Mis Tres Bestias
Mis Tres Bestias
Por: Ericka Swangon
PRÓLOGO.

CLARYSSA FAIR

Un dia más, y un dia menos en su vida, pensó Claryssa cuando observó con ojos somnolientos como tenues rayos de sol se filtraban por la ventana.

Desde que sus padres murieron un dia antes de que alcanzara su mayoría de edad, se sumergió en una terrible depresión, solo deseaba que llegara el dia de su muerte y si eso no ocurría pronto ella misma tomaría cartas en el asunto.

Se sentía terriblemente sola y desamparada, trabajaba turnos extra en el ruidoso y tétrico bar solo para no tener que llegar a su solitario piso y ver en primera plana lo patética que ahora estaba resultando su vida, había intentando olvidar con el alcohol y algo mas, pero descubrió que eso solo lo empeoraba todo, incluso su aspecto físico era diferente ahora, mucho más delgada, sin brillo, sin vida, aunque hacia mucho tiempo que le había dejado de importar como se veía, pero al genero masculino no, ya que cada noche en el bar siempre había uno o dos idiotas intentando tocarle el trasero y ella terminaba siempre arrojandoles las bebidas a la cara, y con advertencias de ser despedida. Eso era una tontería pues sabia que solo ella aguantaría trabajar tantas horas en un polvoriento bar de mala muerte a las afueras de Illinios.

_ ¡Fantástico!

El olor del desayuno atrajo a Claryssa a la cocina. Estaba emocionada y su estómago gruñó con anticipación. Sam preparaba el desayuno como pago a su estadía, cuando necesita un sitio donde esconderse de su idiota y muy violento novio y Claryssa siempre estaba agradecida cuando lo hacía porque una comida caliente y cocinada ciertamente superaba a la barra de cereal fría y rápida. Especialmente antes de un turno largo en el trabajo.

La segunda vez que Claryssa dobló la esquina de la pared que separaba la cocina de la sala de estar, sus ojos se posaron en la forma de Sam sentada en su pequeña mesa frente a la ventana. Gotas de luz solar se filtraban en la habitación, creando una calidez que rara vez adornaba la casa desde que sus padres murieron en un accidente.

Cuando Claryssa se acercó, notó una caja sobre la mesa justo en frente de su amiga, quien tenia una expresión de vacío en la mirada.

-El café está listo- dijo Sam cuando Claryssa llegó a su lado. -Acabo de hacerlo.

Claryssa se dirigió directamente a la cafetera y se sirvió una generosa ración en su taza favorita que estaba sobre el mostrador esperándola.

-¿Dónde está la comida? _ pregunto expectante.

- En el microondas. Te levantas más tarde de lo habitual - dijo.

Claryssa asintió.

- Estás bastante pensativa hoy. Mucho más de lo habitual.

Sam sonrió mientras tomaba un sorbo de su taza y luego la volvía a dejar sobre la mesa.

-Tienes razón.

Al instante, Claryssa se sentó en la mesa y miró deliberadamente la caja.

-¿Tu estado de ánimo tiene algo que ver con eso?

Su amiga la miro y se encogió de hombros.

-No. Eso no tiene nada que ver conmigo, estaba allí anoche cuando llegamos, y tiene tu nombre en la tarjeta. Estaba pensando en salir de este chiquero y tu deberías de venir conmigo.

Claryssa se rió entre dientes al recordar esos buenos recuerdos de lo que parecía una vida atrás, cuando ese era su plan inicial, irse de aquel lugar a cualquiera donde estuviera con la mente ocupada, un sitio que la alejara de los recuerdos del pasado.

- Tu lo que quieres es escapar de ese idiota. No entiendo porque no solo lo mandas a la m****a de una vez por todas.

Sam ladeo la cabeza.

- Como si eso fuera sencillo, sabes que me mataría si le llego a decir que se termino, no me dejara en paz tan fácilmente.

_ Entonces llama a la policía, pero deja de ser tan cobarde y afronta las consecuencias de tus actos _ dijo Claryssa con un tirón dramático en sus palabras.

- Como tu afrontas los tuyos, supongo.

Samantha o Sam, como le gustaba que la llamaran, se rió por lo bajo y sacó un sobre sin sellar de debajo de la caja.

- Esto es para ti. No tengo ganas de discutir contigo.

-Ni siquiera es mi cumpleaños- dijo Claryssa sin emoción y sin dejar de ver a su amiga.

Ella se encogió de hombros.

- Como dije estaba anoche cuando llegamos. Quizás es de un admirador secreto_ bromeo.

-¿Un admirador? Sera un acosador, estaba dentro de mi casa, y eso es mas que preocupante - Claryssa preguntó mientras la curiosidad comenzaba a sacar lo mejor de ella -Espeluznante- continuo Claryssa.

- Lee la nota primero- dijo Sam mientras Claryssa acercaba la caja a ella.

Claryssa juguetonamente hizo un puchero y luego sacó la carta del sobre sin sellar. Mientras sus ojos rozaban las palabras escritas en la página, contuvo el aliento.

-Es de mi madre - dijo Claryssa cuando un nudo apareció repentinamente en su garganta, interrumpiendo sus palabras.

Sam solo asintió. Y le sujeto la mano, sabia cuanto le había afectado la muerta prematura de sus padres.

Claryssa se aclaró la garganta y leyó en voz alta para que su amiga también escuchara.

Mi hermosa Clarys, este collar es una reliquia familiar y muy especial. Aunque su belleza no es nada comparada a la tuya, estoy segura de que pensarás en mí cuando lo uses y encuentres lo que tanto te hace falta. Cariño; no pierdas el norte y recuerda: Las nubes grises también forman parte del paisaje.

-¿Eso es todo?- preguntó Sam.

Claryssa se encogió de hombros.

-Supongo que sí.

Claryssa frunció el ceño y dejó la carta a un lado para agarrar la caja y levantar la tapa. Dentro había un cristal magenta suave rodeado por un prisma de oro. El amuleto colgaba de una fina cadena de cuerda que tenía pequeños fragmentos incrustado.

Claryssa jadeó cuando tocó suavemente el amuleto.

- Precioso.

-Y antiguo- dijo Sam -Por favor, no uses eso para trabajar. Odiaría que lo perdieras.

Claryssa hizo a un lado la preocupación de su amiga.

- Disparates. ¿Cuando he perdido algo?

_ La cordura por ejemplo _ bromeo Sam.

Claryssa le dio una mirada asesina a su amiga y tiró de la cadena y se la pasó por la cabeza. En el segundo en que el amuleto descansó contra su pecho, casi directamente sobre su corazón, una extraña sensación de zumbido eléctrico cubrió todo su cuerpo. Las vibraciones estáticas irradiaban desde su corazón, justo donde descansaba el amuleto.

Una arruga se formó en su frente cuando la confusión se apoderó de ella.

_ Eso fue raro, pensó.

-¿Qué ocurre?- preguntó Sam, notando la expresión en el rostro de su amiga.

Claryssa negó con la cabeza.

-Nada. Solo mi imaginación.

Afortunadamente, la sensación se desvaneció lentamente y el amuleto se calentó en su piel. Aunque le había mentido a su amiga sobre el sentimiento que la invadió inicialmente, no tuvo tiempo de explicarle el extraño zumbido eléctrico o su cordura. Simplemente dejó las cosas como estaban y tomó nota de investigar un poco más las cosas una vez que estuviera en casa después de su turno.

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