CAPITULO II

Conservo la calma para no tirar todo, pero, ¡El peor día! Este pueda que sea el peor día, ¿o no? bueno eso depende del punto de vista en que lo vea, no fui a la reunión que tenía para hoy, mandé a un mensajero para que tomara notas y termino aceptando el trato más asqueroso del mundo. Al menos no es legal ya que no tenía un poder para aceptar eso, luego Marian derramó el café sobre mí y me tuve que quedar casi desnudo sin camisa, por lo menos tenía una camisa mangas largas negra en alguna gaveta de aquí, ni recuerdo como llego a estar ahí, pero lo agradezco, alguien chocó mi R8 aparcado en el subterráneo de mi edificio, y realmente no es para tanto, pero debería ser ilegal que alguien que maneja así tenga licencia. Quizás no sea tan malo, ¡Kim por fin acepto trabajar conmigo! O para mí, después de haberle insistido hace siete años antes de llegar aquí, por fin aceptó después de tanto, al menos eso es algo bueno. Entre tanta monserga casi olvido la invitación que le hice a Sara, ¡es viernes! Llamo a Matthew para que reserve en el tan afamado “Restaurant J&B 9” uno de los tantos que hay regados por el mundo y uno de los tantos que me dejó mi hermano, en su plan de viajar por el mundo cocinando y tener un lugar a donde llegar siempre.

– Esta bien Matthew – digo para despedirlo a la hora del medio día

Tiro mi celular en la mesa, me quito los lentes y me recuesto en el sofá para estirarme y justo cuando me termino de hundir en el sofá, tocan a la puerta, hago que entre en un devenir de esos desprovistos necesarios. Ya me imagino quien es

– ¿Señor? – Se asoma una cabeza sumisa por mi puerta

– Si, Marian 

– Quería… quería ya sabe – masculla 

– Nunca había pasado esto, ¿Qué te ocurrió? – Cuestiono levantándome por un Ron

– Estaba algo distraída – se encoje de hombros

– Esta bien Marian no pasa nada te puedes retirar – señalo la puerta con el vaso que sostiene mi coñac Louis XIII Sale y me quedo mirando por el panorámico, después de todo cualquiera puede tener un mal día. Vuelvo a escuchar la puerta

– ¿Y ahora? 

– ¡Uhy! qué mal humor – Volteo viendo un manojo de pelo castaño y ojos miel 

– ¡Kim! – Exclamo sentándome – Siéntate ¿Quieres tomar algo? 

– No, así estoy bien – Pensó un poco mientras me miraba – No, sabes que sí, un jugo estaría bien

– Tienes suerte de que traje uno para mi vodka

– ¿No debería ser ilegal que ingieras licor mientras trabajas? – Se sienta en una silla mientras veo sus vaqueros azules y blusa grisácea casi negra por debajo de su chaqueta no muy gruesa

– Creo que sí, pero soy el jefe ¿No? – Apunto regresando a sentarme frente a ella – A demás no me vuelvo loco cuando tomo, así como otras – Añado levantado las cejas y levanto mi vaso para otro sorbo

– ¡Yo no me pongo loca! – Vociferó

– No dije ningún nombre – Indico con una sonrisa – Bueno, dime ¿Marciala te enseño todo?

– ¿Por qué le dices así? – Pregunta socarrona tomando su jugo

– Es que es como un militar, ¿Qué te dijo?

– Me enseño todo el edifico y todos los accesos, pasadizos y las oficinas secretas tanto debajo del estacionamiento como las del piso trece

– Si, yo le pedí todo eso, serás la segunda al mando – Frunzo el ceño y rio un poco – Eso sonó como si esto fuera una organización criminal – Asiente sonriéndose y prosigo – Estarás cuando yo no esté o no pueda, serás yo en versión mujer y tendrás que aprender a comportarte porque me representaras ¿si entiendes? – Le pregunto cuando la veo distraída mirando la oficina

– Creo, – Responde distraída aun – ¿Debo ser así como tú? – Pregunta con un gesto curioso volteando a verme 

– Solo cuando estés al frente de los lobos y los negocios, si

– Y de cuánto seria…

– Lo justo más beneficios – La interrumpo

– ¿Beneficios? ¿Qué tanto?

