Capítulo 2

―Vaya, vaya, Dylan―se mofa del huésped―veo que no pudiste tomar el ferri a la isla.

―Y yo pensé que ya estarías allá―le responde el tal Dylan―pero ya te puedes largar, que estoy ocupado―le dice molesto.

― ¿Ocupado, como si estuvieras con una mucama en tu cuarto? ―le dice con burla―es que estoy viendo su carrito en el pasillo―añade y ahora sí que mi corazón se quiere salir de mi pecho.

―Y eso a ti qué te importa―le espeta todo molesto y escucho sonreír a Neil.

―Pues, lo que pasa es que me pareció conocida, eso es todo.

"Me reconoció", me digo y cierro la puerta aún más, para que no me vea.

―Bueno, si vas a saludarla, ve y busca en la oficina de mucamas, no aquí en mi habitación―le sugiere y ahora se me cae el alma al piso, solo de pensar que Neil me vaya a buscar allá.

 ― ¿Estás seguro de que no está por aquí? ―inquiere todo burlesco―es que, como eres un mujeriego, a lo mejor la tienes en tu habitación y no quieres que lo sepa―le dice con sorna.

―Sí, ya sé que has estado hablando acerca de lo mujeriego que soy―le espeta molesto―ahora, ya lárgate―indica, pero ahora Neil se ríe.

―Creo que volveré a la oficina de las mucamas, como sugeriste―añade y ahora sí que estoy preocupada―hasta luego y que gane el mejor.

Entonces, escucho cómo se cierra la puerta y yo estoy asustada, porque necesito buscar el cheque de Maggie en la oficina de mucamas y ahora temo que me encuentre a Neil ahí.

―Ya puedes salir del baño―me dice el huésped.

Este señor conoce muy bien a Neil, lo cual me aterra, pero él parece estar más preocupado en otra cosa, así que salgo y él ahora me mira con una sonrisa y una ceja levantada.

―Bien, ahora, ¿en qué nos quedamos tú y yo? ―me dice y me corta la respiración y el torso desnudo de este señor tampoco es que ayude a calmarme.

―Le estaba diciendo que me iba, señor―le respondo, pero eso a él no le interesa.

―Ah, ya lo recordé, te dije que te iba a pagar por tus servicios, desde luego―señala de lo más entusiasta, como si yo no hubiera dicho nada.

―Pero es que yo soy solo la mucama, señor y estoy muy retrasada para terminar mi trabajo―le miento y trago en seco―y no soy del tipo de empleadas que se le insinúan a los huéspedes―le digo, recordando lo que me advirtió Amelie hace un rato.

―Y yo soy un hombre que te necesita―me indica y yo quedo anonadada.

―Pero ¿qué me está diciendo? ―le digo toda consternada, pero él me mira y se muerde el labio inferior, luego va hasta un maletín y toma una pequeña libreta, en la cual escribe y luego me pasa uno de los papeles.

―Toma―me indica y no entiendo qué quiere decir con esto.

―Es un cheque en blanco, señor―le digo preocupada―esto me puede traer problemas en el trabajo, si es que alguien se entera que me está dando esto―le digo todavía extrañada.

―Pues, no se lo digas a nadie, que yo tampoco lo contaré―me responde con una sonrisa, mientras levanta una ceja―digamos que será nuestro pequeño secreto―señala y me guiña el ojo, pero nota que me tapo la cara, porque está medio desnudo, así que se coloca un suéter.

―Me está dando este cheque, pero no me ha dicho lo que quiere―le revelo y él pone los ojos en blanco.

―Creo que no he sido claro, así que permíteme presentarme―señala, al tiempo que toma asiento frente a mí―mi nombre es Dylan Pemberton, el dueño de Barley Hill Corp. y actualmente estamos laborando en tres estados, pero nuestra intención es expandirnos por todo el país y tú puedes ser la clave para ello―asegura y yo arqueo las cejas―verás, hay un inversionista muy adinerado que está interesado en mi negocio, pero tengo problemas para llegar a él, porque les han dicho que no soy persona de fiar, que tengo fama de mujeriego y que no me tomo nada en serio―añade y todo esto me deja bastante extrañada.

―No entiendo cómo yo podría entrar en toda esta historia suya, señor―le respondo y trato de calmar mis nervios―y si le parece bien, esperaré a que salga de este sitio, para que pueda comenzar mi trabajo―le digo, como si mi preocupación principal no estuviera allá afuera.

