8. Saciar las ganas

Al día siguiente, estaban almorzando en un silencio casi aterrador. Ella no había tenido ganas de hablar, y él parecía que tampoco, así que seguían comiendo la ensalada de pollo que la cocinera les había preparado. El desayuno había sido similar, solamente se habían concentrado en el trabajo. Elissa estaba tratando obsesivamente de no pensar ni por un segundo en el día anterior, pero ¿adivinen qué? Le resultaba una misión imposible. Cerraba los ojos, y veía la espalda de Oliver. Respiraba, y veía su cosa en esa mujer. Tomaba agua, y lo oía gruñir. Ya había contado hasta mil, pensaba en el final de un libro ir jamás pudo terminar de entender ni leyendo veinte reseñas distintas.

Hiciese lo que hiciese, pensaba en ese momento justo.

Estaba probando un gran bocado de pan dulce cuando Oliver por fin dijo algo.

—Nos viste —anunció, como una afirmación.

Elissa se atragantó con el pan en la garganta, tosió fuertemente y bebió agua rápidamente. Sus ojos escocieron por el pequeño dolor que le p
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