– Tanto consanguíneos como los acordes a tus funciones, Kim – Manifiesto como inconforme de hablar del tema – Tendrás injerencia en absolutamente todas las funciones, los trabajadores te respetarán tanto o más que a mí y deberás mantener esa línea con ellos – Se queda pensando

– Y ¿Eso es todo?

– Ya verás que no – Suelto

– Por cierto, no era sobre el sueldo mi pregunta pero que bueno que tu solito lo aclaraste – La miro haciéndole saber que me da igual y levanto mi vaso dejándolo en el aire para un brindis y suenan los cristales

– Creo que tardaste algo en aceptar Kim, te necesitaba cuando te lo pedí

– Si lo sabía, pero estaba brava contigo todavía y después nos enteramos de todo aquello que ya sabemos

– Bueno, ya estás aquí ya todo paso – Creo que solo cuatro personas tienen el beneficio de tener una conversación como está conmigo Matthew, Erick, Andreina y ahora Kim o al menos solo ellos tienen mi entera confianza ciega

– Nos vemos luego, hermanito – Dice para despedirse y sale por la puerta de mi oficina. ¡Hermanito! Suena bien en sus labios. Después de todo eso es lo que somos

***

A las seis veo mi reloj cuando entro en mi apartamento despojándome de lo que llevo y lo lanzo en la cesta que tengo en la esquina de mi cuarto, me circundo un paño a la cintura y corro al baño después de poner algo en el radio. “Mucho gusto” de Canserbero

“Nací en mí en mi patria Venezuela nací en el norte del sur, al lado de Colombia  En medio del atlántico azul, donde los mediodías son de treinta y tres grados para arriba y aquí las mujeres están más buenas que la comida, donde un carro nuevo cuesta al menos el sueldo de diez años y una casa cuesta, al menos el precio de cien carros soy un país con miles de leyes sin aplicar, con sesenta muertos semanal solo en la capital por ende muy pocas cosas me sorprenden, me han apuntado a la cara para robarme  un par de lentes, he visto policías matando gente inocente y he visto gente no inocente siendo presidentes ¿Entiendes?”

Salgo unos quince minutos después y entro a mi cuarto para estar vestido en un par de minutos después y a las seis y media quizás un poco más tarde me veo vestido con vaqueros negros ajustados y una camisa de botones mangas largas azul por fuera del pantalón y zapatos mocasines negros, bajo al estacionamiento y entro al carro apresurado y salimos del subterráneo

– ¿Si crees que lleguemos a la hora? Matthew – Pregunto preocupado, soy hombre de palabra y si dije a las siete a esa hora estaré ahí

– Si señor, incluso puede que lleguemos en menos – Responde con tanta serenidad cuando terminamos de salir que me calma y dejo tumbarme por completo en el asiento, después de todo confió plenamente en él

– Matthew

– Dígame, señor

– ¿puedo hacerte una pregunta personal?

– Si claro

– Nunca te he visto con ninguna mujer

– Yo por el contrario señor

– Trabajas para mí casi las veinticuatro horas y hasta vives en mi edificio, siempre que te necesito estas ahí

– Trabajo con usted – Siempre con sus palabras sabias – Eso es algo diferente señor – Creo que es lo más adecuado

– Claro que si Matthew – Aparcamos fuera de la casa de Sara y salgo a tocar el timbre mientras Matthew nos espera, aguardo unos segundos fuera y escucho los pies de alguien acercarse

– ¿Quién?

– Tu dios griego, nena – Hasta yo rio mientras abre la puerta – ¿Acaso tienes vida social? ¿Quién más podría estar tocándote la puerta? – Bromeo – Y bueno, en realidad no soy tan griego, soy más un mortal que otra cosa

– No deberías jugar con eso – Dice mirando la rosa de color naranja que tengo en mi mano

– ¿Qué ves? – Le pregunto sonriendo

– No, nada tus excentricidades – Expresa sincera ida por el color tan chillón de la rosa

– Ten – Extiendo mi mano dándosela – Una rosa para… – Me quedo como pensando – Para otra, no espera – Continuo como si estuviera pensando – Una rosa para ti toma – La agarra sin más

– Que poco romántico – Exclama sacudiendo la cabeza negativamente con una sonrisa, al menos le saque eso