―En eso te equivocas―me asegura y yo le frunzo el ceño― porque necesito una acompañante que se vea igual a ti―me dice y quedo anonadada.

― ¿Una acompañante? ―le respondo todavía sin salir de mi asombro― ¿cómo un hombre tan sofisticado como usted quiere a una mucama para que sea su acompañante?

―No, tú eres linda y elegante, a pesar de ese uniforme que llevas―me dice con una sonrisa y yo me sonrojo por todo lo lindo que me acaba de decir―la mujer adecuada para presentarle a mis futuros socios como mi esposa.

― ¿Y ahora quiere a una esposa, señor? ―le digo un poco consternada sin creerme todavía los piropos que me ha dicho y él esboza una ligera sonrisa.

―Sí, una esposa―me dice y yo me quedo meditando por un momento―pero no tiene que ser de verdad, solo será hasta el domingo.

―Su esposa hasta el domingo―repito extrañada―pero es que aquí me conoce todo el mundo y no podría pasar por su esposa.

―Y no será aquí, ya que el inversionista principal tiene una fiesta en una isla privada que está a dos horas de aquí en ferri y hoy perdí el transporte, pero necesito ir mañana con una esposa―me dice y yo me quedo meditando por un momento.

― ¿Y por qué no intenta contratar un servicio de acompañantes? ―le sugiero y él arruga la cara―de seguro habrá una chica que sea de su agrado―le comento y él hace un bufido.

―Lo hice y no funcionó―me confiesa ofuscado―la tipa era muy corriente, no como tú, que sí que estás a la altura―me alaga y quedo sonrojada, pero no me puedo dejar convencer.

― ¿Y si busca a otra agencia? ―le digo, viendo la manera de deshacerme de todo este asunto―lo cierto, señor, es que no me conviene ese trabajo, porque estaría llamando mucho la atención―se me escapa decirle, pero, tal parece que esto lo ha puesto perspicaz.

No, no puedo aceptarlo, porque si me ven las autoridades, tendré problemas, además, he escuchado demasiadas historias de indocumentadas que las llevan con engaños, para luego venderlas al mejor postor, quienes hacen de ellas lo que quieren.

Entonces, miro a este hombre, que lo que menos parece es un tratante de blancas, pero estoy segura de que los que se dedican a esa actividad, lo que menos parecen es que sean malhechores.

― ¿Qué, eres una especie de delincuente o algo por el estilo? ―se mofa de mí, pero, cuando ve que no me río, añade―tal parece que sí lo eres―me dice burlón, lo cual me enoja.

―No necesito de su dinero, señor y no lo conozco, así que no, muchas gracias―le respondo tajantemente, para que sepa que no voy a ir con él a ninguna isla a que me haga quién sabe qué, como drogarme, por ejemplo―a lo mejor tienen subasta de chicas así como yo, sin papeles ni nada―le aclaro, porque tal parece que no entendió por qué fue que lo rechacé y él ahora se nota sorprendido.

― ¿Eres una indocumentada? ―dice consternado, pero se detiene por un momento―por cierto, ¿cuál es tu nombre? ―me dice con genuina curiosidad.

―Valery Lennox, señor―le contesto y él me mira con una sonrisa capaz de hipnotizar a la mujer que quiera.

Por eso debe tener fama de mujeriego, porque es una tentación para cualquier mujer.

Con razón sus futuros inversores tienen cierta aprehensión con él, porque tiene cara de no tomarse nada en serio.

A las mujeres, principalmente.

―Pues, Valery Lennox, no soy ningún pervertido y eso te lo puedo asegurar, así que no deberías temerme―trata de persuadirme, pero, está más que equivocado si es que piensa que me va a convencer por lo guapo que es o por su dinero, porque lo que más aprecio es mi vida―creo que le agregaré algo a mi propuesta, solamente para que te sientas más que segura―me expresa y yo quedo intrigada.

―Pero, señor, no voy a acceder si está en juego mi seguridad―le respondo, pero él me brinda una sonrisa de oreja a oreja.

― ¿Y qué tal si nos casamos mañana por la mañana, justo antes de irnos en el ferri para esa isla privada? ―añade y yo quedo nula.

Capítulos gratis disponibles en la App >

Capítulos relacionados

Último capítulo