Aleksander

Evangeline Lumière.   

Mientras la clase pasaba no podia dejar de pensar en ese chico. Había algo en él que no podia sacarme de la cabeza.

Al volver a casa subí a mi cuarto y comencé a rebuscar entre mis antiguos dibujos hasta que di con uno. Lo mire bien y casi lo dejo caer de la impresión.

¿Cómo no me di cuenta antes? Es él, pero más... Diferente.

Su pelo en mi dibujo es más claro y sus ojos son más oscuros. No tiene ese piercing en la ceja ni ese tatuaje en el cuello. Por eso no lo reconocí. En mi retrato se veía más inocente, como un niño. El chico de hoy se veía más adulto, incluso como los motociclistas que estaban cerca de mi casa en Miami, pero no como este niño.

—¿Hija? —mi madre paso por la puerta haciendo que el dibujo, y los demás que estaban con el, callera al suelo. —Te estuve llamando durante cinco minutos, ¿Qué pasa?

—Si... Solo... —me agache para recoger las hojas.

—Baja, tengo algo para ti. —salió de la habitación cerrando la puerta.

Recogí todas las hojas y cuando me pare mire hacia la ventana y di un fuerte grito.

—¡No grites! —susurro/grito el chico mientras me tapaba la mano con la boca.

—¿¡Que carajos haces en mi habitación!? —golpe su mano y me aleje de él.

—Solo pasaba de visita. —dijo mientras se encogía de hombros y se sentaba en mi cama.

—¿¡De visita!? ¿¡Estás loco!? —tomé mi almohada y comencé a golpearlo.

—Ya, basta. —se paró y me saco la almohada de las manos. —Y deja de gritar. Me vas a dejar sordo, por un demonio. —se tapó la oreja.

—Bueno, disculpa por alterarme cuando un puto loco se mete en mi habitación. —terminé de juntar los dibujos y los guardé en la caja en la que estaban.

—¿Qué son? —me arrebato un papel de la mano, pero se lo saque rápidamente.

—No te importa, loco. —cerré el mueble con llave. —Y hazme el favor de ¡salir de mi puta habitación!

—No. 

—¡Sal de aquí!

—Nop. —se miró sus uñas con desinterés.

—¡Sal!

—Azúcar. —me miro divertido y me le quede viendo mal.

—¿Sabes qué? Al carajo. Llamare a la policía. —tomé mi teléfono y estuve a punto de llamar cuando él me lo saco de las manos. —¡Devuélveme mi teléfono! —exigí.

—Claro. —me lo tendió, pero lo aparto antes de que pudiera tomarlo. —Si me das algo a cambio. —sonrió de lado.

—¿Qué quieres? —puse mis manos en mi cadera.

—Un beso. —se acercó a mí.

—Jamás. —intenté tomar mi teléfono, pero se volvió a apartar. —¡Ya! Ni siquiera se tu nombre y ya eres un grano en mi trasero. —bufe molesta.

—Aleksander. —respondió.

—¿Qué?

—Mi nombre, Aleksander. Aleksander Pierce. —se presentó.

—Evangeline Lumière. —lo mire de arriba abajo. —Devuélveme mi teléfono, sal de mi cuarto y fingiré que jamás te vi aquí. —ofrecí.

—Mmmm. —parece pensarlo bien. —De acuerdo. —me dio mi teléfono y salió por la ventana. —Por cierto. —apareció de pronto. —Lindo cuarto. —me giño el ojo y se fue.

—Raro. —murmuré y salí de mi cuarto para ver que quería mi mama.

—¿Qué querías mostrarme, mama? —no la vi por ningún lado así que salí a afuera. —¿Ma?

—¡Hija! Mira. —me señalo un Jeep que estaba estacionado en la vereda. —¿No es hermoso? —pregunto con un brillo en los ojos.

—Si, es hermoso. —es un Jeep todo terreno completamente blanco con cuatro puertas y muy alto. —¿De quién es? —pregunte admirándolo.

—Tuyo. —me tendió unas llaves negras.

—¿Cómo dices? —la mire asombrada.

—No voy a poder estarte llevando y yendo a buscar todos los días a la escuela y por eso disidí comprártelo. —explico.

—Pero, mama... No tenías que hacerlo. Podríamos haber usado ese dinero para comprar un televisor nuevo o un lavarropas. Algo para las dos.

—Para nada, mi niña. Tu disfrútalo que del resto me encargo yo. —me dio un beso y las llaves del Jeep.

—Gracias, mami. —sonreí y me subí al auto rápidamente. —Mama, ¿Sabes dónde Joseph?

Ella asintió y me dio las instrucciones exactas. Las anoté mentalmente y condije hacia allí. Estaba bastante lejos del pueblo, casi en el medio del bosque. Ya voy más de media hora conduciendo, así que, hay dos opciones; o me perdí o viven muy lejos.

Aparque el auto justo al frente de la casa que me describió mama. Una pequeña cabaña hecha de troncos de madera con un solo piso, varias ventanas y situada justo frente a un hermoso lago cristalino. Todo rodeado varios árboles enormes.

—¿Joe? —llame mientras tocaba la puerta.

—¿Quién? —la puerta se abrió de golpe y casi salto del susto. —Oh, Eva. ¿Cómo estás? —saludo feliz.

—Bien, ¿Y tú? ¿Cómo estas, Joseph?

—Bien. Ven, pasa. —se hizo a un lado y me dejo pasar.

Al entrar a la casa me di cuenta de que ya había estado allí, en un sueño. Todo era igual, el mismo olor a pino, los muebles hechos de madera, la decoración rustica y antigua, y lo más importante, un televisor de más de 85 pulgadas.

—Tu casa es hermosa. —halague. —¿Estas solo? —pregunte al ver todo en silencio y calmado.

—Si. —respondió. —Se fue de pesca, debe estar por la mitad del lago a esta hora.

Comenzamos a hablar de distintos temas, le mostré mi nuevo Jeep, preparamos unos batidos y terminamos viendo películas tirados en el sofá.

—¿Cómo te manejas tan bien en mi casa? —pregunto de repente. Lo mire sin entender. —Sabes dónde está todo, donde están las habitaciones e incluso donde estaba mi lata secreta de dulces.

—Bueno... —medite unos segundos sobre si contarle o no hasta que al final me decidí. —Yo... Puedo... ¿Cómo decirlo?... ¿Ver el futuro? —murmure sin saber cómo contarlo. Él se sentó más derecho en su lugar y me miro.

—¿Cómo así? —interrogo con mirada curiosa.

—Bueno, pues... Yo tengo como visiones, o algo así, mientras duermo, pero solo mientras duermo. —explique. —No sé cómo lo hago ni como los obtuve, pero me ayudaron para varias cosas. —sonreí.

—Eso es asombroso. —sonrió. —¿Soñaste con la casa antes? —cuestiono.

—Si, pero solo por dentro, nunca por fuera. —me encogí de hombros.

 —Y... ¿Jamás soñaste conmigo o algo parecido? —pregunto con cautela.

—Nop. —negué. —Solo con tu casa.

Él me miro y luego sonrió. Ambos nos reímos y seguimos viendo la película que habíamos elegido. Pasamos así hasta que se hizo de noche y tuve que irme.

Llegue a casa, me bañe, comí y me fui a dormir para llegar temprano a la escuela.

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