– Si tampoco lo quiero ser ¿Nos vamos? – Le pregunto 

– Creo – salimos de su casa después de ir por su bolso de mano. Nos montamos en la parte trasera del Mercedes Benz y nos sumergimos de nuevo en las calles de la noche

***

– Ven por aquí – Le digo tomándola de la cintura cuando entramos – Vamos hacia otro lado, un poco más íntimo – Le susurró al oído, el ambiente es el mismo que todos con algunas cosas distintas en cada uno, pero básicamente casi lo mismo, luces algo bajas de colores azules, verdes, rojos y algo amarillo, el olor es suave como a perfume y música instrumental de saxo. Como en aquella vez que estuvimos aquí

– ¿Piensas en algo? – Me toma desprevenido cuando le arrimo la silla para que se siente

– No, nada en particular – Respondo sentándome en la silla de un lado, no quería hacerlo al frente. Muy lejos – ¿Y tú?

– Seguro otra de tus evoluciones – Ríe mientras nos traen la carta, el mesero nos saluda y asiento

– Quizás – Le respondo mientras abrimos la carta – ¿Qué prefieres de tomar? Pregunto después de unos segundos

– No lo sé, hay tantos que no se cual ni como sabrán 

– Tráenos una botella de vino “Screaming Eagle” – Le digo al mesero y se va – Bueno ya lo resolvimos, ahora ¿Qué prefieres de comer?

– La verdad cualquier cosa estoy hambrienta

– Pero lee, hay una variedad de cosas – Anexo – ¿Qué te llama la atención?

– ¿La verdad? – Cuestiona con una arruga en su rostro

– Siempre

– Con esta hambre no entiendo nada, Elije tú – Dice como una niña dejando la carta sobre la mesa, aunque presiento que quiere dejar que yo elija y no por tener hambre, ¿Quién sabe que tramará?

– ¿Hay algo que no delegues? – Examino, pero solo me ve – Está bien – Expreso rendido y llega el mesero con la botella de vino en una jarra de aluminio con hielo, platos, cubiertos dos copas y unos pequeños abrebocas mientras esperamos lo que vayamos a pedir, nos sirve las copas luego de dejarme comprobar la autenticidad del vino y pregunta que comeremos – A ella le vas a traer esto – Digo señalando con el dedo sobre la carta para que ella no vea – Y a mí esto – Asiente mientras anota y luego se va

– Todo un misterio – Indica con una expresión apacible en su rostro para luego saborear su vino – Como siempre – Completa casi susurrando

– ¿Dónde estuviste todo este tiempo? – Inquiero al aire

– Trabajando para ti 

– Sabes a que me refiero

– Por ahí – Responde desviando la mirada – Solo yendo y viniendo de un lado para el otro

– Que repuesta más interesante – Tomo un Nuggets de pollo de los que nos trajeron y lo pico con un cuchillo a la mitad – ¿Quieres? – Pregunto juguetón y asiente, tomo una mitad y la pongo entre mis dedos anular y medio y se lo ofrezco, ella abre la boca y yo meto mis dedos dejando que me muerda un poco cuando los saco, sus ojos se iluminan y me aparto

– ¿Qué tal? – Pregunto mientras tomo la otra mitad y la como

– Deliciosos – Responde de manera pícara

– Te di uno solo – Objeto siguiéndole juego

– No hablaba de comestibles – Curva sus labios y toma su copa para darle un sorbo

– Bueno, hay muchas cosas que no son comestibles y aun así se pueden meter en la boca – Término de decir tomando otro Nuggets completo para mí

– Eso es terrorífico ¿no?

– Terrorífico libros como “Una gota de miedo” “No me profanes” “Bajo la luz tenue” o “Los cuervos no cantan”

– Si, los he leído, hablando de libros ¿Qué me dices del libro este del que todos hablan en donde…? – La interrumpo

– Si, si ya se cual y solo tengo tres cosas que decir

– ¿Si? ¿Qué?

– Bueno primero que la autora solo enumeró nuestras incontables oscuridades, segundo que escribió sus fantasías sexuales e insatisfacciones que quizás nunca cumpla y tercero que prostituyó nuestro mundo abstracto, ahora todos quieren entrar y quieren experimentar – Dije algo que no debí decir. Al menos por ahora, aunque parece que no lo captó. 

