Acuerdo perfecto (Amores Por Contrato #1)
Acuerdo perfecto (Amores Por Contrato #1)
Por: Joana Guzman
Prólogo

2 años atrás

Cloe tomó el mando del televisor y lo apagó. Giró la cabeza para ver a su hermano y lo encontró dormido. Una de sus piernas colgaba por el costado del sofá. Sacudió la cabeza y una sonrisa se coló en sus labios. Él apenas cabía allí.  

Horatio era demasiado grande para sus apenas 15 años, no le sorprendía teniendo en cuenta el porte de su padre. Ella, por otro lado, había heredado la altura de su madre. Las personas que lo veían junto a su hermano por primera vez, siempre asumían que él era el mayor.

Se levantó y cubrió a Horatio con una de las mantas. Luego tomó una para ella misma y se la colocó sobre los hombros. Con cuidado de no hacer demasiado ruido salió rumbo a la playa. Tenía la esperanza que algo de caminata lograra relajarla lo suficiente para irse a dormir.

La luz de la luna brillaba en lo alto y la brisa movía las ramas de las palmeras en la distancia.

Se aseguró la manta sobre los hombros y caminó por la orilla durante algunos minutos antes de sentarse en la arena.

Sus ojos se dirigieron al horizonte y se perdió en sus pensamientos. Era su último día en aquel lugar y, aunque tal vez regresaría otra vez, no estaba lista para volver al mundo real, aquel en el que Fabrizio la trataba apenas como una conocida.

Fabrizio era el hijo mayor del tío Alessandro y la tía Ava. Aunque en realidad ninguno de ellos eran sus tíos. Ambos eran amigos de sus padres, pero eran tan cercanos a ellos que eran parte de la familia.   

Como si hubiera invocado a Fabrizio con sus pensamientos. Escucho un movimiento detrás de ella y al mirar sobre su hombro vio que se trataba de él. Le costó trabajo no mirarlo embobada. Era una mierd@ que siempre se viera tan perfecto, incluso con los cabellos alborotados y el ceño fruncido.

—No deberías estar aquí sola. —Él se escuchaba preocupado.

Solo por un instante se dejó llevar por la fantasía de que era debido a que se preocupaba por ella como algo más que una conocida, pero, más pronto de lo deseado, la verdad se hizo presente.

—Tus padres estarían muy preocupados si se enteran que saliste a dar un paseo a estas horas. Cualquier cosa podría pasarte.

Cloe llevaba más de dos años enamorada de él, pero Fabrizio no la veía más que como una pequeña. Había visto la clase de mujeres con las que salía, todas eran mujeres sofisticadas y maduras.

—Es un lugar seguro y, además, ya no estoy sola —dijo arreglándosela para sonreír.  

—¿Por qué saliste tan tarde?

Se encogió de hombros.

—Quería dar un último paseo. Este lugar es hermoso. —Era la verdad a medias. — Vamos, siéntate. —Dio unas palmadas al suelo junto a ella.

—Creo que deberíamos volver.

—No comiences a ser aburrido justo ahora, lo has hecho muy bien durante la última semana como para arruinarlo en el último momento.

En esas vacaciones había conocido algunas cosas nuevas sobre Fabrizio, como que era capaz de relajarse, y solo se había enamorado un poco más.

Él sacudió la cabeza, pero de todas formas se sentó a su lado.

—¿Cómo supiste que estaba aquí?

—Estaba sentado en el Porsche y te vi pasar.

—Así que decidiste seguirme. ¿Cuán escabroso puede ser eso? —bromeó mientras lo miraba.

Fabrizio sonrió y ella contuvo el aliento. Era poco común verlo sonreír, a veces hasta se olvidaba de que podía hacerlo.

Él también se giró a verla y cuando sus ojos se encontraron sintió una energía fluyendo entre ellos. Fabrizio la tenía cautiva y no habría podido mirar en otra dirección incluso si lo hubiera intentado.

El sonido de las olas se convirtió un eco en la lejanía, lo único que era capaz de escuchar era el latido acelerado de su corazón.

—Cloe…

—Fabrizio… —dijeron los dos al mismo tiempo.

Cloe se acercó a él como si una cuerda tirara de ella y casi alzó un puño en el aire cuando lo vio hacer lo mismo.

Fabrizio levantó una mano y acunó su mejilla con suavidad. Luego terminó de cerrar el espacio entre sus cuerpos y unió sus labios.

Al principio se quedó quieta, incapaz de creer que aquello estuviera pasando por fin. Cuando se dio cuenta que no se lo estaba imaginando se dedicó a disfrutar del momento. Era mucho mejor que cualquiera de sus fantasías. Los labios de Fabrizio eran suaves y cálidos.

El beso empezó como una caricia, apenas un toque, y después fue cobrando vida.  Él le pidió con la lengua que abriera la boca. Cloe lo hizo de inmediato y cuando sus lenguas se tocaron, soltó un gemido necesitado.

Fabrizio se hizo para atrás con brusquedad y la miró con pánico.

—Esto fue un error —dijo él antes de ponerse de pie y marcharse.

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