Capítulo 2: Volverte a ver

Al llegar a su destino, Kassidy bajó corriendo y preguntó en recepción por él con un nudo enorme en su garganta. No fue necesaria una respuesta. Al voltear, lo vio caminar hacia ella con los ojos inflamados y sus mejillas llenas de lágrimas. Creyó que el corazón se le saldría del pecho y lo que le dijo a continuación la desconcertó hasta el punto de marearse: 

—¡Mi hijo, Kassy!, mi hijo puede morir —sollozó Kilian, abrazándola fuertemente al instante, como si el tiempo no hubiese transcurrido desde la última vez que hablaron, hace tres años. 

—¿Tu hijo? Kilian, dime qué... —Escuchó su propia voz temblando. Intentó separarse, pero él no la soltó. 

No sabía que su amigo, su confidente desde la adolescencia se hubiese casado o mucho menos tenido un hijo. Hablaba con Mary continuamente y no le dijo nada. Se sentía en otra dimensión. 

A pesar de lo que le estaba revelando, su cuerpo se revolucionó como acostumbraba al tenerlo tan cerca, abarcándola casi por completo, pero antes de que él le respondiera y ella pudiese controlar su propia mezcla de sensaciones, notó a un médico acercándose a ellos.

—Fox, necesitamos hablar —dijo él con una expresión taciturna e impersonal, llamando la atención de su amigo. 

—¡North, di lo que tengas que decir! ¿Cómo está mi hijo? Solo… Dime la verdad, por favor —suplicó, soltando a Kassidy y volteando hacia el médico. 

—Prefiero hacerlo en privado, Kilian. Esto es muy delicado. —Desvió su mirada hacia ella.

La incomodó tanto, que tuvo que dar un paso atrás. Al notarlo, él le tomó fuerte la mano, impidiendo que se alejara, pero al mismo tiempo, el médico le dio un repaso de pies a cabeza que logró que se irritara aún más, si es que eso era posible. 

—¡Habla! —ordenó Kilian un tanto áspero. 

—Como quieras —dijo el médico, frío y distante—. Anna resultó con más daño del esperado. Tiene un trauma craneal severo debido al impacto. Hemos hecho lo posible, pero…

—No, no, no. —La soltó para frotarse el rostro con sus manos y el momento en que su piel se erizó por el breve contacto se fue con él—. Dime dónde llevarla, qué hago. Max. Esto no puede estar pasando. ¡Es una m*****a pesadilla! —protestó fuera de sí, respirando con dificultad y a punto de llorar nuevamente.

—¡Cálmate! He hecho lo establecido en estos casos —exigió el médico, esta vez enfadado—. Moverla de hospital no cambiará el diagnóstico. 

Kassidy fue testigo de su intento por relajar su semblante, pero también de su frustración al no conseguirlo. 

»El bebé está bien, afortunadamente no sufrió ningún daño. Esto puede tomar un par de semanas cuando mucho, unos días en el mejor de los escenarios. Pero para ser sincero, lo único que se puede hacer, es esperar, amigo. 

Se aclaró la garganta al sentirse observado, así que ella miró hacia otro lado para no parecer grosera, pero ese hombre no le gustaba nada.

—¡Dios mío! No puede ser —exclamó una mujer a espaldas del médico llamando la atención de los tres. 

—Tranquila, Mary, todo estará bien. 

Miró a Kilian que se acercó de manera dulce para reconfortar a Mary mientras secaba sus lágrimas y las propias. 

—Bien, Anna será trasladada a... —interrumpió el doctor. 

—La señorita Petrova. —Mary lo miró desafiante y Kassidy se preguntó por qué.

—Sí, claro. La señorita Anna Petrova —corrigió el médico, elevando la comisura de los labios en una sonrisa mordaz—. Será trasladada al área de Cuidados Intensivos. Una enfermera te avisará cuándo podrás verla y sobre cualquier situación con el bebé. 

Le extendió la mano a Kilian despidiéndose y asintió en dirección a Kassidy, ignorando magistralmente a Mary, quien frunció el ceño. Escena que no pasó desapercibida para ella. Lo vio tomar un pasillo a su derecha y desapareció tras una puerta de cristal esmerilado.

—¡Mi niña, estás aquí! —titubeó la mujer en su dirección.

Kassidy le sonrió, a pesar de comprender muy poco aquella situación. La abrazó con fuerza y con los ojos llenos de lágrimas. Ya habían pasado cerca de dos meses de no poder verse por culpa de su trabajo. 

—¿Necesitas algo? ¿Cómo te sientes? 

A pesar de las circunstancias, se sentía feliz al estar cerca de esos dos seres que durante mucho tiempo la hicieron sonreír en momentos muy dolorosos en su vida y le dieron todo su apoyo cuando más lo necesitó. Ahora parecía que su turno de devolverles un poco había llegado, pero durante ese largo abrazo no pudo evitar pensar en todo lo sucedido. Anna Petrova, era la famosa modelo ucraniana que salió con Kilian por un tiempo, lo había leído en una revista. Bueno, una de las tantas, pero, ¿de eso a tener un hijo con ella? Había mucha diferencia. 