Me alejo un poco en mi asiento y tomo la copa para darle un sorbo e intentar cambiar de tema, me acerco de nuevo me coloco sobre mis codos y me quedo mirándola a los ojos. Algo no imposible estando debajo de las luces blancas que iluminan este espacio, como si nuestra mesa fuera la de un interrogatorio y nosotros estuviéramos debajo de la luz

– ¿Que? – Reclama 

– Ahora que lo pienso tu tenías más años que yo en aquella época, eras una pervertida – Añado riendo

– ¡Hey! – Me golpea levemente en el brazo – No es cierto

– ¿No tenías más años que yo? – Pregunto cómo indignado

– Si pero, no tanto – Dice algo infantil – A ver ¿Cuántos tienes tu ahora?

– Veinticinco, tú me llevabas como dos o tres 

– Tengo veintisiete, Will

– Cumples en navidad ¿Cierto?

– Si – Responde volteando la vista – Ya lo olvidaste

– Vas para veintiocho, ya casi llegas a los treintas 

– ¡Ni me lo recuerdes! – Espeta

– Ya me imagino cómo será la crisis de los cuarenta – La miro indagando en su vista. ¿Por qué las mujeres serán así? ¿Cumplirán treinta y nueve para siempre? ¿Será cierto que después de los cuarenta cada año dura sesenta meses? – Hay muchas cosas por aclarar – Añado serio cambiando el rumbo de la conversación

– Ya todo es pasado, eso no importa ahora

– No cuando se convierte en pesadillas

– ¿Tienes pesadillas?

– Si y me atormentan, no sé porque – ¿Qué hago? ¿Acaso estoy dando explicaciones?

– Para eso están los psicólogos deberías ir a uno

– Creo más en el poder de la mente canalizada por uno mismo

– ¿Acaso eso es una de las innumerables oscuridades de las que hablabas?

– Quizás 

– Ahora que lo pienso parece más otra de tus excentricidades ¿Lo es?

– No, no sé, es más como uno de los conflictos internos del hombre

– ¿Del hombre?

– Si ustedes tienen las suyas, un poco menos importantes, pero las tienen – Busco que me refute, pero no lo hace así que Sirvo vino en las copas vacías y vislumbro el vestido de Sara, es azul oscuro casi verde es bonito. ¡Y tacones! Los odio – Tengo algo para ti – Digo buscando en el bolsillo de mi pantalón, saco una cajita un poco alargada y la dejo en la mesa observando la expectación en su rostro – Antes de que lo aceptes debes saber que no solo estas aceptando un regalo, quiero que comprendas lo que significa llevar esto, cuando te pongas lo que hay en la caja lo debes comprender, cada minuto cada instante es mío ahora, eres parte de mí, tu voluntad me pertenece es mía y no dudes que mi crueldad puede ser eterna sino recibo lo que espero de ti cuando lo pida, estas aceptando ser mía y pertenecerme eres solo mía y nunca debes quitártelo siempre debes tenerlo – No dijo nada solo abrió la caja y se colocó sobre el cuello el fino collar de plata que había dentro con mi nombre tallado con una fina fuente de palmer. Pude notar la punzada en su estómago, la ansiedad, el miedo y el misterio invadieron su cuerpo, no habló en unos segundos.

– Lo necesito – Dijo pasado algunos segundos de pensamientos incesantes

– Aquí no existe la vergüenza así que debes aprender a querer tu cuerpo como es y mostrarlo sin pudor 

– ¿Cuánto tiempo?

– Hasta el día que te acaricie y no te erice la piel, ese día será el último

– No me refería a eso, no quiero que se acabe – No dije nada nos quedamos esperando lo que pedimos, hacia como quince minutos que estábamos ahí esperando

– ¿En qué piensas? – Preguntó nuevamente distrayéndome

– En lo corto de tu vestido

– ¿Te gusta?

– Si, excepto los tacones son muy altos ya discutiremos eso – Me acerco a ella y la veo a los ojos mientras meto mi mano derecha por debajo hasta su ropa interior 

– ¿Qué haces? – Exclamó pataleando – Nos van a ver 

– Entonces trata de no moverte mucho para que lo pueda hacer rápido

– ¡Oye! – No dije nada hasta que la despojé de su ropa interior y la metí en mi bolsillo – ¿Qué se supone que haces?

