CAPITULO 36

LETICIA

Después de una larga charla con mi padre, fui al dormitorio que compartía con Alessandro para acostarme. Sin embargo, él no apareció en toda la noche, y eso me dolió.

¿Por qué cuándo decidía abrirle finalmente mi corazón, él me apartaba?

Era imposible creer que al día siguiente fuéramos a casarnos. Aunque sería ingenua si no me recordaba a mí misma que tampoco iba a ser un verdadero día de boda: era un simple trato.

A la mañana siguiente me sirvieron el desayuno en la cama. Había un ambiente de gran excitación en toda la casa y no dejaba de oírse el sonido de las hélices de los helicópteros que, según el personal de servicio, anunciaban la llegada de los invitados.

Adara, quien se encargó de organizar la fiesta, me había dicho que sólo asistirían a la boda algunos parientes, además de los socios y amigos de Kostas y Alessandro. Sin embargo, el ajetreo constante me había hecho dudar de que fuera una simple y sencilla boda íntima.

A media mañana me dejé llevar, traer y vestir co
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