Capítulo 6: Un giro de ciento ochenta grados

Kassidy

El día estaba radiante, pero seguía frío debido al invierno, así que ambas se acomodaron dentro del auto con rapidez para disfrutar de la calefacción. 

—¿No me vas a ayudar a empacar? —Kassidy miró a su amiga con un poco de angustia. No es que tuviera miedo de Roger, pero no quería estar a solas con él y mucho menos discutir. 

—¿Empacar yo? Me tomé la atribución de llamar a Josh desde temprano. Él está haciendo las maletas por ti. Solo vamos en función de supervisoras. ¿Sabes? Para ser un genio en los negocios, te hace falta aprender a delegar funciones —dijo divertida y se puso en marcha. 

—Sé hacerlo, ridícula, pero esto se trata de un asunto personal, delicado y, Josh tiene una vida. Es fin de semana —contestó incómoda. 

—Como si Josh no muriera por saber qué tipo de lencería usas. Además, tú eres parte de su vida… Aunque debo reconocerlo; a veces compadezco a ese apetecible y desperdiciado dios griego —terminó con un lamento. 

—Deja en paz a Josh, porque tiene una pareja estable y se adoran. Tú sí que no respetas nada —bufó indignada. 

—¿Y a ti quién te dijo que lo quería para mi deleite sexual? Soy una artista, una profesional y tengo como misión en la vida el admirar la belleza en todas sus formas. —Le guiñó un ojo y le subió el volumen al radio dando por finalizada la discusión.

Kassidy compró su apartamento a solo diez minutos del de su amiga y también quedaba cerca de su oficina, lo que les permitía a los tres visitarse continuamente antes de que todo se dañara. 

Cuando pasaban por la recepción, Kassidy saludó a Ben, el chico encargado, pero este se limitó a hacer un gesto con la cabeza y se enfocó en terminar de quitar los adornos navideños, ahora que febrero iniciaba, mientras ella entraba al ascensor.

Con cada segundo se inquietó más, las puertas se abrieron nuevamente y le extrañó notar la de su apartamento abierta. Avanzó al interior con recelo y se asustó al estar a punto de pararse sobre un par de gotas de sangre. Ni siquiera tuvo tiempo de preguntar en voz alta qué rayos había sucedido, porque Roger salió a su encuentro con un paño sobre su nariz. 

Se veía mal, como si le hubiese pasado un camión por encima. Tenía los ojos inyectados en sangre, el cabello desordenado y la ropa arrugada, parecía la misma que vio tirada en el suelo antes de irse.

—¿No te habías marchado? —preguntó acercándose con una mirada fría y llena de reproche y luego le hizo a Candace un gesto con la cabeza como único saludo. 

—Pospuse mi viaje. —respondió intentando guardar la calma—. ¿Qué te pasó? —Señaló el paño lleno de sangre. 

—Pregúntale a la florecita de tu asistente —respondió girando hacia el comedor. Tomó un cheque de la mesa y lo lanzó de mala gana a los pies de Kassidy—. Ponle la cantidad.

Ella ni se inmutó, lo conocía y sabía que estaba provocándola. Miró el cheque en el suelo y con su metro sesenta de estatura, posó su mirada un momento en ese hombre de metro noventa y sonrió. Negó con la cabeza y se fue hacia la habitación, ignorándolo. 

Encontró varias cajas selladas y a su asistente de pie, depositando sus libros dentro de una caja abierta. 

—Lamento lo que hice. No me quería dejar pasar, me insultó y luego…, no supe de mí —dijo Josh acercándose a ella y bajando la mirada, como un niño en espera de su castigo. 

—¿No te hizo nada? —preguntó extrañada observándolo de pies a cabeza. 

—¡Cómo si pudiera! No en vano me la paso en el gimnasio esculpiendo todo esto —respondió elevando el mentón y señalándose de pies a cabeza. Giró hacia Candace para saludarla lanzando dos besos al aire y la rubia parecía encantada. 

Su amiga no había dicho nada desde que entraron y eso la extrañó, porque si fuese a la inversa ya estarían llamando a la policía.

