentía que sus ojos se cerrarían en cualquier momento.

—Podemos quedar mañana para almorzar juntos —dijo Camilo y a Amanda no le pareció a una pregunta.

—Lo siento, debemos volver mañana mismo. —Se escuchaba que ella ya arrastraba las palabras.

—De acuerdo —aceptó camilo, sabía que ella nunca cedía, las veces que tuvo la oportunidad de estar cerca, fue por casualidad y gracias a Claudia. Se colocó de pie y perdió un poco el equilibrio, Franco fue rápido y la sostuvo de la muñeca. Cuando se estabilizó se soltó de su mano. Claudia la despidió con un abrazo y besos en sus mejillas, camilo intentó hacer lo mismo, pero ella no lo dejó.

—Deja de tocarme —soltó de pronto ella, Camilo levantó las manos, Franco y Claudia sonrieron. Al parecer ya estaba muy ebria. Salieron del bar. Ella por poco se cae, sino fuera porque Franco la sostuvo.

—Puedes apoyarte en mi —dijo él, cuando vio que se le dificultaba caminar.

—¿También quieres tocarme?

—Amanda, sabes que no puedes caminar —ella cerró los ojos.

—Está bien —musitó. ÉL la sostuvo de su cintura mientras caminaban. Cuando entraron al ascensor él no la soltó y ella tampoco se separó de él.

—Estás muy caliente —susurró ella.

—Hace mucho calor aquí.

—Entonces… quítate esto —dijo mientras deslizaba su saco por sus brazos. Franco lo hizo, pero ella no se quedó ahí, llevó sus manos a su corbata y Franco tomó sus manos.

—Pequeña… —Franco rodeó su cintura y la pegó a su cuerpo— quédate quieta —ordenó.

—Uhm —ella apoyó la cabeza en su pecho— Puedes quedarte en la habitación —Musitó.

—Planeaba hacerlo, no iba a dejarte sola —ella levantó su cabeza para verlo y él bajó su mirada. Sin pensarlo tomó su barbilla y acercó su rostro lentamente a ella. Cuando estaba a punto de besarla ¡Ding!

Amanda despertó con el sonido de su alarma.

—No otra vez —Se quejó, al parecer últimamente estaba empeñada en despertar con dolores de cabeza— Uhm, no volveré a beber alcohol, lo prometo —Se levantó y entró al baño.

Con una toalla en su cabeza y con un albornoz que le llegaba a mitad de su muslo, salió de la habitación, en busca de algo para comer y aliviar su dolor.

—Uhm, M****a —volvió a quejarse ella.

—¿Mierda? —la voz ronca de un hombre hizo que se sobresaltara. Franco estaba saliendo de la cocina con unos platos en la mano. No llevaba su usual traje, pero parecía recién duchado, porque su cabello aún estaba mojado.

—Creí que la señorita Viena no decía esas palabras —dijo mientras colocaba los platos en la mesa.

—Creíste mal, por eso prefiero tener mi privacidad ¿Qué haces aquí?

—Anoche dijiste que podía quedarme —ella frotó sus sienes.

—No lo recuerdo.

—Ya veo, el alcohol te da amnesia.

—Eso ocurre con la mayoría de las personas ¿No?

—Conmigo no. Te… preparé el desayuno.

—No debiste hacerlo, el hotel tiene…

—No, no debía, pero quise hacerlo —Se miraron unos segundos.

—No sabía que podías cocinar.

—Te sorprenderías al saber todo lo que puedo hacer ¿Qué tal si lo pruebas y me das tu opinión? prometo que no tiene veneno —Franco retiró un poco la silla invitándola a sentarse, ella entrecerró sus ojos.

—No sé si debería creerte —Franco sonrió y ella sin poder evitarlo hizo lo mismo. Él fijó su mirada en sus labios que por fin le sonrieron con naturalidad—Lo que creo es que vino un chef del hotel e hizo todo esto.

—De hecho, si vino, pero lo envié de vuelta. Ah, y el café lo hice como te gusta, negro y sin azúcar —Se vio tentada a preguntar cómo lo supo, pero era fácil saberlo. Las personas que la rodeaban lo sabían.

—Perdona… si anoche te hice las cosas difíciles —musitó ella con algo de vergüenza en su rostro. Notó la mirada de él fija en ella y sintió que sus mejillas se calentaban aún más, no sabía cómo evitarlo, entonces decidió probar su desayuno.

Sí, fue un poco difícil, pero él no se lo iba a decir.

La noche anterior.

Después de que salieron del ascensor Franco la llevó hasta la habitación. Amanda caminó casi a tropezones hasta el mini bar.

—Amanda, ya bebiste suficiente, es hora de dormir.

—No es para mí, es para ti.

—¿Para mí? —ella asintió.

—Tú bebiste solo agua, y… como ya no tienes que cuidarme por hoy… —Franco le quitó el vaso y la botella de las manos. Y las dejó a un lado.

—¿Quién dice que ya no debo cuidarte? aún voy a cuidarte ¿Vale?

—Uhm, sigues siendo muy lindo —Amanda entrelazó sus brazos en su cuello y el la sujetó de la cintura— Entonces… vamos a dormir —sus frentes chocaron y El cuerpo de Franco empezó a reaccionar de una manera que no debía.

—Maldición —dijo entre dientes, se inclinó un poco y la levantó en sus brazos— quieres dormirte ya, por favor —habló como si la estuviera regañando. Ella asintió con la cabeza y escondió su rostro en el cuello de él y la llevó hasta la cama, le quitó los zapatos. Cuando la estaba cubriendo con las mantas, ella lo tomó de la mano. Franco alzó su mirada y vio que ella ya estaba dormida.

—No… te vuelvas a ir —la escuchó decir en apenas un susurro. Se quedó unos minutos más observándola hasta que logró soltarse de su mano.

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