– Llevándome lo que es mío y no, no nos ven, ya vengo – Dije levantándome. Fui a avisar que ya podían servir y regresé a sentarme

– Tenías todo planeado ¿Verdad? – Pregunta unos segundos después de que yo llegara y nos dejaran los platos servidos sobre la mesa

– Tal vez – Respondí mientras se comenzaba a escuchar “Glenn Gould” en piano de Wagner en el fondo

– Eres un controlador – Exclama

– En intervalos, digamos que si – Digo arrimándome y tomando un cubierto con mi izquierda – Dijiste que tenías hambre – Agarro un poco de ensalada cesar y un pedazo de carne en un tenedor y lo meto en su boca – ¿Te gusta? – Le pregunto mientras yo también como un poco 

– ¡Ummm! Esta delicioso – Exclamó masticando aun – Oye, ¿y tú chofer? 

– Debe estar en la barra, le dije que se pidiera algo para comer o para tomar, lo que él quisiera – Tomo un tono más pícaro y pregunto – ¿Siempre al pendiente de los trabajadores?

– Siempre – respondió

– ¡Ah! y por cierto no le digas así la próxima, se llama Matthew

Terminamos de comer entre tantos temas, hablamos tanto que las horas se fueron y cuando vi mi reloj eran casi las doce de la media noche

– ¿Quieres postre? – Pregunto y asiente, le hago señas al mesero que amablemente preguntó que más pediríamos – Tráenos el “frozen Haute” – dije y se fue después de recoger lo que quedaba en la mesa – Yo te comería a ti de postre

– ¡Pronto! – Exclamó casi aplaudiendo cuando el mesero nos dejó el postre

Tomé la única cucharilla que nos trajo pues lo pedí así, agarré un poco de chocolate y se lo ofrecí luego tomo un poco para mí, pero ella no me dejó, forcejeamos a modo de juego con el cubierto hasta que me lo quitó

– ¿Qué se supone que haces? – Sondeo 

– Es mi turno – Dijo ofreciéndome el chocolate de la cucharilla y acepté, aunque no me agradó la idea

– Te apuesto a que sí, nena, ya será el mío pronto

***

– Creo que ya es hora de irnos – Digo luego de un rato de habernos terminado el postre – O ¿Quieres algo más? – Indago, pero niega con la cabeza – Entonces ¿Nos vamos? – Asintió algo cansada parpadeando como por quinta vez en un par de segundos, Veo mi reloj y son la una de la madrugada con algunos minutos

– ¿A qué hora cierran esto? – Preguntó entre un bostezo

– Mas tarde – Le respondo mientras nos levantamos, pasó su brazo derecho por mi cintura y yo pasé mi brazo izquierdo por sus hombros

– Agarra tu rosa no la dejes – Le recordé que había dejado la rosa sobre la mesa y la tomó para caminar a la salida. Le hice señas a Matthew que tomaba algún batido que ya terminaba mientras hablaba con algunos de la barra. Se despidió de ellos y nos acompañó hasta el carro en el que lancé el cuerpo de una Sara adormilada

– ¿Ya estoy en el cielo? – Preguntó en uno de sus abrir y cerrar de ojos

– Mientras este conmigo estarás más cerca del infierno – Cuando terminé de responder vi que ya se había vuelto a dormir en mis brazos

– Sara, ¡Sara! – La desperté 

– ¿Ya llegamos? – Preguntó desorientada

– Si, cariño – Salimos y llegamos hasta su puerta

– Bueno – Dijo un poco más despierta – Parece que hasta aquí llega esta noche, ¿O no? – Añadió recostándose debajo del marco de su puerta 

– Ambos quisiéramos que no pero así es

– ¡Hum! Ya, hasta la próxima entonces – Comenta como decepcionada y con un gesto cómico en su boca

– Hasta pronto – Se acercó e intentó darme un beso, pero la detuve y le di un beso en la frente – Aun no – Dije – Aun no – Repetí en un susurro

– ¿Pronto? – Preguntó mirándome a los ojos después de abrirlos

– Pronto, cariño, pronto ahora entra y no te vayas a quedar dormida en el camino hasta tu cuarto – Asintió y entró en su casa cerrando la puerta con una expresión nostálgica en todo su rostro y entonces me fui

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