Capítulo 5. |Extraña petición|

Alicia se había quedado quieta en la puerta que estaba un poco abierta, los vellos de sus brazos se erizaron al escuchar aquel llanto de su jefe Emiliano, sintió una punzada en su pecho, haciéndole recordar que ella había perdido a su madre, sabía cómo se sentía cuando perdías a un ser querido. “Pero ellos tenían más tiempo” pensó, bajó la mirada a la charola con otro juego de café de cerámica en color negro, Alicia suspiró mientras se debatió en sí entrar o no, si dar privacidad o disculparse al entrar y dejar la charola para luego marcharse, “Pero tendrían café calientito para cuando terminaran” pensó.

—Dámelo, yo lo dejaré. —anunció don Óscar a Alicia. —No te preocupes…—él suavizó la mirada al debate mental que tenía, tomó la charola y le hizo una seña para que se marchara, eso hizo ella de manera dudosa, se marchó sin mirar atrás.

Óscar entró a la habitación principal con la charola de plata en las manos, la mirada de doña María se levantó para encontrárselo cerrando la puerta detrás de él.

—Lo siento, no quiero interrumpir. —Emiliano poco a poco se había calmado, su madre aún estaba palmeando despacio y lentamente la espalda de él.

—Pasa, está bien. —le contestó doña María. —Pensé qué te habías marchado. —dijo ella a Óscar quién estaba dejando la charola en el amplio tocador.

—Iba a despedirme antes de irme y saber si necesitaban algo. —Emiliano se levantó y se sentó a lado de su madre, ella tomó su mano y acarició sus nudillos con las yemas de los dedos.

—Gracias, ten todo listo para la lectura del testamento el lunes, —doña María presionó sus labios. —Se hará un desmadre. —Emiliano levantó la mirada hacia ellos, luego la dejó en su madre.

— ¿Por qué lo dices? —preguntó algo alertado por sus palabras.

—Lo sabrás el lunes, —le sonrió. — ¿Te sientes mejor? —Emiliano solo movió sus hombros en señal de que ni el mismo lo sabía. —Deberías de ir a caminar por la hacienda, ha crecido mucho desde que te me fuiste al otro lado, anda. Necesitas aire fresco…—su hijo entendió que necesitaba su madre privacidad con don Óscar.

—Bien, —se limpió las mejillas y se levantó para dejar un beso en la frente de su madre, luego miró a don Óscar. —Gracias por acompañarnos.

—De nada, pequeño Emiliano, ¿Recuerdas cuando te llamaba así? —Emiliano asintió recordando nostálgico, recordó las caballerizas y su padre enseñándole a que pudiese subir por el mismo, y la imagen de un don Óscar menos panzón y con más cabello, le recordó que el tiempo no perdona a nadie.

Después de dejar a su madre con don Óscar, el mejor amigo y mano derecha de su padre por lo que sabe desde hace muchos años, caminó hasta donde estaba Ryan esperando con una taza de café, mirando los grandes jardines. Se detuvo a su lado y lo miraron juntos.

—Es hermosa la hacienda, —comentó Ryan terminando su taza de café, miró a su jefe que estaba pensativo, pero aquellos ojos hinchados y rojizos, le confirmaron que finalmente ya pudo desahogarse. — ¿Quiere que le traiga una taza de café? —preguntó de inmediato, olvidándose que en estos momentos estaba en servicio. Emiliano puso una mano en su hombro y lo miró finalmente.

—Tranquilo, por hoy descansemos. Se instalarán tú y el equipo de seguridad en el ala sur de la hacienda, ahí se encuentra mi habitación y hay un par más de ellas vacías, toma la que gustes, desempaca mi poca de ropa y mis cosas. Tendría que darte un recorrido, pero esta vez, te daré la oportunidad que lo veas por ti solo, siempre y cuando, estés acompañado de alguien del servicio, —hizo un pausa—No se sabe qué puede pasar por ahí si te ven solo. —Ryan abrió sus ojos un poco más.

—Sí, señor. —pero pensó Ryan que no conocía a nadie—Pero, ¿Podría elegir a la chica que me llevó a la cocina? La que llaman, “Licha” —Emiliano asintió.

—Sí, es más, —miró por el pasillo—Por ahí llegarás a la cocina, ahí debe de estar, si haces lo que te dije antes, mejor.

—Sí, señor. —Ryan caminó por el larguísimo pasillo, estaba familiarizándose con el lugar, llegó a la cocina y estaban dos señoras que no había visto anteriormente. —Buenas tardes, ¿Dónde puedo encontrar a…? —Alicia venía entrando a la cocina con una bolsa de tela colgando de su hombro, al ver al gringo en la cocina y las mujeres mirando hacia ella, junto con él, detuvo lo que estaba haciendo, dejó la bolsa de tela en el suelo.

— ¿Sí, señor? ¿Necesita algo más? —preguntó educadamente.

—Sí, el señor Emiliano, pidió que si podías ayudarme a instalar a todo el personal que tenemos.

— ¿Ahora? Ya he terminado mi turno y…—una de las señoras que estaba sentada en la gran mesa de madera rústica pelando papas, chasqueó la lengua.