—Estas son las últimas, belle dame. El resto ya está en la camioneta de Simon. Se ofreció a ayudarme y espero que no te moleste. Es sábado y…

—Para nada. De hecho, estoy apenada contigo, no debías haber pasado por esto —se disculpó y lo abrazó con agradecimiento. 

—No te preocupes. La verdad, siempre he tenido curiosidad de saber qué tipo de lingerie usas, querida, y me sorprendí gratamente —soltó de manera despreocupada, provocando que Kassidy se sonrojara como pocas veces y se sintió peor al escuchar las carcajadas de Candace detrás suyo. 

Sin responder, decidió pasar de ellos yendo hacia la habitación que acondicionó como oficina. Josh ya había estado allí, así que solo tuvo que tomar un par de sobres del escritorio y giró con la intención de salir, pero chocó con el torso de Roger. 

—Debemos hablar —pidió él, bajando la voz y la sujetó de los brazos con suavidad. 

—No. —Kassidy lo miró a los ojos y retrocedió unos pasos para alejarse de él—. Eso debimos hacerlo antes. 

Roger se sacudió el cabello rubio cenizo con una mano, parecía frustrado y luego la señaló con el dedo índice antes de decir:

—No te atrevas a hacer público lo que viste ayer. No me quieres de enemigo, pequeña. 

Sin amedrentarse, Kassidy contestó apaciblemente:

—No debes preocuparte por mí, Roger. No me interesa humillarnos por tu infidelidad.

—No sabes lo que dices —susurró. 

—Debiste hablar conmigo. Pensé que nos teníamos confianza y si te gustaba alguien más, yo… 

—¡No me gustan los hombres! ¡No soy gay, Kassidy! —rugió descompuesto, interrumpiéndola y poniéndose rojo de la furia. Sus ojos azules se habían oscurecido, pocas veces lo había visto así, aunque jamás con ella. 

—No me importa si te gustan o no. Yo hubiese actuado igual de haberte sorprendido con una chica. Me engañaste. En nuestra casa. ¿Esperabas que te felicitara o que lo dejara pasar? ¡Por Dios!, es que te desconozco. —Sus ojos se humedecieron aunque intentó detener aquella sensación horrible en su pecho y continuó—: Pudiste haber sido sincero conmigo y decir que tenías a alguien. Me heriste, ¿lo entiendes? No merecía que lo hicieras.

—Nena, a veces eres tan mojigata. —Se burló rodando los ojos.

—Sabes que no lo soy.

—Muñeca, ni siquiera sé por qué lo hice —dijo ahora en un tono suave y lleno de dolor—, simplemente pasó. Bebí en el club y luego, no sé cómo me encontré aquí, siendo sorprendido por ti. No recuerdo los detalles. Te lo juro.

—¿Dices que te drogó? Entonces, podemos denunciar, pero…

—Te lo juro. Estoy seguro que fue eso. Podemos superar esto, nena. Solo, no te vayas, no me abandones. Sabes que te necesito —rogó, acercándose un poco. 

—Lo siento, pero eso no funcionaría para mí. Puedo acompañarte a la comisaría, pero no volver. Creo que es mejor que lo dejemos aquí y continuemos con nuestras vidas, separados,  porque la confianza que te tenía se dañó. 

Roger se movió tan rápido que la sorprendió cuando sintió que presionaba su cuello con sus enormes manos. La estampó contra la pared y presionó tan fuerte que sintió que el aire se le acababa.

No supo cómo, pero con dificultad hizo un gancho con su mano izquierda sobre la  derecha de él y giró levemente su cuerpo hacia adentro, arrastrando con su hombro la otra mano de él al llevarlo consigo a su altura y, apenas liberándose de su agarre. Con toda la fuerza que pudo, lo golpeó con el codo, al principio no supo dónde, pero al distinguir que se sostenía la nariz desconcertado, se dio cuenta. 

No perdió la oportunidad y le dio una fuerte patada en la entrepierna, obligándolo a caer al piso, primero arrodillado y luego lo vio caer de lado, gritando y retorciéndose de dolor. 

