Capítulo 2

Matthew Landis intentó aclararse las ideas mientras contemplaba el amanecer sobre el océano. Iba de vuelta a Beachcombers, donde se había dejado olvidado su maletín. 

Dejó el coche en el aparcamiento del restaurante, era la segunda vez que lo hacía ese día. Volvía al mismo lugar donde había empezado todo al lado de Ashley Carson. 

Era una persona muy organizada y eso le ayudaba a no cometer errores. Pero lo que había pasado esa noche no había formado parte de sus planes. 

Siempre había tenido mucho cuidado con su vida personal y su elección de amantes. No tenía intención de casarse, pero tampoco podía vivir como un monje. Ya había intentando tener una relación serio y para toda la vida, fue durante su tiempo en la universidad, pero había acabado perdiéndola por culpa de una fatal enfermedad cardiaca producida por un defecto de nacimiento. No tuvo siquiera la oportunidad de que su familia conociera a Dana y nadie supo nunca que habían estado prometidos para casarse. Lo había mantenido en secreto como homenaje a esa mujer y al poco tiempo que tuvieron por estar juntos. 

Pero Ashley Carson... Le parecía una mujer muy sexy y bella. Valores de los que ella misma parecía no ser consciente y eso no hacía sino incrementar su atractivo. Pero eso no era excusa. Estaba acostumbrado a trabajar con bonitas mujeres y siempre había podido controlarse. 

Tenía la intención de olvidarse de esa noche en cuanto recogiera su maletín, aunque una voz en su interior le recordaba que quizás lo hubiera dejado olvidado a propósito. 

Oyó la alarma contra incendios en cuanto abrió la puerta de su coche. Vio que el coche de ella seguía en el mismo sitio de antes. 

-¡Ashley! -gritó con la esperanza de que ella ya hubiera salido del edificio. No hubo respuesta. Echó a correr hacia el porche de la mansión mientras llamaba a la policía por el móvil. El pomo de la puerta de la entrada estaba caliente, pero ignoró el dolor y lo hizo girar. Fue una suerte que ella no hubiera cerrado por dentro después de que él se fuera. Sintió el intenso calor en cuanto entró. Apenas distinguía nada entre el humo, pero no vio llamas en el vestíbulo. Comenzó a atravesarlo y vio entonces la luz que venía de la tienda de regalos. El fuego parecía estar concentrado en esa zona. Las llamas iban devorando poco a poco las estanterías llenas de ropa y la pintura se desprendía de la vieja madera-. ¡Ashley! -gritó de nuevo-. ¡Ashley! -se acercó más. Empezaban a caer pedazos de escayola del techo y le preocupó la integridad estructural de esa casa tan antigua. No sabía cuánto tiempo tendría para encontrarla. Pero supo que no pararía hasta dar con ella-. ¡Ashley, contéstame de una vez! ¿Dónde demonios estás?

Cada vez había más humo. Se agachó y se cubrió la boca y la nariz con el brazo. 

-¡Socorro! -gritó lla mientras golpeaba una pared-. ¿Hay alguien ahí? ¡Estoy aquí! 

-¡Aguanta, Ashley, ya voy! -le gritó él con alivio-. ¡Sigue hablando! 

-¡Estoy aquí, en el tocador!

Siguió el sonido de su voz hasta llegar a los aseos públicos.

-Apártate de la puerta, voy a entrar -le advirtió él. 

-Muy bien, ya me he alejado -contestó ella algo más tranquila. Se puso en pie conteniendo la respiración a entrar en la espesa nube de humo. No tenía mucho tiempo. Si las llamas pasaban al pasillo, quedarían atrapados por un fuego fuera de control. Empujó la puerta con su hombro, pero no se abrió. Se retiró para intentaro de nuevo. Se apartó un poco más para ganar impulso. Empujó con todas sus fuerzas y la puerta cayó hacia dentro. Miró deprisa a su alrededor y encontró a Ashley sentada en una esquina del aseo, al lado del lavabo y cubierta con una toalla empapada. Era una mujer lista. Fue hacia ella-. Gracias por volver -le dijo ella mientras le entregaba una toalla empapada en agua. 

Ashley se puso en pie mientras tosía y se esforzaba para respirar con normalidad. Se dio cuenta de que necesitaba aire puro. Se agachó y la levantó en volandas sobre su hombro. 

-Agárrate. 

