Capítulo 3.

ACACIA LUNA.

—Aquí tiene su licuado, jovencita —me dice la señora entregándome mi vaso.

—Gracias —le doy un billete—. Quédese con el cambio.

—¡Vuelva pronto! —escucho como me grita cuando estoy saliendo del local.

Son apenas las tres de la tarde, el clima es perfecto; no hace calor, pero tampoco hace frío.

Es uno de esos días en los que disfrutas como los pocos rayos del sol junto con su aire te pegan en todo el cuerpo.

Creo que se podría decir que el clima es perfecto.

Lo malo es que Cameron se fue de viaje y no tengo trabajo hoy, así que me la pasaré en mi habitación o en el sofá buscando con que entretenerme.

Y si no encuentro con que entretenerme, entonces me dormiré o buscaré un libro en la librería que está cerca del edificio en donde vivo.

Sí, ese es un muy buen plan.

—Disculpa —un hombre se me acerca—. Estoy perdido, ¿sabes dónde queda esta dirección? —me enseña un pedazo de papel.

—Claro —le respondo—. Doblas a la izquierda en esta esquina y luego es todo derecho.

—Gracias —me dice, veo como corre y dobla la esquina.

Al parecer tenía prisa.

—Hola, otra vez —me dice el mismo hombre cuando pasó por la esquina en donde él dobló.

—Hola —lo saludo— ¿Necesitas que te vuelva a explicar de nuevo la dirección?

—Por favor —me dice.

—Es todo derecho —le explico señalando el camino—. Que tengas suerte, bye.

—Bye, Luna.

En cuanto escucho mi apellido me detengo.

¿Qué carajos acaba de decir?

—¿Disculpa, dijiste algo? —le pregunto.

—Es bastante gracioso que tu apellido sea Luna, cuando tú en realidad eres una luna.

No te asustes, a lo mejor es un ex-conocido.

—No te recuerdo, ¿de dónde te conozco?.

Por favor que sea alguien que conocí, pero que no recuerdo.

—Tú no me conoces a mí —da dos pasos hacia mí—. Pero yo a ti sí.

—Ah, ya entendí —le digo—. Eres uno de los amigos de mi hermano, perdón por no reconocerte, pero soy mala para recordar rostros, más si solo los he visto una vez.

—Lamento informarte que no soy amigo de Cameron.

—Si no eres su amigo, ¿entonces cómo sabes su nombre?

—Conozco mucho sobre tu vida Acacia, por ejemplo, sé que anoche tu hermano y tú cenaron hamburguesas con carne rellena de queso, papas fritas y tocino, todo eso fue cocinado por ti, también sé que al mediodía ambos se contactaron, incluso sé que escondes debajo de tu cama.

Piensa en algo, piensa en algo.

—Creo que te has confundido —es lo primero que le digo—. Mi nombre no es Acacia.

—Que raro —dice él.

—Sí, lamento la confusión, tengo que irme, bye.

Me doy la vuelta y me dispongo a caminar, pero él me agarra del brazo.

Dios, si me sacas de esta situación, juro que le daré todo mi salario a una persona necesitada.

—Vámonos —me dice y me empieza a arrastrar.

—¡Suéltame! —forcejeo, pero no logro deshacer su agarre.

Es muy fuerte.

—Tranquila, no tienes que tener miedo, no te voy a hacer nada —me dice.

Sí, claro, como no.

Espera un segundo...

¡La llave!

—¡Que me sueltes! —le grito y después le encajo mi llave en su brazo, haciendo que me suelte.

¡Corre más rápido!

—Hola, luna —otro hombre se interpone en mi camino de repente y me carga por la cintura.

¡Otro loco no por favor!

—¡Suéltame! —le reclamo.

—Lo siento, pero no puedo, se lo puedes reclamar a Nicolás en cuanto lo veas —me dice.

¿Nicolás? ¿¡Quién rayos es Nicolás!?

—¡AYUDA! —empiezo a gritar y a moverme desesperadamente

—Nadie te va a ayudar —me dice el primer hombre llegando hacia nosotros—. De hecho, nadie te escucha, así que te recomiendo que dejes de gritar.

—¡DÉJENME IR. MALDITOS LOCOS!

—Sí que das pelea —me dice el hombre que me tiene agarrada.

—¡QUE ME DEJES! —le grito mientras le doy una patada al chico de adelante, el cual se ríe de mi golpe.

¿¡Por qué se ríe!?

—¿Crees que eso me va a doler? —me pregunta el hombre al que golpeé.

—Deja de reírte y mejor ayúdame —dice el hombre que me tiene agarrada.

No, no, no, no, no.

—Tranquila, todo va a estar bien —me dice el otro chico, después de eso todo se torna oscuro.

¿Qué está sucediendo?

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