No lo entendía. Eso sin contar con la actitud de ese médico que decía demasiado. Su instinto muy pocas veces fallaba, pero decidió evitar especulaciones, ya tendría tiempo de hablar con ellos para saber lo que sucedía en realidad. Así que siguió abrazando a su querida Mary y disfrutando de su cariño. 

—Lo siento —musitó Kilian, consternado e interrumpiendo la muestra de afecto entre ellas—. No sabía a quién llamar y solo pensé en ti. De verdad, lo lamento. Ni siquiera me percaté de la hora, no estaba seguro si te encontrabas aquí o fuera del país. Sé que hace mucho no hablamos. —Su nerviosismo era evidente y para no mirarla, estaba enfocándose en el movimiento de las manecillas del reloj en su puño, como si fuese la cosa más interesante. 

—Todo está bien —dijo Kassidy con una pequeña sonrisa y se acercó un poco a él para tranquilizarlo. Quería abrazarlo de nuevo, pero no estaba segura de cómo actuaría ahora, así que se contuvo.

—¿Cómo llegaste tan pronto? ¿Dónde estabas? ¿Interrumpí algo? —preguntó con celeridad.

Eso la hizo sonreír. Solía suceder cuando ella lo miraba de esa forma; como diseccionando cada pequeño detalle que había en él y haciéndolo parecer el jovencito que hace mucho no era. Pero en su defensa, no podía evitarlo. 

—Estaba en el aeropuerto. —Los guió hacia los asientos en la sala de espera. No dejaba de observarlo. Disfrutaba ponerlo nervioso desde que se conocieron y lo escrutaba de aquella forma por el simple placer de ver cómo reaccionaba. 

No obstante, después de pensarlo un poco mejor, se percató de que no era ni el momento ni el lugar para ese tipo de juegos, así que desvió la mirada al pasillo y concluyó: 

»Iba de salida, pero aún tengo un par de semanas más para cumplir con mi compromiso. Si me necesitan, aquí me tienen. Cuentan conmigo. 

Los mencionó a ambos con toda intención; aligerando el ambiente y que él no se pusiera incómodo. Si le hablaba directamente, rechazaría su ofrecimiento y la sacaría de allí con cualquier pretexto, lo conocía demasiado bien. 

Estaba segura de que con el espectáculo montado por él hace años, se sentía lo suficientemente avergonzado con ella y preferiría no volver a tenerla en su vida antes de aceptar una mano de su parte. 

—Gracias, mi niña, agradecemos tu compañía. —Mary lo miró, revelando que no aceptaría una negativa de su parte—. Kilian, mi cielo, ve por unos cafés. Es tarde y hace frío —pidió dulcemente, dándole palmaditas en la mano. 

—Claro, vuelvo en un rato. —Se puso de pie evitando mirarla y se marchó por el pasillo.

 

Cuando Kilian se fue, notó la intensidad con la que Mary la examinaba y se puso nerviosa. Ella la conocía como si fuese su propia hija y, a pesar de nunca haber tenido la fortuna de ser madre de manera natural, lo fue de tres chicos maravillosos que llegaron a su vida por diferentes circunstancias.

Mary trabajaba en casa de los abuelos de Kilian cuando ocurrió una tragedia, en un escenario similar al vivido esta noche, aunque con un final lamentable. Él era un niño de cinco años cuando perdió a su madre en un aparatoso accidente, por ello, se mudó con los ancianos y bajo su cuidado.

Candace era la vecina entrometida. Sus padres nunca estaban, debido a sus continuos viajes, así que sus visitas eran permanentes. Después, llegó Kassidy completando el grupo; era sobrina de una amiga que también laboraba como ama de llaves en otra casa y cuando su hermana y su esposo fallecieron unos meses antes, su tía quedó con la tutela, pero por su empleo no podía hacerse cargo a tiempo completo. 

Mary gozaba de un trato especial en la casa de los abuelos de Kilian y después de conocerla, se ofreció a llevarla seguido con ella. Kassidy era una chica retraída, muy tranquila, que se ganó su afecto en poco tiempo y de esa forma, la cercanía de esos tres chicos y esa madre de vida, fue inevitable.

 

—Dime qué te pasa nena y no me mientas, sabes que no me gustan los rodeos. ¿Cómo es que te ibas de viaje sin despedirte de mí, ni de Candace? Hablé con ella esta tarde y no me dijo nada. Confiesa. —El gesto de indignación fue digno de un premio a la actuación. 

—Mary, tranquila… solo es trabajo. Te llamé y no contestaste. Sí, hablé con Candy y yo no supe que viajaba hasta hace poco —refutó calmada, con el objetivo de evitar un interrogatorio como los que acostumbraba. 

—Sí, imagino que con esa respuesta quieres poner a prueba mi nivel de senilidad. Entonces, diré que te creo y con ello, lograrás que te deje en paz —respondió suspirando y agitando su mano antes de acomodar su cabello blanco y prolijo, como restándole importancia. Un segundo después y sin que ella lo esperara, tomó sus manos con firmeza y agregó sin dejar de mirarla—: Pues lo siento por ti. ¡Y no voltees los ojos como una chiquilla! Dime, por qué ni siquiera traes equipaje. Habla, Kassidy Evans. No lo repetiré de nuevo.

El tono dulce y comprensivo cambió en un segundo a uno autoritario e implacable. Esta vez, dejándola sin salida.

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