Iba a la salida de la habitación totalmente alterada, temblando y con una de sus manos en el pecho, pero él la sujetó del tenis y ella cayó de rodillas, pero se giró y empujó la pierna contra él tan fuerte como le fue posible. Su grito hizo que se arrastrara lejos de él y al elevar el rostro  hacia la puerta, se encontró con las caras de espanto de sus dos amigos.

—¡Maldita! —gruñó a medias, aún en el suelo y sosteniendo sus partes y su rostro mientras lloriqueaba—. Te voy a acabar, ¿me escuchas? Eres una zorra. 

—¡Qué demonios! —Simon, el novio de Josh, entró a la habitación—. Kassidy, puedes y debes hacer una denuncia por agresión en este momento. Nos tienes como testigos —dijo y levantó casi sin esfuerzo a Roger, gracias a sus casi dos metros de alto y su musculatura.

—¡Eres un poco hombre! —gritó Candace fuera de sí, pero en lugar de golpearlo la abrazó a ella que sin darse cuenta estaba llorando y temblando sin control.

—Llamaré a la policía —Josh mostró su teléfono. 

Kassidy lo detuvo, secó sus lágrimas y antes de voltearse hacia Roger, elevó la barbilla en su dirección y dijo: 

—Suéltalo, Simon. No habrá denuncia, pero si vuelves a acercarte a mí, haré de tu vida un infierno, Roger Cole. No querrás que tus secretos salgan a la luz, porque ambos sabemos que tu padre te desheredaría al enterarse. 

Se detuvo un instante y tomó aire, se le dificultaba respirar con normalidad y agregó: 

—No te cruces en mi camino, porque no sabes de lo que soy capaz. —Sonrió lo mejor que pudo, aún presa de los nervios—. Tengo contactos muy influyentes que te hundirían en la miseria en un abrir y cerrar de ojos, solo por el simple placer de hacerlo. Piensa bien lo que harás, cariño. 

»¡Ah! y Roger, no te molestes en pagarme el apartamento. Te lo regalo. Quizá si no mides bien tus pasos de ahora en adelante, lo necesitarás más que yo. 

Giró saliendo de la habitación dejando a todos los presentes gélidos. 

Luego de unos instantes de desconcierto se miraron entre sí y dejaron solo a Roger. Se reunieron con Kassidy en el salón y la siguieron fuera poco después sin decir nada, llevando las pocas cajas que pudieron. 

Cuando bajaron del ascensor, Josh rompió el silencio:

—Kassidy, necesitas un médico. ¿Quieres que lo llame o te llevo? —preguntó con el teléfono en mano. 

—No te preocupes, estoy bien. Solo necesito descansar un poco —dijo suavemente para tranquilizarlos, pero ellos la miraban sin poder ocultar su preocupación. 

—Me quedaré contigo —propuso Candace de inmediato. 

—¡Claro que no! Cumple con tus compromisos. Tomaré mi auto, aún sigue aquí —dijo mirando alrededor al atravesar la puerta hacia el estacionamiento—. Descansaré un rato y luego acompañaré a Mary al hospital. 

—Nada de eso. —Negó Josh agitando las manos—. Te llevaré a mi casa y Simon se hará cargo de tu auto. Si deseas salir, te acompañaré, mi pequeño ninja. —Eso los hizo reír a todos, mientras colocaba un brazo sobre el hombro de su amiga.

—Llévala a la mía. Anoche durmió allí y si quieres, será tu nuevo hogar, amiga —dijo Candace, acercándose y dándole un beso sobre la cabeza.

Kassidy aceptó ir donde Candace y al llegar al auto de Josh, la abrazó para despedirse de ella y tomar cada una su camino. 

Dieron unos pasos más y antes de subir, Josh le ofreció sus brazos, haciendo que su muro de contención emocional se rompiera de nuevo. De sus mejillas resbalaron muchas lágrimas que se apresuró a limpiar, pero se convirtieron en un dique incontrolable en segundos. 

En horas, su vida como la había edificado dio un giro de ciento ochenta grados, mostrándole facetas desconocidas del hombre que eligió para acompañarla en su día a día. Había sido tan ciega y no pudo evitar que por su cabeza pasaran muchos de los buenos momentos compartidos desde que lo conoció en la universidad. No podía creer que aquel muchacho vivaz y romántico era el mismo que acababa de agredirla.

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