-Sácanos de aquí, Matthew -le pidió ella entre ataques de tos. Salió rápidamente y atravesó la tienda, que ya era un auténtico horno. Las llamas los rodeaban y estaban devorando los libros y todos los artículos de papelería. Una estantería se tambaleó a su lado y él se apartó a un lado para salvarse. Cubrió con su cuerpo el de Ashley. Pocos segundos después, otro par de estanterías se derrumbraron frente a él y alimentaron las llamas. Una de ellas golpeó su rostro. Acababan de cerrarle el paso-. Por la otra puerta, por la cocina -le indicó Ashley-. A la izquierda. 

Salió al pasillo. 

El humo se había disipado lo suficiente como para que distinguiera mejor la luz que se colaba por la puerta de cristal y fue directo hacia ella. Cuando salió, el aire fuera de la casa le pareció tan espeso e impenetrable como el infierno que había dejado atrás dentro de la mansión. 

                                                                          *****

Ashley intentó recuperar el aliento en cuanto salieron por la parte de atrás de la tienda, donde estaban los cbos de basura. Estaba histérica. 

Sabía que, si los bomberos no aparecían pronto por allí, su restaurante y su casa acabaría consumidos por las llamas. 

El hombro de Matthew le presionaba el estómago y con cada paso que daba le dificultaba aún más la respiración. Para colmo de males, no le gustaba que la llevaa como un saco de patatas, se sentía avergonzada. 

-Ya me puedes bajar. 

-No me des las gracias -repuso él con ironía-. No gastes aliento en ello. 

No entendía cómo podía pasar de héroe a villano insensible en tan poco tiempo. 

Esa madrugada, había lamentado que Matthew no la viera enfundada en el bello camisón de satén. pero las cosas habían cambiado radicalmente y le hubiera encantado que no tuviera que verla con lo llevaba bajo la manta. 

-Matthew -insistipo entonces-. Puedo andar. Suéltame, por favor. 

-De eso nada -repuso él agarrándola mejor -pero con el movimiento, se deslizó la manta y uno de sus hombros quedó al desnudo-.Vas directa al hospital para que te hagan un chequeo. 

-No tienes por qué llevarme así, estoy bien y... -protestó ella. 

Pero un ataque de tos no la dejó terminar de hablar. 

Intentaba cubrirse el cuerpo con la empapada manta, pero no era fácil en esa posición. 

-¡Deja de moverte, Ashley! -le pidió él mientras agarraba con fuerza su trasero. 

Vio pasar a dos bomberos que arrastraban una manguera. Eso le recordó que tenía problemas más graves que las manos de Matthew y la escasa ropa que llevaba encima. Su restaurante se estaba quemando. Se trataba del negocio que había iniciado con sus dos hermanastras en el único hogar de verdad que había tenido en su vida. Era la casa que les había dejado su querida tía Libby, la mujer que las había acogido a las tres. 

Se le llenaron los ojos de lágrimas. Estaba aterrada. Temía que el fuego se extendiese y afectase a otras cosas. Entre ellas, estaba la de su hermana Starr. 

-¿Ashley? -oyó su nombre, giró la cabeza y, entre su propia melena, vio a su hermanastra. Matthew se detuvo entonces al lado de una camilla, tomó su cabeza y se inclinó con cuidado para tumbarla en ella. Miró hacia Beachcombers, su restaurante. El humo salía por las ventanas de la fachada, cubriendo con nubes grisáceas el cielo. Se preguntó si aún quedaría algo dentro de la bella casa que habían heredado de su madre de acogida. Sus dos hermanas y ella habían invertido en ese negocio todo su dinero y todas sus ilusiones. Se apoyó en los codos para poder incorporarse un poco y ver mejor lo que estaba pasando. La tristeza y el desconsuelo le dificultaron aún más la respiración-. Ashley...

Su hermana le dio un abrazo al que no pude responder con facilidad, tenía los brazos atrapados. Y entonces se dio cuenta de que su hermana había levantado sin querer su manta mojada y dejado al descubierto lo que quedaba del camisón de satén. 

Esperaba que nadie la estuviera mirando. 

O mejor dicho, esperaba que Matthew no se hubiera fijado en ese detalle. 

Pero lo miró y se dio cuenta de que no había tenido suerte. Había algo en sus ojos que le recordó a la pasión de la noche anterior. 

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