—No seas grosera con el gringo, Licha. Ve y ayúdale, además, lo dices como si te fueras a ir pa´ fuera, vives en la misma hacienda.

—Lo sé, —se alisó el mandil con sus manos sudadas. —Bien, ¿Puedes enviarlo a la lavandería? —pregunto a doña Elena quien no dejó de mirar con curiosidad al gringo del otro lado de la cocina.

—Déjalo, ahorita lo mando a la lavandería, córrele, ayúdale al güerito. —Alicia afirmó educadamente.

—Ala sur de la hacienda, ¿Verdad? —preguntó Alicia para confirmar, Ryan asintió. —Bien, vamos.

***

Ala sur de la hacienda “el patrón”

—Y aquí está el escritorio—Alicia le señaló a Ryan donde poner la laptop con una manzana blanca en la pantalla exterior, la miró con curiosidad.

—Gracias, eres muy amable. —dijo Ryan, al dejar la laptop en el mueble rústico, miró el resto del lugar. —Es muy pero muy amplia la habitación.

—Sí, la más grande es la de los patrones—se persignó—Y luego está, luego la de los otros hijos.

—Oh, bien. —Ryan miró a Alicia y le sonrió. — ¿Y vives aquí? ¿En la hacienda? —Alicia asintió.

—Desde hace años, ya no recuerdo cuantos. —Ryan solo asintió lentamente, quizás imaginándose la historia detrás de ella.

—Faltan las habitaciones de…—la puerta se abrió y apareció Emiliano, arqueó una ceja al ver la cercanía entre Alicia y Ryan. Ambos miraron hacia él que aún no decía nada. — ¿Necesita algo, señor? —preguntó Ryan.

—Las reglas de la casa son estrictas—comenzó a decir Emiliano—Tenemos que acatarlas el tiempo que estemos aquí—Ryan y Alicia arrugaron su ceño no entendiendo a que se refería, Emiliano al notarlo, tomó el picaporte de la puerta y la señaló. —Si van a estar dentro de una habitación, tienen que dejar la puerta abierta. —eso no sabía Alicia, ¿Era regla nueva? Ryan seguía sin entender. —Para evitar malos entendidos entre ustedes, si van a estar juntos ya sea arreglando la habitación, tiene que tener la puerta abierta. —Ryan y Alicia entendieron y disimuladamente pusieron distancia entre los dos.

—Oh, no, no, no, —comenzó a decir Ryan al malentendido—Solo estábamos terminando de acomodar sus pertenencias en la habitación, señor Rodríguez.

—Sí, sí, es eso, solo estábamos terminando, es más, —dijo Alicia avanzando hacia la salida de la habitación—Yo ya tengo que pelarme, ya se acabó mi horario y…

—Tú te quedas un momento, —dijo Emiliano deteniendo la huida de Alicia, miró a Ryan—Necesito que coordines a los hombres para que estén al tanto de la seguridad de la hacienda, el jefe de seguridad del lugar espera en la salida para darte un recorrido.

—Sí, señor. —caminó a la salida haciendo que él y Alicia hicieran espacio para salir, Ryan salió pensando en que era algo extraña su petición.

Emiliano cerró la puerta y miró a Alicia quien alzó sus cejas.

—Creo que es mejor abrirla, no vayan a pensar que está pasando algo que no es y…—Emiliano la interrumpió.

—No te conozco, no me interesa hacerlo, pero con el personal que viene conmigo, tienes prohibido a estar a solas con ellos. ¿Escuchaste? —Alicia se quedó pasmada.

—Bueno, si escuché, pero no entendí a qué se refiere, joven Rodríguez. Él dijo que necesitaba mi ayuda y…—de nuevo la interrumpió.

—No necesito que ilusiones a mi asistente solo para salir de este lugar y mejorar tu vida. —Alicia se quedó de nuevo pasmada pero ahora más confundida.

—Déjeme ver si lo que he escuchado es correcto, —Emiliano se tensó— ¿Cree que por ayudarle a acomodar sus –remarcó- pertenencias en este cuarto, yo quiero ilusionarlo y así él me saque de este sitio? —Emiliano al escuchar lo que dijo, se sintió incómodo—Vaya, no pensé que por ayudarle al asistente del patrón, uno ya quiere volarse de la hacienda pa´ el otro lado del charco.

—No me refería a…—era turno de Alicia para interrumpirlo.

—No, no, no, ya entendí, es más, no lo conozco y no me interesa hacerlo, ya que usted no vive aquí, pero merece respeto por ser hijo del difunto patrón, y el hecho que yo sea del servicio doméstico y usted mi patrón, no me hace una ignorante y facilita como al parecer usted piensa. En primera, no necesito ilusionar a nadie para salir de este lugar y mejorar mi vida, —Emiliano presionó sus labios con dureza. —Y segunda, —se cruzó de brazos— ¿En qué momento agregaron una regla más con lo de la puerta cerrada? No lo sabía, fíjese—era sarcástica—Pero gracias por ponérmela en la carota que tengo para evitar problemas a futuro. Como ya no necesitan de mi ayuda pelo gallo (marcharse) y si le molesta mi respuesta, tiene dos tareas, enojarse y desenojarse… Con permiso, patrón.

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